Apenas comenzaba el año 2022 cuando las alarmas internacionales se encendieron por declaraciones del gobierno de Vladímir Putin sobre un posible despliegue militar desde Cuba o Venezuela para presionar a Estados Unidos. Sin duda, eso iba a representar una escalada en la tensión con Moscú apuntando directamente a Washington en complicidad con estos países.
Puede que ese episodio haya queda en el olvido —dada la invasión que poco después ordenó Putin en Ucrania— pero ahora surgió otro anuncio igual de preocupante. El dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, dio luz verde al ejército ruso para que ingrese al país centroamericano con soldados, buques y aeronaves, según un decreto del tirano reseñado por la prensa oficial rusa.
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Supuestamente la presencia del ejército del Kremlin será para “participar en ejercicios de adiestramiento e intercambio en operaciones de ayuda humanitaria” y otros tantos argumentos que suelen usar los dictadores latinoamericanos para justificar la presencia de fuerzas extranjeras. Pero los antecedentes entre Rusia y estos regímenes dejan entrever que los motivos son mucho más oscuros.
Estas actividades se llevarán a cabo del 1 de julio al 31 de diciembre de este año y también incluirán operaciones “en contra de ilícitos” en los espacios marítimos de Nicaragua en el Mar Caribe y en aguas jurisdiccionales en el Océano Pacífico. Es decir, la presencia militar rusa que tanto advertían expertos un año atrás ya es prácticamente una realidad, y sin disimulo alguno.
El mundo “multipolar” de la izquierda latinoamericana
Justamente el año pasado Rusia anunció que armaría a Venezuela, Nicaragua y Cuba para enfrentar «amenazas militares». Por esa misma época firmó más acuerdos con la dictadura chavista, incluyendo la reactivación de vuelos “turísticos”. Nicolás Maduro aprovechó para decir que su relación con Rusia era «ejemplar» y una muestra de cómo funciona el mundo «multipolar».
Estas fueron otras muestras de lo que expertos califican como una alianza suprarregional. Esta lleva a cabo una estrategia para extender el poder de Rusia, Irán y China en el continente con Colombia como primer objetivo para expandir allí el control de grupos irregulares y economías ilícitas. Con base en esto, Nicaragua lanza su nueva jugada, abriendo las puertas al ejército ruso.
El país centroamericano —sumido en una tiranía que encarcela a los opositores y silencia voces disidentes, incluyendo instituciones culturales— también aloja la estación terrestre del Sistema Global de Navegación por Satélite (Glonass, acrónimo en ruso). Una enigmática estación satelital instalada en 2016 cerca a la laguna de Nejapa, al suroeste de Managua. Lejos del objetivo de monitorear el cambio climático o “combatir el narcotráfico”, lo que se presumía y se sigue presumiendo es que se trata de un centro de espionaje.
De manera que Nicaragua es por todos lados una plataforma al servicio de Rusia igual que lo es Venezuela. A cambio de entregar terreno y posicionamiento estratégico a Putin, Ortega también se garantiza mayor presencia de un amigo poderoso que se expande mediante invasiones sangrientas en Europa del este.
¿Procedimiento rutinario?
El gobierno ruso buscó salir al paso con palabras de su portavoz del Ministerio de Exteriores, Maria Zakharova, calificando la entrada de soldados del ejército ruso a Nicaragua como algo “rutinario”, de acuerdo con la reseña de Associated Press.
Según la funcionaria, el procedimiento está “establecido en las leyes de Nicaragua para el ingreso temporal de personal militar para desarrollar la cooperación en distintas áreas, incluyendo ayuda humanitaria y de emergencia y combate al crimen organizado y el narcotráfico”.
Pero los gestos de Rusia a veces están lejos de la fachada de ser algo “rutinario”. Como cuando el Kremlin se metió en el conflicto del estado venezolano de Apure en mayo de 2021, advirtiéndole al presidente colombiano Iván Duque que debía dialogar con Maduro para disminuir el agravamiento de los enfrentamientos en la frontera provocados por grupos terroristas.
Ahora, desde la televisión rusa una de sus conductoras vociferó que “si los sistemas de misiles estadounidenses casi pueden llegar a Moscú desde el territorio ucraniano, es hora de que Rusia despliegue algo poderoso más cerca de las ciudades estadounidenses”.