Estados Unidos escuchó la amenaza de Rusia y respondió. Pasaron pocas horas para que la Casa Blanca anunciara su disposición de dar una respuesta “decisiva” si el Kremlin toma la decisión de enviar estructura militar a Venezuela y Cuba para atacar a EE. UU.
Son horas de tensión diplomática. La Administración Biden se enfrenta al reto de calmar las amenazas de Vladimir Putin luego de que fracasaran las conversaciones que ambos países mantenían en Ginebra, paralelas a las reuniones de Rusia con la OTAN en Bruselas. El secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, reconoció que “no fue una discusión fácil”.
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Los encuentros infructuosos llevaron a que Washington respondiera y calificara de “fanfarronada” las palabras del viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Riabkov. “No quiero confirmar nada (…), ni descartar nada”, dijo el funcionario de Putin a RTVI, un canal de televisión internacional ruso.
Desde Venezuela también han surgido reacciones. El opositor Juan Guaidó declaró que “Rusia no tiene que desplegar ninguna fuerza militar” en el país, porque es una nación “soberana”. Pero aquella soberanía de la que habla y de la que tanto ha presumido el chavismo durante dos décadas queda en dudas cuando Rusia se refiere a Venezuela como si se trata de una base militar que sirve a sus planes hegemónicos.
Además, Moscú se ha encargado de vender y enviar armas y componentes militares a Caracas. La apertura de una fábrica de fusiles Kalashnikov es solo la punta del iceberg.
Rusia no cede, EEUU tampoco
La alarma es inquietante, no solo por la posibilidad de desplegar mayor armamento y soldados rusos en Venezuela y Cuba sino también por el hecho de que un eventual ataque a EE. UU. desencadenaría una guerra. Adicionalmente, expertos coinciden en que el costo sería demasiado alto para Putin y eso no le conviene a la economía rusa.
El problema se desencadenó por la discordia con Ucrania y una hipotética invasión de tropas rusas. Alrededor de 100.000 soldados al servicio del Kremlin ya están desplegados en la frontera. Aquel lado de la balanza se tambaleó y eso podría traer consecuencias en occidente. Putin exige a la OTAN que los países vecinos que fueron repúblicas soviéticas como Ucrania y Georgia, no sean nunca admitidos en la alianza. Pero EE. UU., que lidera ese organismo, no acepta esta condición.
Resolver las diferencias todavía no parece probable. EE. UU. admitió que ve un riesgo “alto” de que Rusia invada Ucrania. Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden reconoció que por ahora no hay ninguna fecha prevista para retomar los contactos, pero estarán preparados en caso de que Rusia tome un camino distinto al diálogo.
El viceministro de Exteriores ruso opina diferente. Para él no hay motivos para retomar las conversaciones.
Se avecinan más sanciones
El Congreso de EE. UU. también generó noticias en este sentido. El Senado rechazó un proyecto de ley que contempla un paquete de sanciones que se aplicaría en caso de que Rusia invade a Ucrania. Pero ahí no termina la historia. Sigue en pie otro proyecto de ley similar que involucra al Nord Stream 2, un gasoducto de gas natural terminado pero aún no operativo que conecta Rusia y Alemania bajo el Mar Báltico.
La legislación también impondría sanciones a los principales líderes militares y gubernamentales rusos, incluido el presidente Vladimir Putin, así como a las instituciones financieras. Apuntó Breitbart que las empresas que proporcionan sistemas de mensajería segura también se verían afectadas.
En medio de esta tensión, en la cumbre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que se celebró recientemente en Viena, se discutió la posibilidad de crear una fuerza de 5000 efectivos para “situaciones de crisis”. La propuesta podría ser aprobada, pero muchas cosas podrían pasar hasta que llegue ese momento.