Cuando un gobierno comienza a pronunciar un discurso de precarización y pide a los ciudadanos recortar cualquier actividad o consumo que les asegure tener mayor calidad de vida, significa que las cosas no irán bien en el futuro. Ni en el ámbito económico, ni en el político o social. Los venezolanos son la prueba más reciente de ello.
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Es en este sentido que en Colombia comienzan a vislumbrarse rastros de lo que inició hace más de 20 años en el país vecino. El motivo es que el presidente Gustavo Petro hizo un llamado a “consumir menos gasolina” porque, a su juicio, “la economía va bien”, pero quiere “que vaya mejor”. Para ello, su idea es reducir las importaciones de combustibles, especialmente de gasolina. Entonces el pedido del mandatario es que las personas recorten el uso del recurso que les permite trasladarse, lo cual afectaría no solo a los medios de transporte particulares sino también los públicos y muy probablemente la cadena de distribución de productos.
No tardaron en llegar las críticas. Una de estas, exigiendo que haga el mismo pedido a la vicepresidente Francia Márquez por sus viajes en helicóptero o en avión, tomando en cuenta que en su última gira internacional se llevó una comitiva de 53 personas. En otros mensajes ironizan que para Petro la solución está en abandonar los viajes en vehículos, en lugar de promover las exportaciones o fortalecer y modernizar el aparato productivo del país.
Osea, mecanismo macroeconómico para mejorar la balanza comercial es NO USE EL CARRO.
Por poco y pensé que iba a promover exportaciones, fortalecer la industría, ayudar a tecnificar ,etc.
Gracias Presidente!
— efra (@efra_barajas) June 12, 2023
Chávez en el espejo de Petro
La reciente solicitud de Petro de consumir “menos gasolina” podría compararse con el momento cuando defendía el impuesto de 40 % sobre la ropa importada mientras vestía una camisa de la marca estadounidense Calvin Klein.
Sin embargo, más allá de esta ironía, está el hecho de que su reciente pedido es semejante al que la dictadura venezolana hacía años atrás. Por ejemplo, en 2009 el entonces dictador Hugo Chávez exhortó a usar menos electricidad y recortar a tres minutos el tiempo para ducharse. Por esos mismos días, también exigía a los venezolanos comer menos porque “hay mucha gente gorda en Venezuela”.
“Hay gente que se pone a cantar en el baño media hora. ¿Qué comunismo es ese?”, dijo. “Yo lo he contado: tres minutos es más que suficiente; no quedo hediondo. Un minuto para mojarse, otro para enjabonarse y el tercero para enjuagarse. Lo demás es un desperdicio”, vociferó. En el momento de la alocución, el dictador también ordenó apagar los aires acondicionados de las oficinas estatales y amenazó con cerrar los centros comerciales por consumir “demasiada electricidad”.
No conforme con eso, Chávez aseveró que “los que más malgastan son los ricos” por tener piscinas o televisores en sus habitaciones. Cosas o “lujos” que terminaron teniendo sus allegados a costa del robo milmillonario contra las arcas venezolanas. Pero en ese momento Chávez culpaba al fenómeno climático “El Niño” por dejar vacías las represas hidroeléctricas debido a la falta de lluvia. El discurso de precarización se eternizó.
Los presentes aplaudían y se reían. Entre ellos estaban Nicolás Maduro, actual dictador, y Rafael Ramírez, expresidente de PDVSA, hoy exiliado. Este último luego confesó que en los 10 años que estuvo al frente de la estatal petrolera, se perdieron unos 700.000 millones de dólares.
Por el mismo camino
Aunque el gobierno izquierdista de Gustavo Petro apenas comienza, en Colombia hay indicadores que demuestran cuales son sus objetivos. Por ejemplo, el contenido de sus reformas tildadas de abusivas y peligrosas para la economía del país, su llamado a una “revolución” o su amistad con el dictador Nicolás Maduro, a quien le ha lanzado un salvavidas exigiendo internacionalmente el levantamiento de las sanciones.
Más allá de las fronteras, en Asia también hay ejemplos de países donde se exige a los ciudadanos pagar el precio de las malas políticas y el totalitarismo de sus gobernantes. Y no es casualidad que también transiten el camino del comunismo. Hace dos años, en Corea del Norte, la dictadura comunista pidió a la población comer menos durante cuatro años. Es decir, al menos hasta 2025 los norcoreanos deben comer menos cuando de por sí, 40 % de ellos padecen desnutrición de acuerdo con cifras de la ONU.
El escenario del país asiático luce distante, pero no así el venezolano. Tampoco el cubano, nación donde la falta de gasolina está causando estragos desde hace meses tras más de seis décadas de dictadura con un discurso enfocado en responsabilizar al “imperialismo” de todos sus errores.