Con la Ley Bases ya aprobada en la Cámara Baja, ahora el misterio es el Senado. El kirchnerismo y el gobierno ya trabajan duro en el “poroteo”, tratando de conseguir voluntades para voltear o aprobar definitivamente el paquete.
Por lo que todo parece indicar, el resultado es incierto. Los dos espacios que tienen el voto cantado, lógicamente, son la minoría de La Libertad Avanza, sus aliados del PRO y la UCR moderada, y el Frente de Todos kirchnerista. En el medio juegan los partidos provinciales, algunos gobernadores que negocian y los radicales más distantes del gobierno. Allí se debate una votación reñida. Si hay empate, define la presidencia de la Cámara con el voto de Victoria Villarruel, vicepresidente de la Nación.
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Este escenario tiene dos posibles desenlaces, pero ninguno va a vulnerar el plan del gobierno. Javier Milei ya dijo que el ajuste se hace por las buenas o por las malas. Si el Poder Ejecutivo consigue las herramientas, la transición a una economía civilizada será más sencilla, ya que se amortiguará con el crecimiento económico. Si en el Senado se impone el kirchnerismo, los legisladores que voten por la negativa tendrán que tener en cuenta dos cuestiones: quedarán expuestos ante un electorado que respalda las reformas y tampoco podrán doblegar al presidente, que está (afortunadamente) convencido del rumbo a seguir.
¿Cuál sería la apuesta “racional” del kirchnerismo y sus eventuales aliados? Embarrar la cancha para que la situación sea más dura para los argentinos, especulando con que en la elección de medio término de 2025 la gente vuelva a apelar a los espejitos de colores de Cristina Fernández y compañía. Esto no parece demasiado posible, pero el kirchnerismo apuesta a esto. No tienen otra idea en el menú ni el más mínimo sentido de patriotismo para desear que al país le vaya bien, aunque sea sin ellos en el gobierno.
Pero si el horizonte es la elección de medio término, los senadores tendrían que comprender que, lo más probable es que el presidente aumente su caudal legislativo en lugar de reducirlo. Es cierto que hay muchos argentinos que la están pasando muy mal, pero la explicación kirchnerista que todo esto es culpa de la nueva gestión no tiene demasiados oídos receptivos en el electorado.
Sí hay aproximadamente un tercio kirchnerista que lo cree y votará en contra. Pero, además del tercio duro que ya también consolidó Milei, hay otro espacio apolítico y apartidario y poco ideologizado que empatiza más con la reforma que con el modelo anterior. Buscar convencer a este sector apostando a que al gobierno le vaya mal, y, por ende, votando en contra de la Ley Bases, no parece ni lo más inteligente ni lo más lógico para hacer.