Este lunes se celebra del Día del Malbec, tanto en Argentina como en el resto del mundo. La cepa por la que conocen nuestro vino en el exterior no es nativa, como el caso del Torrontés. Ella nació y se desarrolló en Francia, pero una peste la dejó al borde de la extinción, cuando en estas tierras empezaba a funcionar a la perfección, mejor incluso que en su suelo original.
Por estos días, en su Francia natal se sigue cultivando en Cahors, donde hay unas muy buenas versiones. No mejores que las top argentinas, pero hay que reconocer que sus exponentes más reconocidos (que se pueden conseguir tanto en Francia como en otros países de Europa), hacen sentir a un gaucho en casa. Recuerdo una degustación en Berlín, donde no me conformé con la palabra del vendedor y pedí ver la etiqueta de la botella, de la que al final no quedó nada. Fue como volver un ratito al cálido hogar en medio de un extenso viaje, porque la realidad es que el vino es algo que los argentinos más extrañamos afuera.
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Tal como Carlos Gardel, que floreció en el Abasto, y aunque se trate de algo “importado” de Francia, allá en Cahors sobreviven al día de hoy menos de 7000 hectáreas de la cepa. En Argentina, entre Mendoza, Salta, San Juan y otras provincias, hay más de 45000. Todo comenzó con Domingo Faustino Sarmiento en la Argentina liberal, luego de la caída del tirano Juan Manuel de Rosas. El expresidente contrató a un ingeniero agrónomo francés de nombre Miguel Pouget, para que traiga ejemplares de vid de sus pagos. Sarmiento soñaba con una industria que no tuviera nada que envidiarle a Francia.
El hombre trajo diversas variedades, y el malbec fue solamente una entre tantas. Las plantó en Mendoza, al pie de la Cordillera de los Andes y el resto es historia. La fruta alcanzó un esplendor superior al que había mostrado incluso en su suelo natal, donde por esos días quedaba al borde de la extinción, a causa de la plaga de Filoxera. La zona de Cuyo y el malbec estaban hechas una para la otra, pero se conocieron recién a mediados del siglo XIX.
Cinco opciones argentinas que no podés dejar de probar
Hay destinados a todos los bolsillos y para distintos paladares. Argentina tiene una amplia gama de variantes a la hora de ofrecer su malbec, tanto para el mercado local como para el mundo. Repasamos algunas:
Trumpeter Malbec: es la línea de apertura de Rutini Wines, de Bodegas La Rural. Sin dudas es una opción que no falla. No conozco a nadie que diga que el Trumpeter no le gusta. Por un precio accesible, una excelente versión de esta cepa característica reflejada en su color, aroma y sabor particular. Va bien con cualquier cosa.
Dv Catena Malbec-Malbec: no es que sea redundante, se trata de un blend. Es un corte de dos viñedos distintos, aunque sean del mismo varietal. El viñedo Angélica le brinda las notas de la fruta madura y el de La Pirámide los toques de pimienta. 18 meses en roble francés le dan el redondeo justo. Delicado, pero con personalidad.
Piatelli Gran Reserva: lo pueden conseguir en su versión de Mendoza o Salta. Los dos son igual de excelentes y representativos del malbec argentino. Con 12 meses de barrica en roble francés y americano, estas versiones son un óptimo en relación entre precio calidad. Complejo, pero súper fácil de tomar. Puede acompañar las clásicas carnes como guisados y platos de invierno.
Alae: acaba de salir a la venta este malbec especial de una bodega que sabe hacer magia con sus barricas y tostados. Están dando vuelta por el mercado 4000 botellas de este nuevo tope de gama Las Perdices, con 24 meses de guarda en barricas nuevas francesas y americanas. No necesita ni ser acompañado por un plato de comida. Garantía de un momento mágico.
Tata Dios Gran Malbec: la joyita de la bodega Miraluna. Es el fruto de las parcelas más pequeñas y especiales, las que trabajan con mínima producción de uvas, para lograr una concentración especial en la fruta. Doble paso en barricas francesas, americanas y rumanas de primer uso. Partidas muy limitadas. Si ves una botella y la dejás pasar, cometiste un grave error.