Un 4 de febrero, pero de 1991, salía a la luz Innuendo. El disco de Queen, como ya había ocurrido en otras oportunidades, trepó a lo más alto del chart británico ni bien salió a la calle. Al igual que como ocurrió con su antecesor, The Miracle, no hubo ni gira ni presentaciones en vivo. La excusa de la banda, que negó hasta último momento el estado de salud de Mercury, era el supuesto hartazgo de la metodología “álbum-gira, álbum-gira” que repitieron desde sus inicios a principios de los setenta hasta el Magic Tour de 1986.
Pero, más allá de las perspicacias obvias relacionadas a la ausencia del escenario, los rumores vinculados al sida eran cada vez más grandes, sobre todo desde 1987. Como se vio en la película Bohemian Rhapsody (la recreación muestra una entrevista televisiva, pero realmente fue una publicación del diario The Sun), el excolaborador Paul Prenter difundió los secretos vinculados a la vida sentimental y sexual del músico por 32.000 libras esterlinas. Lo que no se vio en el film fue que Prenter volvió con el caballo cansado pidiendo disculpas. Argumentó que la presión de la prensa le resultó insoportable, pero Mercury no lo perdonó y no volvieron a hablar. El sida se llevó primero a Paul en agosto del 91.
Los últimos momentos que compartieron Mercury con sus socios John Deacon, Brian May y Roger Taylor fueron prácticamente de familia. Mientras que muchas bandas exitosas terminan su carrera por conflictos vinculados a lo económico, Queen mostró una madurez a la altura de su música: hacia el final decidieron compartir todo por igual. Tanto en The Miracle como en Innuendo, todas las canciones se firmaron como “Queen”, sin importar sus verdaderos autores. Las discusiones a la hora de elegir los singles (por las lógicas razones de las regalías) quedaron a un lado y se concentraron en la música.
Luego de la muerte de Freddie, el 24 de noviembre de ese año, muchos pensaron que piezas como The show must go on o These are the days of our lives eran despedidas personales del vocalista, pero como estaban firmadas por el cuarteto era materia de debate entre los fans. Tiempo después se supo que la primera fue compuesta por Brian May y la segunda por Roger Taylor.
“A veces Freddie era incapaz de verbalizar lo que quería expresar. Nosotros, en cierto sentido, aunque suene muy extraño, creo que Roger y yo verbalizamos por él escribiendo algunas de las letras. Porque él había llegado a un punto en el que no podía expresarse con palabras”, señaló años después el guitarrista.
Aunque no tenía ninguna necesidad económica, Mercury trabajó hasta el final. Grababa lo que podía y como podía ayudado por unos vasos de vodka. “Cantaré hasta que me desangre”, dijo en las últimas sesiones de estudio.
Con Innuendo terminado, la banda volvió a sus estudios en Suiza y siguieron trabajando. Era obvio que no había tiempo para un nuevo disco. Sin embargo, Mercury ya en las últimas pedía que graben su voz acompañada de una base rítmica para que luego de su fallecimiento sus compañeros pongan la música. Así salieron Mother love y A winter’s tale, de Made in Heaven, editado en 1995.
Hoy, 30 años después del lanzamiento, Innuendo es un clásico indiscutido y para muchos el mejor disco de la banda. Luego del paso por el pop ochentoso, el último disco de Queen con Mercury retoma por momentos el rock duro y potente de los setenta, con una fuerza que parece no tener nada que ver con la agonía de un hombre. Puede que haya sido algo más que eso.