Desde el inicio de la cuarentena que el Gobierno argentino se decidió por un camino complicado y del que era evidente le iba a resultar dificultoso salir. La prohibición de los despidos y la imposición de la doble indemnización fueron medidas sencillas de implementar para la gestión de Alberto Fernández, que hasta se dio el lujo de justificarlas con lo que ocurría en la coyuntura. Cuando Techint -suspendidas sus operaciones vinculadas a la construcción- buscó despedir a un grupo de trabajadores especialmente contratado para la ejecución de una serie de obras que hasta nuevo aviso no se podrían realizar, Alberto Fernández atacó al dueño de la empresa, acusándolo de no valorar a los empleados que lo habían, según él, hecho millonario.
Como suele suceder en los procesos populistas, la foto del primer día parece darle la razón al demagogo: mientras en Estados Unidos o Brasil se disparaba el desempleo, en el paraíso peronista nadie perdía el trabajo. Es más, la gente que estaba en relación de dependencia cobraba por no trabajar o por hacer algo desde su casa. Eso sí, la película a mediano plazo muestra el resultado inevitable: las economías más libres, que pudieron despedir personal sin mayores dificultades, rebotaron, empezaron a crecer y se recuperaron. Las que se abrazaron a las distorsiones comenzaron a sufrir las quiebras de las empresas y comercios que no pudieron sostenerse. Ni hablar de la creación de nuevos empleos, claro.
El período de excepción, que debía finalizar esta semana, ahora será extendido por todo este año 2021. Como era de esperar, las críticas no tardaron en llegar. Desde la Unión Industrial aseguraron que la medida “conspira contra la generación de empleo genuino y formal”. En la misma sintonía, el presidente de la Cámara Argentina de Comercios y Servicios manifestó que esto es como “buscar tapar el sol con las manos”.
La nueva piedra en la puerta giratoria
Cuando Alberto Fernández renunció al Gobierno de su actual vicepresidente, Cristina Kirchner, cuestionó el rumbo económico que había decidido profundizar el kirchnerismo. Consultado por la prensa sobre el cepo cambiario que había implementado su exjefa, Fernández propuso una analogía perfecta: “Es como una piedra en una puerta giratoria. No sale nadie, pero tampoco entra nadie”. Nada mejor que su descripción de hace casi una década para comprender las medidas que ahora está tomando su propio Gobierno.