
En 2019 Elizabeth Jean Carroll cumplía 76 años, el final de su ciclo de vida se acercaba rápidamente, en algún momento sus ideas fueron de vanguardia en la cristiana y tradicional sociedad de los Estados Unidos, mismas ideas que fueron implantadas décadas atrás en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que se declaró atea, prohibiendo el cristianismo ortodoxo en Rusia, la tercera Roma. Las ideas de libertad sexual de la mujer y total independencia del hombre, por innecesario, que Elizabeth Jean Carroll propone, son los conceptos soviéticos introducidos en las universidades de los Estados Unidos por el pensamiento de la Escuela de Frankfurt. Bien pensado por los ideólogos soviéticos, para atacar y destruir a la Iglesia, el opio del pueblo, milenario contrapeso al absolutismo del estado y la barbarie; por estrategia es mejor empezar destruyendo el concepto divino de pudor y castidad en la mujer, cabeza y capitana de la familia y, luego inventarle un archienemigo; el varón. Destruida la moral en la mujer, se debilita la familia, entrando el Estado a gobernarla por un tiempo, hasta que la civilización se derrumbe completamente para luego construir una nueva. No hay que olvidar que fueron los comunistas soviéticos, desde el Estado, los que suprimieron el derecho divino a la vida, protegiendo el asesinato de niños, el aborto, en cualquier etapa del embarazo, en el año de 1920, inventando el derecho de la mujer asesinar al niño en su vientre.
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Elizabeth Jean, sin saberlo recogía la ideología comunista soviética y, escribía sobre sexo, la inutilidad del hombre para la mujer, daba consejos a mujeres sobre cómo ser libres, llamaba a su esposo negro, mono; y a su gata, vagina. Algo de fama obtuvo en el círculo de progresistas postmodernos. Pero su fama se diluyó con los años así como la juventud, divino tesoro, y su dinero.
Escribir sobre sexo, liberación sexual de la mujer y, cosificación del varón, hace tiempo dejo de ser atractivo, más bien es aburrido y obsceno ahora, a menos que acuses a alguien famoso de violación. Y eso es exactamente lo que Elizabeth Jean tenía en mente. Escribió el libro titulado, ¿Para que necesitamos hombres? Una modesta propuesta. El libro, de acuerdo con lo presentado en la demanda de Elizabeth Jean, describió la violación de Donald Trump y la experiencia de Elizabeth Jean con otros hombres. Antes, Elizabeth público un artículo para dar publicidad a su libro, era el año 2017 y acusó al entonces presidente Donald Trump de haberla violado 27 años atrás, en un probador de la tienda Bergdorf Goodman, en la Quinta Avenida de Nueva York. No hubo testigos, ella no se defendió, no grito, jamás denunció el hecho, pero según ella, se lo contó a dos amigas. La reacción de cualquier varón, ante tamaña falsa acusación es negarla, y al negarla significa que Elizabeth Jean miente. Mas sospechoso aun, que la supuesta víctima Elizabeth Jean, una periodista y escritora, no recuerda la fecha exacta en la cual la violación ocurrió, en su demanda solo indica que el acto aconteció entre el otoño de 1995 y la primavera de 1996, pero si recuerda las frases que intercambiaron cuando se encontraron en la puerta resolvente de la exclusiva tienda, así como la expresión de Trump cuando Elizabeth le dijo que tenía 42 años. “Tú eres vieja”, le respondió Trump. Dicho sea de paso, es obligatorio mencionar, no hubo penetración.
Desde aquí es necesario prestar mayor atención, porque la historia se vuelve parte del realismo mágico. El supuesto delito de violación cometido por Trump había prescrito, no se le podía acusar, entonces la gobernadora demócrata de Nueva York, Kathy Hochul, promulgó la ley Acta del Adulto Sobreviviente, (ASA, por sus siglas en Ingles), por la cual el dogma jurídico de la prescripción, que protege al ciudadano frente al abuso del poder, se suspende por el periodo de un año, de noviembre 24, 2022 a noviembre 24, 2023, durante ese periodo de doce meses cualquier persona que se considere víctima de violencia sexual, no importa que el acto haya sido cometido cincuenta años atrás o cien, puede presentar demanda civil y llevar al acusado al tribunal. El mismo día que la ley fue promulga, noviembre 24, 2022, Elizabeth Jean Carrol, presentó su segunda demanda contra Trump, la que es repetición de la primera, pero con la base legal de la ley ASA, acusándolo de lesiones cuando la violó y tocó indebidamente, y de difamación, porque Trump le dijo que mentía, que no la conocía, que la supuesta violación jamás sucedió. El juez del proceso es Lewis A. Kaplan, nominado por el entonces presidente Bill Clinton, acusado también por violación múltiples veces y amigo cercano de Jeffrey Epstein. Los Clinton no ocultan su enemistad contra Trump, quien derrotó electoralmente a la favorita Hillary Clinton en 2016. El juez Kaplan tuvo en su juzgado también el proceso de Virginia Giuffre v. Prince Andrew, caso ligado directamente a Jeffrey Epstein. Pura coincidencia, aunque dicen que en política las coincidencias no existen.
En mayo de 2023, el veredicto condenó a Trump no por violación, pues no hubo penetración, pero por asalto sexual, a pagar tres millones de dólares, y otros dos millones por difamar a la demandante, cinco millones en total, por la primera demanda bautizada por el juez Kaplan como Carroll I. La segunda demanda, Carroll II, presentada cuando la ley ASA fue aprobada, ante el juzgado del juez Kaplan, que es copia de Carroll I, fue resuelta y sentenciada el 26 de enero de 2024, condenando a Trump a pagar US$83,3 millones a favor de la demandante Elizabeth Jean Carroll, por difamarla. En pleno año electoral, es la segunda sentencia civil contra Trump que tiene tantos cargos que ni el mismo lleva la cuenta. Trump ha apelado ambos veredictos. Serán anulados.
“Es un brujo, lo vi volar”, en un momento de la historia del mundo protestante bastaba una acusación así para que cualquier vecino fuera enviado a la hoguera; en nuestros tiempo es: “Me ha violado, no recuerdo la fecha, pero me ha violado, cárcel de por vida, para el hombre violador.” Abran los ojos y observen la caída del imperio norteamericano, así como nuestros ancestros observaron la desintegración del imperio español.