“Los muchachos peronistas, todos unidos triunfaremos, y como siempre daremos un grito de corazón: ¡Viva Perón, viva Perón!. Por ese gran argentino que se supo conquistar a la gran masa del pueblo, combatiendo al capital”. Así comienza “la marchita peronista”, que en 1949 inmortalizó en la versión más popular el cantante de tango Hugo del Carril. Sin embargo, a pesar del discurso similar, que mantuvo desde el primer día Alberto Fernández, hasta el momento sus políticas no hicieron otra cosa que perjudicar, justamente, a los que menos tienen.
Cada vez que el presidente argentino tiene que hacer algún comentario conceptual, que pueda explicar el supuesto espíritu de sus medias, el mandatario hace referencia a peces grandes y chicos. A poderosos y frágiles agentes. A pequeños actores y enormes jugadores, que si pudieran se quedan con todo. Con un discurso demagogo y de nula e imposible corroboración empírica, Fernández dice que el Estado tiene que aparecer siempre en favor del chiquito, para que el grande “no se lo coma”.
Pero si analizamos los resultados del primer año de mandato, sobre todo en el marco de la pandemia del coronavirus, vemos que el Gobierno argentino, lejos de “proteger” a los pequeños comercios y emprendimientos, se dedicó a fundirlos. Aquellos grandes capitales, empresas y negocios importantes, lejos de haber sido “combatidos” fueron privilegiados indirecta, pero eficientemente. La cuarentena ortodoxa y bruta se dedicó a exterminarles en muchos rubros la competencia en cientos de barrios del país.
A principios de julio del año pasado, la Cámara Argentina de Comercio ya advertía sobre el cierre de 40 mil negocios. Lejos de tomar nota, el Gobierno mantuvo hasta casi fin de año el encierro y las prohibiciones. Para finales de diciembre, cuando los locales ya pudieron abrir con los protocolos, el número de víctimas fatales (por la cuarentena, no por la pandemia) alcanzaba los 90 mil. Cabe destacar que hacemos referencia al sector formal. En lo real, la cifra seguramente fue considerablemente mayor.
“La pandemia dejó 90 mil locales cerrados”, titulaba a fin de año el diario oficialista Página 12, culpando al virus por la crisis y no al Gobierno por el enfoque equivocado que tuvo para con la complicada situación que vive el mundo.
Aunque todavía no hay cifras generales, de la misma manera que el coronavirus afecta mucho más a personas ancianas y a pacientes con enfermedades preexistentes, la cuarentena peronista hizo de las PyMES y los pequeños comercios la “población de riesgo” de las políticas erradas a las que se abrazó el Gobierno argentino durante 2020.
La foto en mi barrio, típico de clase media baja de la Ciudad de Buenos Aires, me muestra de primera mano lo que comienzan a reflejar las estadísticas más serias, que van relevando los sectores. Dos de los ramos más castigados en CABA, el sector gastronómico y los hoteles alojamiento, fueron arrasados en las inmediaciones de casa. De los cuatro o cinco “telos” que había en el barrio, solamente uno fue el que pudo volver a abrir las puertas. Justamente, el más grande y “pituco”. Aunque tuvo que sobrevivir varios meses sin ingresos y pagando al personal, hoy el establecimiento goza con la demanda de toda la zona. No le quedó competencia en pie.
Con los bares la cosa fue peor. No quedó uno. Muchos incluso tapiaron los locales, para que no ocupen las propiedades. Tomar un café con leche con medialunas cerca de casa, en esos pequeños boliches clásicos atendidos por sus dueños y el poco personal de confianza que tenían de toda la vida, ya es un recuerdo del pasado. Para ir a tomar algo hay que ir a los grandes lugares, que fueron los únicos que pudieron resistir el embate de la irresponsabilidad del peronismo en el ámbito nacional, y del macrismo en el municipal.
La economía sana mostró a lo largo de la historia que los países funcionan cuando les va bien a todos, con políticas basadas en la igualdad ante la ley, el libre mercado y el respeto por la propiedad privada, sea grande o chica. El Gobierno argentino busca dividir desde la retórica y, aunque dice que protege a los pequeños emprendedores que necesitan del respaldo oficial, últimamente se dedicó lisa y llanamente a exterminarlos. Como una pandemia y peor que el coronavirus.