Diego Márquez ya no está. Cuando se habla del insigne baterista de Zapato3, al igual que de su partida en circunstancias que hoy entristecen tanto a sus compañeros y a quienes siguieron la trayectoria del grupo venezolano durante décadas, parece inevitable sucumbir ante el recuerdo de su paso por la banda. La amarga nostalgia sigue allí, a pesar de que el escenario que manejan a su antojo Fernando Batoni, Álvaro y Carlos Segura, sumados a Jaime Verdaguer desde el teclado, así como la adición que se hizo de Darío Adames en la batería, se impregne de esa vibra tan distintiva de una banda que ha ido dejando su huella de manera recurrente.
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Esa despedida que, al final, no tuvo Diego marcó el hilo del tour más reciente de Zapato 3 que los ha llevado por España, Portugal, Chile, Argentina y ahora Estados Unidos. Están desde finales del año pasado tocando en la gira denominada “Réquiem por un Zapato”, un homenaje al músico que se quitó la vida en febrero de 2022 y hoy es sustituido por Adames, exintegrante de la banda Caramelos de Cianuro, con quienes estuvo hasta inicios de 2020.
Tal como lo dicta el nombre del tour, estos últimos encuentros del grupo con su audiciencia están marcados por un mood bastante agridulce, después de tres años alejados de su público americano y europeo. En este espacio de complicidad que se abría entre la banda y sus seguidores repetía una y otra y otra vez esa frase tan duramente cierta de Safo: “Si la muerte fuera un bien, los dioses no serían inmortales”, una afirmación que no es irrestricta a la referencia de lo que ocurrió con Márquez, sino a quienes han transitado experiencias parecidas, tal como pasa con todo lo asociado al suicidio, causa de su deceso.
Durante ese “réquiem” que llega de manera paulatina a sus fanáticos, a medida que se van abriendo más fechas y a pesar de que las ciudades variaban tanto como la cultura con la que se encontraban, se mantuvo incólume ese vértice: el justo homenaje a Diego Márquez. El negro cerrado se ve como la constante en sus conciertos. Fernando Batoni sigue presente con sus sombreros característicos y vestuario siempre ecléctico. Mientras esto ocurre, Carlos Segura cede la chaqueta de cuero, para dejar ver la banda negra que lleva en un brazo, justo cuando Álvaro Segura, lejos de ese amarillo estridente que, por ejemplo, lució en su oportunidad en Argentina durante 2019 aludiendo a los Sex Pistols, viste alguna remera que aunque hable de rock se une a ese luto implícito, ese del que nadie habla. Jaime Verdaguer y Darío Adames también hacen lo propio.
Cada concierto, una “reedición” de ‘La última cruzada’
En el repertorio de esta banda que se ha lanzado a los escenarios una vez más, con “Réquiem para un Zapato”, nunca se desaprovecha la oportunidad de lucir canciones como “Obstinado”, “Cuchillo” o “Elefantes marinos”, tema que fue lanzado en 2018. Tampoco se pierde esa característica interacción con la audiencia que quedó capturada en el documental “Vuelo Sobre Ti“, dirigido por Luis Soles, en el que se retrata toda la gira del regreso de Zapato 3 en 2012, que se conoció como “La Última Cruzada”, luego de que el grupo se separara en el 2000.
Y es que, en los encuentros con su público se siente esa nostalgia tan familiar, esa que experimentaste en ese momento de adolescencia rebelde, si tenías a esta banda entre una de tus predilectas, esa misma que te permite disfrutar de ese talento encapsulado en temas como “Amo las estrellas”, “Separación”, “Entrada de Bala”, “Amor de Hierro” y “Pantaletas negras”, acompañados de ayuda visual que mostraba las portadas de”Bésame y suicídate”, uno de sus seis álbum más preponderantes que se han publicado a lo largo de la carrera de esta banda, cuyos inicios datan de 1983.
Ahora, con 40 años en los escenarios y varios amigos perdidos en el camino, Zapato3 sigue batallando como los guerreros del rock que son. Están renuentes a deponer las guitarras, el teclado, las baquetas, el bajo y la pandereta… Y muchos fanáticos hoy agradecen ese empeño testarudo que tiene el grupo de hacer catarsis con la música y con su público, como lo hicieron en otras épocas en locales con poca luz y una acústica no tan buena como la de estos días.
Para unos, la lección que dejó la ida de Diego Márquez, entre muchas que se asocian al tema de la depresión, el desarraigo y cualquier factor que pudo haber causado que se quitara la vida, es que cada adiós como este, en cualquier circunstancia, deja ese sinsabor que no se quiere repetir. El duelo es un proceso complejo y quienes quedan en este plano lo saben. Es por ello que solo se limitan a sobrellevar una verdad que puede tardar años en aceptarse. Por suerte, tenemos letras impregnadas de una honestidad necesaria que nos acompañan en el camino y hacen el momento más llevadero, porque tranquilo no es, menos hoy… quizá tampoco lo sea por un tiempo más.