
Realmente cuesta imaginarse que una película sobre unas zapatillas deportivas podría evocar tanta nostalgia… Excepto que la cinta sea la historia de la creación de los Air Jordan y lo que simbolizan: el cierre del trato entre Nike y Michael Jordan que marcó un hito para ambos, tanto para la empresa como para el joven jugador, quienes buscaban dejar huella, uno en el baloncesto y el otro en la industria deportiva. Y es que la nueva producción de Amazon Studios es un coctel de emociones que toca fibras, seas o no fanático de MJ. Esa es la verdad.
El relato de esta travesía comienza con los acordes de “Money for nothing” de Dire Straits, en compañía de guiños icónicos a los 80 que hacen que el espectador entre en contexto rápidamente, gracias a una referencia a la novela 1984 de George Orwell, en la voz de Matt Damon. El actor en esta oportunidad interpreta a Sonny Vaccaro, el personaje que ilustra el proceso de la firma entre Nike —cuya división de baloncesto se muestra “en sus horas más oscuras”— y el deportista oriundo de Carolina del Norte, quien ya había sido escogido como la tercera opción en la primera ronda del draft de ese año por los Chicago Bulls de la NBA.
El film que dirigió Ben Affleck, quien también da vida en la cinta al inquieto CEO de Nike, Phil Knight, se sitúa en 1984, época en la que Sonny Vaccaro se encontraba esculcando entre jóvenes que veía en los torneos universitarios en donde está ese rookie que puede hacer despegar la marca que representa, en la división de baloncesto, un deporte en el que ha demostrado tener un ojo clínico, en especial cuando gana en muchas de sus apuestas.
Por esos días, Nike solo tenía un escaso 17 % de presencia en el mercado del baloncesto. Adidas y Converse dominaban ampliamente ese nicho y tenían a figuras como Magic Johnson, Larry Bird y Julius Ervin para lucir sus productos, así que la Nike que hoy conocemos era minúscula en aquel entonces, al menos comparada con la dupla que le antecedía. Eso era lo que tenía a la empresa caminando sobre hielo fino y llevó a Rob Strasser, el encargado de marketing de Nike, que interpreta Jason Bateman, a buscar entre los novatos a la figura que dispararía las ventas de la compañía.
El guión de la película, escrito por Alex Convery, cuya filmación fue hecha con una cámara Arri Alexa 35mm por el reconocido director de fotografía Robert Richardson —dejando a un lado el actual formato digital y regresando al rodaje en película— también contó con la mano de Jordan. Sus sugerencias estuvieron precisamente en la presencia de dos de los personajes más preponderantes: la aparición en la trama de su amigo personal Howard White, el vicepresidente de Jordan Brand en Nike —interpretado por Chris Tucker— así como a su madre, Deloris Jordan, a quien el basquetbolista recomendó que estuviese a cargo de Viola Davis.
El plot de la historia se centra en cómo Vaccaro, quien es un scout de basquetbolistas, busca romper las reglas de la empresa, al querer firmar a un joven Jordan que aún no había puesto un pie en la NBA y así posicionar la marca dentro del rubro. En este momento Nike solo era reconocida por tener zapatos para corredores y era por ello que su división dedicada a este deporte estuvo cerca de cerrar. Pocos eran los jugadores interesados en usar su marcas, entre ellos la joven promesa de los Chicago Bulls que solo tenía su mirada en una marca: Adidas.
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En esta película no hay villanos, sino intereses diversos que poco a poco se fueron encausando hacia una sola meta: cerrar el trato entre el deportista y la compañía. Vaccaro supo esto de inmediato, pero ante las dudas que tenía de continuar, consultó al entrenador y su gran amigo George Ravelin, en la piel de Marlon Wayans, quien le dio palabras determinantes para pasar sobre el agente de Michael Jordan, el petulante David Falk, personificado por Chris Messina, que sin anestesia le dijo de frente: Jordan jamás aceptará siquiera reunirse con Nike, él solo quiere Adidas.
La testarudez de Vaccaro terminó de germinar. Por ello, ignoró a Falk y un día se pareció sin avisar en la casa de la familia del jugador, donde consigue al señor James Jordan y su esposa, Deloris, quien le recibió con cautela, pero atenta a lo que tenía que decir. El intercambio entre ambos personajes decantó en una reunión para pitchear la propuesta de Nike, que a regañadientes fue pactada posteriormente por el agente del joven deportista, luego de que se llevaran a cabo los encuentros con Converse y Adidas.
Con el reloj en contra y una propuesta arriesgada, Strasser y Vaccaro se reúnen con Peter Moore (Matthew Maher), el diseñador de las zapatillas de Nike que da vida al nombre y el estilo del calzado, que de entrada rompía las reglas de los colores de la NBA. Este fue el motivo por el cual la empresa asumió el costo de las multas que tendría que pagar Michael Jordan, cuyo monto ascendía a 5000 dólares, por cada partido en el que usara las Air Jordan.
El objetivo estaba definido y la negociación ya venía marcada. Al momento de encontrarse en la sala, la familia Jordan tenía pocas expectativas, sobre todo Michael, quien, a pesar de que no sale de frente en pantalla (por decisión de Affleck de no crear una distracción al espectador) tenía ademanes notorios de dejadez frente a la propuesta hasta que Vaccaro le habla de lo que esconde el producto que tenía en sus manos: la capacidad de “volar”.
El discurso, por demás emotivo, logró un cierre de una parte del trato. Sin embargo, el aditivo necesario para hacer jugosa la negociación viene de la mano de Deloris Jordan, al recordarle a Vaccaro que la firma entre las partes se hará solo si Michael Jordan recibe un porcentaje de las ganancias, lo que era algo inédito en la industria deportiva, porque en aquel entonces la participación de los atletas era mínima en las decisiones y en la economía del deporte en todas sus áreas. Obviamente, Nike aceptó, aunque no se sabe si había medido la magnitud de su decisión.
Para hacer un cierre épico, Air termina mostrando en cifras un bocado de las ganancias que dejó la alianza entre Nike y Jordan, así como sus respectivas repercusiones a los contratos con los deportistas hoy en día. Lo hace con «Born in the USA» de Bruce Springsteen, de fondo, luego de una referencia que Rob Strasser esboza durante la película, hablando sobre el significado más profundo y crítico que se esconde en esa melodía cautivadora que ofrece “The Boss”.
Todo niño en algún momento de su infancia quiso ser como Michael Jordan. No es un secreto para esta generación que “Mike” rompió todo. Seis veces campeón con los Chicago Bulls, dos veces ganador de oro olímpico con el equipo de baloncesto de Estados Unidos y MVP de la NBA en cinco ocasiones. Él lo hizo todo en este deporte, marcó un hito por la época en que lo hizo y cómo de allí serían evaluados los deportistas.
Sobre Michael Jordan se ha escrito tanto. Muchísimo. Se seguirá escribiendo, quizá con un dejo de nostalgia y también de admiración para enseñar en las canchas sobre esa mentalidad de hierro que profesó este jugador al minuto que sintió esa conexión con el balón. Esta película, dirigida de manera impecable por Ben Affleck, retrata solo una de las aristas de lo que significó él para el baloncesto y para la industria deportiva en general, una que dejó también un modo distinto de hacer negocios que impregnó a otras disciplinas. Así de grande es Jordan.