Es innegable que Donald Trump revolucionó la política norteamericana. A pesar de no estar bien visto por el establishment republicano, logró imponerse en sus internas y llegó a presidente. Sin embargo, aunque su estilo personalista fue fuerte, el GOP retomó su institucionalidad política. Aunque volverá a buscar su segundo mandato en las próximas elecciones, los republicanos tienen otras caras para ofrecer al electorado. En este contexto, el magnate podría tener que arremangarse para doblegar en los debates a candidatos como Ron DeSantis, que ofrecen una plataforma similar, pero que cuentan con menos rechazo en el electorado no afín. Pero la historia por el lado de los demócratas es distinta. El anciano Joe Biden va por la reelección, lo que demuestra que el partido no pudo superar la etapa de la fuerte antinomia que plantearon para enfrentar a Trump.
Para las elecciones presidenciales del año próximo, el actual mandatario estará por cumplir 81 años. Hay que reconocer que el exvicepresidente de Barack Obama no ha llegado de la mejor manera en materia de lucidez mental. A lo largo de su mandato, que dicho sea de paso fue de lo peor de la historia estadounidense, el jefe de Estado demostró una y otra vez que no está en condiciones de liderar una potencia. Seguramente, si no hubiera política de por medio, Biden no estaría a la altura de liderar una empresa o un club de barrio. Sin embargo, está enfrente de la Casa Blanca, lo que también demuestra que, como nunca, a los Estados Unidos lo gobierna actualmente una corporación política que toma todas las decisiones. ¿Qué puede decidir un presidente que se pierde y no puede decir dos frases de corrido sin ayuda?
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Durante los últimos tres años se repitieron una y otra vez las escenas incómodas del mandatario extraviado. Caídas, desorientaciones, extravíos y hasta olvidos sobre lo que estaba diciendo fueron moneda corriente en los medios y las redes estadounidenses. En más de una oportunidad, las personas más cercanas a Biden lo ayudaron a salir de los incómodos momentos que se sucedían delante de las cámaras.
Esta mañana, con una producción cuidada que busca esconder la fragilidad del presidente, se confirmó que el actual mandatario irá por la reelección que le habilita la Constitución. La propuesta es “terminar con el trabajo” de garantizar “los derechos” y “la libertad” que supuestamente propone terminar el trumpismo. Claro que una cosa es un video de campaña y otra cosa muy distinta será mantener la discusión mano a mano con un opositor como Trump que vaya por él como león hambriento.
¿Habrá debate presidencial entre el actual mandatario y su retador republicano? Estados Unidos tiene una tradición donde estas cuestiones no pueden evadirse como en otros países donde los que están en el ejecutivo o los retadores potenciales eligen esquivar la discusión pública. La cuestión es que todo parece indicar que el hombre que apenas puede leer ideas cortas en un teleprompter y necesita de tarjetas para recordar dónde está parado y qué está haciendo, no está en condiciones de enfrentar un mano a mano con improvisación y ataques permanentes. Sobre todo si lo que hay que defender es una gestión que ha ofrecido más sombras que luces.