La oposición venezolana, una vez que acabó con el de por sí estéril gobierno interino del opositor Juan Guaidó, dio paso a su siguiente movimiento para tratar —entre tácticas y estrategias— de dar al régimen de Nicolás Maduro y sus secuaces un baño de legitimidad que eventualmente pueda beneficiar no solo al chavismo, sino también a su contraparte. En esta oportunidad, uno de sus representantes más importantes, el abogado Jesús María Casal, es el encargado, como presidente de la comisión que se encargará de organizar las primarias, de pedirle al Consejo Nacional Electoral el beneplácito para realizar los comicios entre los partidos de estas facciones.
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Sin embargo, esta es una iniciativa más que —lejos de permitir “democratizar” el proceso de elección del representante que “en teoría” debería ser el oponente del dictador Nicolás Maduro— termina mostrándose como una propuesta electoral que está al servicio de un organismo que hoy por hoy el país tacha como viciado. Es que no es secreto que el CNE ha sido señalado de llevar a cabo comicios ilegítimos, con resultados refutables (como se han percibido al menos desde el 2004), debido a las preferencias y antecedentes políticos de cada uno de los rectores que hasta ahora han compuesto al ente comicial, así como también la empresa que gestiona el software que contabiliza el número de votos emitidos.
A pesar que desde 2018 el discurso reinante ha sido contra el CNE, hoy Casal depone estas críticas y opta por representar a la denominada Comisión Nacional de la Primaria, que está en el seno del Movimiento Nacional Venezuela Democrática Unida, que no es más que otro de los nombres con el que la oposición sale al ruedo político —luego de los fracasos que tuvieron últimamemente—. Es básicamente una mutación de la Plataforma Unitaria Democrática, que en un momento se conoció como la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y previo a ello como Coordinadora Democrática (CD), entre otros.
Ahora, con esta nueva propuesta en forma —que no se aleja del fondo, pues la componen prácticamente los mismos partidos de siempre, sumado a un puñado más— llega un representante a hacer peticiones a este “árbitro electoral” tan cuestionado en otros tiempos. Así lo demuestra el documento que consignó Casal ante el denominado ente rector cuya autoridad hoy, por claros intereses de por medio, sí pretende validar la oposición venezolana:
Existe, de antemano, un cronograma público y notorio. De hecho, Analítica reseña recientemente que es el próximo 15 de febrero el día en el que se anunciará de forma oficial la fecha en la que se llevarán a cabo las elecciones primarias de la oposición, en la que participarán, entre otros, María Corina Machado, César Pérez Vivas y Delsa Solórzano.
El medio también indica que se estima que las primarias se celebren en el segundo semestre del año. Entre los meses más factibles para ello están octubre y noviembre, el próximo paso que vendría luego de que el 19 de noviembre de 2022 organizaciones de la sociedad civil y políticos participaran en un proceso de consulta que la Comisión inició y se ha extendido hasta enero y febrero de 2023.
Se estima que el anuncio sea dado en un acto que se llevará a cabo en el anfiteatro de El Hatillo. En principio, la primaria se celebraría en el mes de junio de 2023, pero ante las declaraciones de un eventual adelanto de las elecciones presidenciales por parte de voceros del chavismo, se decidió anticipar el proceso.
¿Hasta cuándo se mantendrá el socialismo rojo vs. el socialismo azul?
Con movimientos de esta naturaleza, que legitiman procesos que en su momento fueron tachados como opacos, el status quo representado por la coexistencia de Maduro y la oposición, en sus muchas caras, facetas o cabezas —tal como una Hidra de Lerna— parece que durará años si no se ataca pronto esta perversión.
Ambos tienen incentivos para permanecer en el poder. Uno de forma autoritaria y aunque el otro se escude en principios de legalidad y legitimidad, solo le sirven para disponer de los fondos del Estado venezolano favoreciendo a sus familiares, amigos y compañeros.
Es por ello, que es Hidra a la que nos referimos en estas líneas es el símil perfecto para encasillar a este grupete de voces que se hacen llamar de “disidencia”, pero que por años se ha dado a la tarea de elaborar métodos y maniobras para mantener al chavismo —con todo el desprecio que merecen— respirándole en el cuello lo suficiente para victimizarse, pero no para hacerles un contrafrente de peso. Es el modus vivendi que han escogido y por eso, desde acá se les ha dado el nombre de “socialismo azul”.
Esa cofradía que, por años ha mutado en diversas propuestas políticas que han resultado huecas, debe acabar y dar paso a nuevos liderazgos. Se ha demostrado que son ineficaces y en lugar de ser una opción, son quienes obstaculizan que surja alguna alternativa de oposición que cumpla el rol de resistencia real y eso, con el reloj en contra, como está estos días Venezuela, no debe perdonarse ni posponerse.