Aunque la etapa más conocida de Los abuelos de la nada es la de mediados de los ochenta, en la época más pop del rock argentino, lo cierto es que la banda tiene una historia previa y posterior. El grupo comenzó con Miguel Abuelo en la década de los sesenta, antes de radicarse en Europa. Luego llegó el retorno junto al hoy exitoso productor Cachorro López, para la famosa formación donde todos componían y todos cantaban, como el tecladista Andrés Calamaro. Finalmente, en la última etapa terrenal de Abuelo, el conjunto tuvo dos años de un muy interesante rock más duro, con músicos como Kubero Díaz en la guitarra y Jorge Polanuer en el saxofón. Ellos acompañaron a Juan del Barrio, que aunque había sido tentado para sumarse a principio de los ochenta, finalmente desembarcó en Los Abuelos en 1984. Sin dudas que el tecladista, que hoy sigue con el legado de aquellas canciones, fue uno de los principales principales artífices y responsables de la identidad pop de esos años en la cima.
Aunque el sida se llevó la vida de Miguel en 1988, a los tempranos 42 años de edad, cuando todavía no había tratamiento efectivo para la enfermedad, los clásicos de la banda sobrevivieron al paso del tiempo y hoy suenan cada vez más. Esto hizo que, además de los discos de aquellos años, la banda tenga que reinventarse para presentarse en vivo, no solamente para el público nostálgico, sino para una generación que nunca escuchó las canciones en concierto. Luego del éxito de la biopic de Fito Páez, todo parecería indicar que una vida como la de Abuelo sería un gran éxito para cualquiera de las plataformas que decida emprender una aventura semejante.
El retorno a los escenarios de aquellos clásicos tuvo lugar a mediados de los noventa, con Gato Azul en la voz (hijo de Miguel Abuelo y la artista Krysha Bogdan) y los históricos Gustavo Bazterrica, Polo Corbella (fallecido en 2001) y Alfredo Desiata. También estaba en el bajo Marcelo “Chocolate” Fogo, bajista de la última formación de los ochenta, que lamentablemente murió hace dos años. Sin embargo, los problemas legales con la viuda de Miguel Abuelo con respecto a la utilización del nombre impidieron la continuidad de la banda, allá por principios de los 2000.
Finalmente, Gato Azul pudo obtener el permiso legal para presentar al conjunto formalmente como “Los abuelos de la nada” y en 2020 la maquinaria volvió a ponerse en marcha bajo la dirección musical de Juan del Barrio, con el retorno de Díaz y Polanuer al equipo. Con esta agrupación, Los Abuelos volvieron al Teatro Ópera, donde grabaron el recordado disco en vivo de 1985 con el clásico Costumbres argentinas. Allí la banda presentó también Cosas mías en 1986.
Aunque la formación sonaba más sólida que la versión de los noventa, y en los coros estaba el aporte de un cantante con oficio como Frankie Langdon (que también interpretaba a la perfección los temas de Calamaro), Gato Azul no fue nunca un vocalista profesional. Claro que tenía ganado su lugar en el escenario de Los Abuelos de la nada, pero musicalmente había que reconocer que se trataba del punto más flaco de una propuesta que aspiraba al profesionalismo de primer nivel.
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Finalmente, las diferencias internas entre el hijo Miguel Abuelo y el conjunto hizo que se separaran los caminos. Lógicamente, Gato Azul se quedó con el nombre “Los abuelos de la nada”, pero, como dice el dicho… y la banda siguió tocando. Con Juan del Barrio en teclados, Kubero Díaz en la guitarra, Jorge Polanuer en el saxo, los sobrevivientes de la última encarnación de la banda a finales de los ochenta, ya como simplemente “Los abuelos” por las cuestiones meramente legales que nada tienen que ver con lo musical, volvieron a llenar uno de los míticos boliches de San Telmo, donde el viernes por la noche no entraba una alfiler.
Aunque suene antipático decirlo, la formación que cuenta con la base de Sebastián Peyceré en la batería y Alberto Perrone en el bajo, “Los abuelos” es sin lugar a dudas la mejor formación desde la década del ochenta. Lo primero que justifica esta apreciación es la solidez del segmento vocal a cargo de Frankie Langdon y Catalina del Barrio. Aquí ya no hay puntos flacos y las voces están a la altura de un show profesional de primerísimo nivel. Langdon, fanático empedernido de Los abuelos de la nada de toda la vida, tiene presente la historia de la banda y los detalles de las canciones, incluso más que sus compañeros de banda que estuvieron allí en los ochenta. Estas cuestiones y cualidades al frente del escenario, puede que lo hagan la persona más adecuada para ocupar ese difícil lugar.
Claro que desde lo musical no hay mucho que cuestionar tampoco. Aunque la banda tuvo varios músicos en todos sus roles, los conocedores profundos de la materia coinciden que del Barrio fue el mejor tecladista, Díaz el mejor guitarrista y Polanuer el mejor saxofonista de la larga historia de Los Abuelos de la nada. Aunque en esos instrumentos se desempeñaron artistas más “famosos” como Calamaro, Bazterrica o Daniel Melingo, el actual trío histórico es el más premium de la historia de la banda.
El espectáculo de Los abuelos no deja cabos sueltos y es apto para que todo el público pase una noche ideal. Es que en el show están todos los clásicos como Cosas mías, Mil horas, Sin gamulán, Costumbres argentinas, Chalamán o el Marinero bengalí (con un divertido y sorpresivo arreglo en la introducción), pero también aparecen sorpresas para los más fanáticos nerds, como Hombre lobo o Va Silvestre bajo el sol, de Buen día, día, el disco solista de Miguel Abuelo. Es decir, no hay forma que el público no se vaya feliz del concierto.
Afortunadamente, para la fanaticada en general de Argentina y América Latina, hay Abuelos para rato y el legado está en muy buenas manos.