A diferencia de otras bandas, donde el irremplazable suele estar al frente y en la voz, los Beach Boys tenían a quien retrataba la esencia del grupo tocando el bajo y aportando en los coros. Se trataba del introvertido Brian Wilson, quien dejaba que los flashes y el éxito que consechaban sus melodías recayeran en la imagen de su primo, Mike Love, quien era el rubio cantante que se llevaba los suspiros de la mayoría de las seguidoras en los conciertos en vivo. Para el genial compositor de esta formación musical, los primeros años de excesos habían sido suficientes en el marco de la experiencia de rockstar, por eso se quedó a trabajar en el estudio a mediados de los sesenta, mientras sus compañeros se iban de gira, facturando por el mundo y aprovechando el momento de éxito. Bruce Johnston lo reemplazaría en los escenarios, sin que nadie protestara demasiado por su ausencia en los conciertos.
Cuando regresaron a los Estados Unidos en 1965, luego de una exitosa gira por Japón, y se encontraron con Wilson, en el estudio hubo confusión. El “surf-rock” que había sido la fórmula que los catapultó a la fama casi había sido dejado de lado en los bocetos del nuevo álbum, en el que estaba trabajando el compositor, mientras sus compañeros giraban por el mundo ante el delirio de sus fanáticas. Al día de hoy es un misterio lo que ocurrió con los hermanos Carl y Dennis Wilson, al igual que con el guitarrista Al Jardine, pero la leyenda cuenta que no tomaron bien la innovación de Brian.
Según dicen, consideraron que el estilo experimental era un riesgo innecesario estando en la cima del éxito, además cuestionaban que la producción se trataba básicamente de un disco solista del bajista y compositor y no un nuevo álbum de los Beach Boys. Al que sí le había interesado este nuevo trabajo musical era al reemplazante de Wilson en vivo, que entendió que se trataba de una genialidad en pañales. Love, que era el único que había escuchado los demos por teléfono, guardó silencio hasta que comenzaron a tocar las canciones y el resto reconoció que realmente había algo entre manos.
Participaron de la producción más de cincuenta músicos invitados y no se escatimó en ningún gasto. Brian Wilson tenía el producto en su cabeza y lo quería plasmado en la realidad sin importar los costos. La discográfica asumió los riesgos y así, un día como hoy pero de 1966, Pet Sounds vio la luz luego de casi un año de trabajo en el estudio.
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Paradójicamente, a pesar de ser uno de los discos más respetados de la historia del pop-rock, Pet sounds no llegó al número uno, a diferencia de muchos álbums que lo logran, para luego caer en la intrascendencia del tiempo. Los británicos incluso lo llevaron más arriba en el ranking, llegando al número dos del Reino Unido. En los Estados Unidos, el LP de los clásicos Wouldn´t it be nice, Sloop John B y God only knows se tuvo que conformar con el puesto número 10 como mejor posición.
Los que andaban más arriba en los listados en 1966 eran lógicamente los Beatles. Los cuatro de Liverpool también habían pasado del rock and roll a búsquedas más ambiciosas, pero no tan arriesgadas como la de los Beach Boys. Según trascendió en la historia musical, cuando Paul McCartney y John Lennon escucharon por primera vez Pet Sounds dijeron “nos han superado”.
Lo que sí está confirmado es el respeto de los Beatles por la producción de una de sus principales competencias y también la influencia directa que tuvo en la producción del clásico Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, que sí llegó al número uno en varios países del mundo y está considerado uno de los mejores discos de la historia.
Paradojas de la vida y de la historia del rock.