Detrás de la lógica y sana obsesión del presidente Luis Lacalle Pou de abrir el comercio, y además de la carne de calidad reconocida a nivel internacional, hay un producto que pide cancha y parece decir en cada copa “vamo’ arriba”, que podemos competir. Se trata del vino uruguayo, que en las últimas décadas mejoró notoriamente su calidad y de a poco se va haciendo un prestigio alrededor del mundo.
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Del otro lado del charco, la vid tiene su historia. Llegó a lo que era la “Banda Oriental” en el Siglo XVII, con moscateles provenientes de la península ibérica. Por esos días se utilizaba la uva como fruta de consumo directo, pero también se hacía vino casero, tradición que persiste hasta estos días. Ya en el siglo XIX, de la mano de la inmigración francesa, alemana, italiana, española y portuguesa, comenzó la historia del vino uruguayo propiamente dicho.
El tannat, o “la tannat”, como le dicen ellos que, a diferencia de los argentinos, nombran a las cepas en femenino (como correspondería, aunque nos suene raro) llegó en 1870 desde el suroeste francés, específicamente de la comuna de Madiran. Al igual que el malbec, una joyita europea sin mayor trascendencia en Francia, encontraba en América su lugar en el mundo.
El primer paso hacia la profesionalización actual tuvo lugar en 1987, con la creación del Instituto Nacional de Vitivinicultura. Si bien se trata de un ente oficial, dependiente del ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, el organismo es coordinado por los productores y dueños de las bodegas. Ya en 1996 comenzó lo que se conoce como el “programa de reconversión”, que terminó dando el paso fundamental para que ahora los vinos de Uruguay se presenten a competir en el mundo, sin nada que envidiarles a las tradicionales potencias del rubro.
Del vino suelto y el tetrabrik a la alta gama de exportación
“Era un sufrimiento”, dice bromeando Analía Lazaneo de bodega Artesana, al recordar lo que tomaba con sus amistades en la adolescencia. Su proyecto, que incluye vinos de alta gama y exportación, fue el pionero en plantar zinfandel en Uruguay. También innovaron con algo que nunca se había visto en el país con su cepa emblema: el tannat rosado.
“Antes uno iba al almacén, con una botella vacía y compraba fraccionado. Se cortaba el vino suelto con gaseosa. Cuando llegó la caja del Termidor en Argentina empezaron a cambiar las cosas. Fue el primer paso para donde estamos hoy, con vinos de otra calidad”, señala la referente de lo que se conoce como “la bodega de las mujeres” en Uruguay. Lo cierto es que ese branding no fue su idea, ni de su equipo: se lo hacía saber la gente que visitaba el emprendimiento y corroboraba que la mayoría de las que se desempeñaban allí, eran justamente mujeres. “Es un ambiente machista, pero de a poco nos hacemos espacios”, asegura la responsable de una de las mejores bodegas de Uruguay.
“Poco, pero bueno”, fue el lema inicial de Artesana, dada su pequeña producción y su alta calidad del producto. Cabe destacar que en todo el país hay solamente 6000 hectáreas de viñedos, divididos en seis regiones vitivinícolas. Su mayor producción se encuentra en Canelones, Montevideo y San José. La bodega, aunque cuenta con tecnología de punta y productos de exportación de primerísimo nivel, promueve que se mantenga viva la tradición. El enólogo Ignacio González, que estudió y trabajó en España, realiza un curso todos los años para que la gente aprenda a producir su propio vino. “Un alumno que vive en un edificio y tiene una barrica en el balcón dice que hace vinos de altura”, señala con el clásico humor uruguayo.
¿Qué se encuentra en la copa del tannat y en los vinos uruguayos?
La brisa del Río de la Plata les aporta a los vinos una frescura y una acidez interesante. A diferencia de lo que sucede con otros terruños, las temperaturas máximas no son tan altas. Suele haber una clara presencia de los taninos y cuentan con una personalidad intensa de buena estructura, que se luce más en boca que en nariz. Los que no conocen el tannat encontrarán notas interesantes de tomillo, arándanos, frutas negras y rojas, con untuosidad y persistencia en el paladar. En copa luce un rojo rubí intenso y es ideal para acompañar carnes, pastas con salsas condimentadas, guisos y platos picantes.