Debo reconocer que antes de ver Argentina, 1985 esperaba algo más desapegado a la realidad. Como ocurrió con La noche de los lápices, temía que se tratara de una deformación completa de la historia reciente. Sin embargo, la producción nominada al Óscar como “mejor película extranjera”, replica lo que se propone dignamente: el proceso del juicio a la Junta Militar, que gobernó el país entre 1976 y 1983. Igualmente, el film no pudo evitar algunas críticas merecidas. Me refiero a las opiniones que consideran que exponer el proceso judicial contra los militares, dejando de lado el terror previo de las agrupaciones subversivas, presupone una actitud algo deshonesta. ¿No sería negocio realizar una película que recorra la verdad completa sobre los setenta? ¿Hay temor ante una eventual reacción de la izquierda y el progresismo “políticamente correcto”?
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Puede que uno de los motivos para no abordar desde la cinematografía, que al fin y al cabo es un negocio, sea la imposibilidad de tratar la temática desde el tradicional enfrentamiento entre “buenos” y “malos”. Aunque uno puede empatizar o sentir más rechazo por unos u otros, la dicotomía entre el bien y el mal no podría quedar explícita como ocurre en las películas comerciales. Sin embargo, una propuesta con narrativa madura y honesta, más interesada en la historia que en las anteojeras ideológicas, podría ser un proyecto interesante para el público y un aporte a la discusión en Argentina,
Otra de las dificultades para semejante iniciativa, en caso que exista la valentía como para materializarla, sería establecer el punto de partida.
Ubicar la violencia política desde el 24 de marzo de 1976 sería un gran error histórico. La cuestión es que la problemática es previa al último gobierno peronista y a los sucesivos golpes militares. Puede que haya que remontarse al primer peronismo si uno quiere comprender la raíz de los enfrentamientos nacionales. Claro que aquella época de Juan Domingo Perón ya tiene dos interpretaciones muy distintas: la de la experiencia fascista, que tuvo que ser interrumpida por la fuerza o la del primer “gobierno popular”. Sea como fuere, también existe toda la documentación histórica en caso de querer retratar el pasado como ocurrió.
Lo mismo se podría hacer con la década del sesenta, con Perón en el exilio fomentando la violencia política, con el radicalismo aprovechando la democracia limitada por la proscripción al peronismo y con los militares interviniendo cuando se les daba la gana. Claro que, como dijimos, acá no hay “buenos y malos”. Todos los actores tuvieron responsabilidad en el desastre y un repaso serio por estos años, enojaría a los partidarios de todos los espacios. Aunque los militares que intervenían en política afortunadamente están extintos, el radicalismo y el peronismo siguen siendo los dos partidos más grandes del país.
Llegando a la década del setenta, puede que ningún productor esté dispuesto a retratar una verdad incómoda para el relato edulcorado que prima en la realidad. ¿Cuál? El hecho que la gran mayoría de los argentinos estaba más preocupada por el terror de las organizaciones armadas, que por cuidar las instituciones democráticas y las garantías constitucionales.
Pero, ya con relación a la previa del último golpe militar y al accionar terrorista de ERP y Montoneros —que buscaba implementar una dictadura de corte marxista— ¿por qué una película no puede retratar aquellos años, donde los secuestros y las bombas eran lamentables monedas corrientes? ¿Consideran los productores locales que, si una nueva generación es expuesta a la violencia política de la izquierda, podrían terminar justificando el terrorismo de Estado de los militares?
Ojalá que no sea así. Sería valioso que próximos lanzamientos sobre el pasado reciente recojan la historia de forma objetiva y que el público pueda estar en condiciones de formar sus propias opiniones. Cuando se insiste con un pasado sesgado, no se hace más que fomentar un futuro de venganza del bando opuesto, que seguramente tampoco apele a la objetividad y la ecuanimidad cuando tenga las riendas.
La historia reciente de Argentina puede que sea imposible de retratarse desde la dualidad tradicional de héroes y villanos, pero sin duda es necesario enfrentarla y debatirla sin tapujos si esperamos cambiar el rumbo del país.