Se estrenó la canción del mundial y, como viene sucediendo desde Estados Unidos 1994, no está a la altura de lo que lograron los italianos Edoardo Bennato y Gianna Nannini con “Un’Estate Italiana” en 1990. Ninguna melodía, de las que cuentan con millones de dólares encima y los mejores productores de la industria, pudo igualar aquel rústico riff de sintetizador y guitarra, que 32 años después, sigue erizándonos la piel.
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Hayya Hayya (Better Together), que será acompañada por otras canciones que se irán lanzando en camino a octubre, ni siquiera logra la mínima decencia conceptual para el momento de, por ejemplo, el Waka Waka de Shakira para Sudáfrica 2010. Además de representar todos los lugares comunes de un “hit a medida” (que puede que ni logre con su objetivo), la canción está diseñada en absoluta sintonía con el islamismo gubernamental de Qatar. Algo completamente predecible, claro.
El escenario desértico y la arena les dio a los realizadores la oportunidad perfecta para un vestuario acorde: ropa similar para los hombres y mujeres que bailan detrás con amplios y cómodos pantalones largos. La única imagen de una mujer, como se la ve en cualquier país occidental, aparece en algún apurado paneo de archivo de los mundiales previos.
Claro que si esto fuese una producción de un grupo religioso sería lo más lógico y respetable del mundo. Cada uno tiene derecho a hacer y vestirse como quiera. El problema con los gobiernos islámicos es que las normativas son obligatorias para todos. Desde que se confirmó la sede de este año ya hubo polémica, porque las autoridades locales anticiparon que, aunque respetan e invitan a todos a presenciar el mundial, los homosexuales no deberían visibilizar ninguna expresión afectiva mientras estén en Qatar.
Claro que, en otro contexto, sí está bien visto que los hombres heterosexuales se toquen y abracen. Las fronteras físicas corren exclusivamente para con las mujeres. En el video clip, los cantantes Trinidad Cardona y Davido, aparecen en diferentes escenas saltando y abrazándose con el guitarrista. Pero lo que pretende ser una muestra de una actitud libre, espontánea y descontracturada, no es más que algo milimétricamente medido. No participa de ninguna de esas tomas la cantante local Aisha. A ella se la ve, además de cubierta de los pies a la cabeza, casi en aislamiento en sus pocos segmentos, con el resto de la gente a una distancia “prudencial”.
Resumiendo: melodía forzada, estética a medida de una teocracia poco disimulada (que pretende mostrarse como “occidental-friendly”), letra insulsa, poco espontáneo y nada innovador. La FIFA, además de mirar para otro lado ante los recursos multimillonarios que aportan países que tienen poco respeto por la diversidad y los derechos humanos, podría cambiar el enfoque para el próximo mundial y darse cuenta que, en lugar de tanta producción, solamente hace falta una buena canción. Ni siquiera hace falta el inglés, las traducciones, ni que entendamos lo que dice. Por eso, la copa sigue estando en manos de los dos tanos y su clip de bajo presupuesto.