Cuando un programa nos engancha hay dos cuestiones que nos pasan frente al televisor: el deseo que los capítulos intensos no terminen y el vicio de recaer en el “uno más y apago”, cuando ya pasaron varias horas de la medianoche y al otro día hay que madrugar. A diferencia de los primeros cinco lanzamientos, la sexta temporada de Black Mirror no tiene nada de esto. Dejando de lado la primera entrega, donde pusieron toda la carne al asador, los episodios no solamente son bastante intrascendentes, sino que no parecen tener demasiado que ver con la temática del show. Llegar al final de la temporada, e incluso al fin de varios segmentos, se torna un suplicio. Muy lejos de esas producciones que envician y liquidamos en uno o dos días.
Claro que las cinco primeras temporadas tienen puntos altos y bajos. Sin embargo, son intensas y todos recordamos varios capítulos, muchos de los cuales volvimos a ver en reiteradas oportunidades. San Junipero o USS Callister son ejemplos de los episodios que no aburren y sorprendieron al público en los años anteriores. El archivo de la serie también tiene clásicos como The National Anthem, que si bien no es para repetirlo ya que no tendría demasiada gracia, se tratan allí situaciones tan disruptivas como inolvidables. En la sexta temporada de Black Mirror no hay nada de esto. Ni capítulos para ver nuevamente ni historias que nos llamen demasiado la atención.
Puede que catalogar como “fiasco” al lanzamiento de 2023 sea demasiado duro, pero lo cierto es que los años anteriores dejaron alta una vara que, en esta oportunidad, definitivamente no llena las expectativas de sus seguidores.
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Sin spoilear demasiado, se puede comentar que la apertura Joan is awful, es de lo mejorcito. Se apoya en un elenco estelar y, dentro de todo, tiene que ver con la temática de la serie. Puede que sea, junto a Beyond the Sea de “lo más Black Mirror” de la temporada, pero lo cierto es que el primer capítulo parece más a una sátira que uno de los clásicos a los que estamos acostumbrados con este programa.
Loch Henry, dejando de lado la cuestión del fetiche de las filmaciones de unos asesinos (que vendría a estar relacionado con la temática de la tecnología de la serie, aunque no en modo futurista sino del pasado) podría ser una película más, que poco y nada tiene que ver con Black Mirror. Tampoco es gran cosa.
Finalmente con, Mazey Day y Demon 79, donde se abandona por completo los denominadores comunes de las temporadas anteriores (salvo aspectos menores y secundarios como el cuestionable rol de los fotógrafos paparazzis), se abre la puerta a lo sobrenatural y a un terror light que desorienta más de lo que enamora.
Claro que nadie que haya visto las otras temporadas, sin ver aún la de este año, va a dejar de hacerlo por este comentario. Ese es el mérito de la creación de Charlie Brooker. Sin embargo, lo que tampoco podrá hacer es dejar de desilusionarse cuando termine.