La lucha contra el cambio climático ha acaparado la agenda de gobiernos y medios de comunicación en las últimas semanas. Sobre todo por el hecho de que los líderes mundiales están reunidos en Glasgow, Escocia, tratando de llegar a acuerdos que eviten una catástrofe ambiental para las próximas generaciones. Pero hay que extraer con pinzas los mensajes de gobernantes, activistas y organizaciones que dicen defender el ambiente y sus discursos están cargados de ideología y propaganda de izquierda, muy alejados de una política real que favorezca al planeta.
En el marco de la cumbre COP26 se han producido manifestaciones en las calles de Glasgow y de otras ciudades del mundo. Lo que más ha llamado la atención han sido las consignas. “Necesitamos una revolución socialista”, dijo uno de los manifestantes, quien agregó que el mundo necesita “deshacerse de todos estos bastardos capitalistas”.
Argumentos de este tipo se repitieron. “Las empresas de combustibles fósiles pueden ir y ahogarse en sus combustibles fósiles”, declaró otro activista. A su juicio, un sistema socialista sería una “sociedad democrática” en la que todos los ingenieros sean “reentrenados” para centrarse en la “energía renovable”, indica una reseña publicada por Breitbart. El Partido Socialista Escocés hizo acto de presencia en la marcha, al igual que el grupo estadounidense de extrema izquierda Antifa.
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Que la izquierda se apodere de la agenda climática no es una novedad. Regímenes de esta naturaleza la utilizan para controlar el libre mercado y ampliar su autoritarismo. Ya lo advertía Daniel Lacalle, economista y administrador de fondos, en un artículo de 2019. Los sistemas intervencionistas nunca defienden la mejora del ambiente, sino que pretenden apropiarse de la bandera climática para hacer lo contrario y luego culpar al enemigo externo más cercano.
“La politización de la acción climática no defiende el medio ambiente, sino que encubre el intervencionismo. De ahí el silencio sobre los registros medioambientales de regímenes altamente intervencionistas como China e Irán”.
Ejemplos de oriente a occidente
Los activistas y organizaciones hablan de una “revolución socialista”, pero dicha retórica se viene abajo, ya que los países con regímenes de izquierda están lejos de contribuir a las soluciones. Por ejemplo, China se convirtió en el primer emisor mundial de gases de efecto invernadero. Lanzó a la atmósfera el 31 % del total de CO2 en 2021, según un informe revelado en la actual cumbre climática.
Otros casos similares:
- Venezuela: sumida en socialismo desde hace 22 años, hoy padece la destrucción del Amazonas por la extracción de minerales. Creado en 2016, el Arco Minero abarca varios estados del país y contiene oro, diamantes, cobre, bauxita, entre otros. Hoy está bautizado como el “Chernóbil ecológico”, pero el oficialismo lo defiende como un ingreso alterno de recursos debido a la destrucción que provocó en la industria petrolera. Eso, sin contar los numerosos derrames de crudo por negligencia.
- Cuba: en 2017 Raúl Castro pidió “cerrar filas para detener el continuo deterioro de la madre Tierra”. A pesar de ello, hay reportes de contaminación en bahías y costas por desechos de las refinerías y residuos plásticos. Para 2018 se estimaban 11000 fuentes contaminantes de aguas terrestres y zonas costeras de la isla.
- Bolivia: incendios forestales de 2019 calcinaron 5,3 millones de hectáreas. El entonces presidente Evo Morales fue lento y negligente con la respuesta para apaciguar el fuego. Pero no fue lo único, firmó una serie de acuerdos agroindustriales que contribuyeron a la desforestación. “Y eso que era defensor de la Madre Tierra”, declaró un ambientalista ese mismo año.
- Rusia: está entre los diez países más contaminantes con sus emisiones de CO2. Carece de políticas medioambientales sólidas que puedan incentivar al sector industrial a reducir la contaminación, según comentarios de International Finance Corporation del Banco Mundial. Dicho sector representaba en 2012 60 % de la contaminación del aire del país, 25 % de la contaminación del agua y más de 90 % de sus desechos sólidos.
“Fin del capitalismo y de la supremacía blanca”
Mikaela Loach, una activista climática de la Universidad de Edimburgo, exigió durante las manifestaciones “el fin del capitalismo”. “Debemos exigir el fin de la supremacía blanca y de la liberación negra. Abolir las cárceles y la policía”.
Sin embargo, estudios como el de Heritage Foundation demuestran que las economías “esencialmente no libres” o “cerradas” tienen las peores puntuaciones del Índice de Desempeño Ambiental (46,7 y 50,3 puntos, respectivamente). Dicho análisis, replicado por Libre Mercado, indicó que los países más económicamente “libres” del mundo también logran los resultados más altos en el índice de calidad medioambiental (EPI) que elabora la Universidad de Yale, con un promedio de 76,1 puntos sobre 100.
El artículo de Daniel Lacalle contiene una certera frase sobre la agenda climática radicalizada por la izquierda. “Es triste que algo que todos deberíamos apoyar —la protección del medioambiente— se convierta (como tantos otros objetivos compartidos por todos) en un instrumento de propaganda para encubrir la forma más deplorable y absoluta de intervencionismo”.