Líderes mundiales, organizaciones independientes, empresas y personalidades de la sociedad civil se reúnen del 30 de noviembre al 12 de diciembre en Dubái por la Cumbre del Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP28). Por estos días ya se firmaron varios acuerdos que van desde la financiación adicional por 180.000 millones de dólares de parte de los Bancos Multilaterales de Desarrollo (BMD) hasta “asegurar una transición energética sensible a los temas de género”.
Este encuentro da para todo, especialmente para la politización e ideologización de la acción climática en lugar de soluciones reales. Por ende, mientras distintos gobiernos de todo el mundo ondean las banderas de la “reducción de las emisiones de carbono” o de la “igualdad de oportunidades ante la crisis climática”, en realidad se están volviendo cada vez más dependientes de China. Especialmente Estados Unidos.
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La primera potencia mundial no puede prescindir de los minerales que llegan de China porque la agenda verde que tanto promueve el gobierno demócrata de Joe Biden necesita materiales como grafito y tierras raras que se extraen en el gigante asiático, ya que en esa nación no hay regulaciones ambientales. Es como barrer el sucio para esconderlo debajo de la alfombra al continuar con la explotación de recursos y de zonas verdes, ocultándolos de la vista del resto del mundo.
Tierras raras: la carta fuerte de China
Hay una afirmación que hizo Steve Malloy, investigador jurídico del Instituto Legal de Energía y Medio Ambiente, a The Epoch Times: “China está utilizando el clima para subvertir a Estados Unidos”. ¿Cómo ocurre? Consiguiendo que esta nación y países europeos dependan del comunismo chino en materia de tecnología. Tal como dice el experto, “es una lucha sin luchar”. Tampoco deja de lado su parecer sobre la transición energética de la Administración Biden. “Es extremadamente frustrante ver a nuestros políticos con estos mandatos eólicos, solares y eléctricos”, añadió.
Turbinas, vehículos eléctricos, teléfonos o paneles solares se fabrican con materias primas que no solo están en zonas de África, también se encuentran en China, convirtiendo al Dragón Rojo —el mayor enemigo de EE. UU.— “en el principal proveedor y procesador del mundo” de esos minerales.
Las cifras lo comprueban. El año pasado, China representó el 70 % de la producción minera de tierras raras, frente a 58 % en 2021, de acuerdo con datos difundidos por el Financial Times. Solo la mina Bayan Obo, al noreste de China, contiene 70 % de las reservas conocidas de elementos de tierras raras del mundo. El proceso técnico para separarlas es enormemente complejo y consta de 1500 pasos. El gigante asiático se volvió experto con los años, y países “defensores del clima” no pueden lograr lo mismo localmente de la noche a la mañana. “El mundo entero realmente depende de China para esto”, es otra frase que lanza el experto.
Dominio tecnológico en el año 2049
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) calcula que de 2018 a 2021, China fue responsable de 74 % de las tierras raras importadas a EE. UU. Un número útil en términos geopolíticos, porque si hay otra cosa que sabe hacer el comunismo chino es chantajear a gobiernos de todo el mundo.
La actual Administración de Joe Biden no es ajena a esa realidad. En octubre pasado bloqueó un envío de 5000 millones de dólares en chips a China y en septiembre anunció la instalación del “Centro de Excelencia” en Costa Rica para ofrecer entrenamiento técnico sobre semiconductores y otros campos de la economía digital en un país aliado y cercano geográficamente. Pero igualar a China en esta materia no será sencillo.
Entonces, Pekín aprovecha su ventaja tecnológica y el fanatismo ideológico de gobiernos progresistas y defensores de la agenda verde para socavarlos sin hacer ni siquiera un mínimo esfuerzo adicional. Ese camino lo trazó el Partido Comunista de China (PCCh) hace años, tras publicar un documento en 2012 para exigir a sus filas “profundizar la reforma del sistema científico y tecnológico a fin de sentar una base para que el país se vuelva una potencia tecnológica cuando se celebre el centenario de la nueva China en el año 2049”.
En la COP28 anuncian objetivos que parecen nobles, pero en realidad benefician a China, el mayor contaminante del mundo y también asistente del evento.