La crisis interna del Partido Popular (PP) liderado por el diputado Pablo Casado, a raíz del encontronazo con la presidente de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, permite analizar rasgos del fenómeno político español que sirven para evaluar algunos aspectos del fenómeno político venezolano.
Comenzando porque la crisis explota con la rueda de prensa de la presidente de la Comunidad de Madrid, en la que denuncia que se le acusa de corrupción por beneficiar a su hermano con un contrato por el que cobró una gran cantidad de dinero. El simple mensaje de Ayuso desató una tormenta de reacciones que obligaron a la élite del partido a buscar y encontrar la verdad en menos de 100 horas.
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Esto nos recuerda cuan diferente fue en 2019 la situación ante la denuncia de corrupción realizada contra el interinato venezolano, por cierto, por el PanAmPost. Las reacciones de parte de los señalados fueron a la defensiva, con victimismo y arrogancia. Luego de 3 años, no se busca la verdad y no hay ningún tipo de intención de encontrarla. El contraste es evidente: en España encontramos a un PP comprometido con la transparencia, y en Venezuela tenemos a Voluntad Popular (VP) más bien ofendido por ella.
Otra de las cosas que me llama la atención, es que, en el mensaje de despedida del Congreso de los Diputados, Casado ha resaltado que el PP y el PSOE encausaron la transición de la dictadura a la Libertad para “vivir en concordancia y reconciliación, frente al rencor y la ira”, destacando que para que esto ocurriera luego de la dictadura, el liderazgo político del momento mostro grandes dosis de voluntad política.
En el fenómeno político venezolano ha parecido una tarea imposible, el encontrar voluntad política para que entre las fuerzas fuera del chavismo ocurra una estructuración que conduzca a materializar una alternativa. Se demostró con la Coordinadora Democrática, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y ahora el interinato. Sin esta voluntad política, sincera y determinada, no es posible encaminar un programa y una agenda, mucho menos instaurar un orden político distinto del autoritarismo en el que estos actores acepten nuevas reglas de juego.
Volviendo a la despedida de Casado, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, le deseó como persona lo mejor, y garantizó que no se convocarían elecciones generales, agregando que “las elecciones se convocarán cuando correspondan para competir con base a los méritos y no a las debilidades de los adversarios”. Con este momento, es posible resaltar el reconocimiento y el respeto mutuo entre adversarios, a pesar de las profundas diferencias.
En el caso venezolano, existen comportamientos que desestructuran y más bien buscan la atomización de la alternativa al chavismo. Veamos, por ejemplo, la actitud arrogante de Acción Democrática (AD) señalando de infiltrados del régimen, divisionistas, fascistas, radicales o antipolíticos a todo lo que no esté dentro de la MUD. Contrario a la actitud española, la actitud que prevalece entre los partidos políticos tradicionales de Venezuela es más bien la de potenciar la debilidad de los actores que no son chavistas para mantener el estatus quo al cual pertenecen.
Siguiendo con el caso español, Santiago Abascal ofreció una rueda de prensa en la que indicó que el mayor drama para la alternativa al sanchismo, es que aquellos votos que no van a Vox, se abstengan, al no verse más representados en sus partidos. Indicó que una alternativa fuerte está conformada por partidos en los que los ciudadanos voten al programa que los representa: “El único voto útil es el que coincide con las convicciones del elector”. Los detractores de Vox esperaban que Abascal se aprovechara del momento para destruir la imagen del PP, pero hizo todo lo contrario: respetuosamente no comentó sobre el destino del líder del PP ni del partido, recalcando que “eso lo definen sus militantes”.
De esta actitud podemos destacar la importancia que el líder de Vox da a la fortaleza de los otros partidos políticos con los que puede constituir una alianza a la izquierda representada por Pedro Sánchez. Se tiene conciencia de que un sistema político sirve para organizar civilizadamente la diversidad de la sociedad, orientar los destinos del país y que, en esa mayoría, todos tienen que ceder en cierto grado para que se mantenga la cohesión.
En cambio, en Venezuela, los partidos políticos han optado por condenar a los ciudadanos a ejercer su derecho al voto en contra de sus convicciones bajo el chantaje de la unidad. Han tenido la desvergüenza de promover el voto entre líderes con los peores perfiles para cumplir el rol de representación política. Entre ellos las imposiciones son a la fuerza y la representatividad de la población frente a la MUD es sumamente limitada y excluyente. No en vano la mayoría de la población rechaza al chavismo, pero tampoco se siente representada por ellos.
Pero además de comparar discursos, veamos algunos hechos.
En España, luego de la masiva protesta de los militantes en la sede nacional del PP, que reflejó el quiebre emocional con el liderazgo y el sentido de pertenencia de los votantes con su partido, se aceleraron los cambios. La renuncia de Casado fue solicitada en reunión con los presidentes territoriales, de manera unánime, no a dedo. Como producto de este encuentro, se ha confirmado que Casado no presentaría candidatura en el Congreso Extraordinario a celebrarse el 2 y 3 de abril para elegir un nuevo liderazgo, en un proceso democrático donde la militancia tendrá el protagonismo.
No hubo necesidad de violencia, grupos armados, escraches, persecuciones personales o difamación para que todo se diera. La altura política y la buena educación prevaleció entre los miembros del partido, desde el militante hasta la élite.
¿Cuándo hemos visto en Venezuela un proceso parecido, donde la militancia protesta contra la élite del partido para renovar el liderazgo? O ¿Cuándo hemos visto a los líderes de los partidos tomar cuenta de sus errores y hacerse a un lado para que los militantes elijan un nuevo liderazgo a través de un proceso democrático? Estas son preguntas que gustarían ser respondidas por muchos venezolanos.
España tiene sus propios problemas, pero tiene una Monarquía Constitucional como sistema político en la que la existencia de los partidos es fundamental. Para que en Venezuela podamos tener un nuevo orden político, primero debemos salir del chavismo, sin embargo, la restructuración del tejido político debe comenzar desde la ciudadanía.
De la ciudadanía es que puede brotar un esfuerzo en el que se repiense a Venezuela y en torno a ello, se institucionalice en organización política ese pensamiento. Esa organización puede establecer nuevos cánones de acción política y con ello reanimar a la población para que se movilice masivamente y se pueda lograr la transición de la dictadura a la democracia.
Estas son apenas algunas lecciones que los venezolanos podemos aprender del fenómeno político de España, nuestro siempre hermano país.