De todas las estupideces que ha dicho la dictadura de Nicolás Maduro, al final señalaron algo que tiene sentido. Claro que se trata de un logro obtenido por hacer todo lo contrario al manual del revolucionario socialista. Hacia final del año pasado, el chavismo afirmó que Venezuela, finalmente, abandonaba la hiperinflación. Habían pasado cuatro meses con un índice menor a las dos cifras por ese entonces. Al conocerse los números de febrero, la tendencia no solo se consolidó, sino que febrero ya mostró un número mejor al desastre argentino. No es demasiado, pero algo es algo.
Argentina, que desde hace años comparte con el país caribeño los últimos lugares del desastre inflacionario, le arrebató el peor desempeñó. Mientras que el Observatorio Venezolano de Finanzas confirmó el 1,7 % de febrero con relación a los precios al consumidor, las mediciones independientes en Buenos Aires no esperan nada menor al 3,9 %. Sin embargo, en Venezuela la tendencia se tendría que ir consolidando (todavía carga con un 246 % interanual), mientras que en el reino de peronia todo se puede ir al demonio en cualquier momento.
Alberto Fernández, por ahora, ni siquiera tiene el apoyo del kirchnerismo para votarle el acuerdo con el FMI y la oposición, además de haber adelantado su negativa, ya quiere promover un proyecto alternativo al paquete económico que acompaña lo acordado con el Fondo. El mismo ministro de Economía, Martín Guzmán, ya dijo que, si no le votan el paquete, habrá “profunda tensión cambiaria” y “presión inflacionaria”. Si reconocen eso, se pueden imaginar lo que puede ocurrir…
Aunque esto suene llamativo, todo es absolutamente predecible. Desde hace un tiempo a la fecha, Maduro y compañía decidieron dejar de lado el infantil oscurantismo económico dirigista para dejar, simplemente, que los precios se reflejen en dólares. Es decir, que se expresen los precios. Aunque esto parezca algo razonable, vale recordar que hasta no hace mucho, la dictadura responsabilizaba a Dólar Today en Miami por el desastre monetario que atravesaba el país e insistía con la vigencia de una “guerra económica” imaginaria. La receta de Maduro es conocida: apelar a la razonabilidad económica para mantener el poder político. Es lo que hizo con éxito la dictadura china. El mercado funciona tan bien, y es tan amoral, que arroja resultados positivos para las democracias liberales como para los gobiernos autoritarios.
Claro que no es lo mismo consolidar instituciones serias en el largo plazo que un poder autocrático, que utiliza las herramientas de mercado para sobrevivir políticamente. Rusia dejó en evidencia que, si se construye poder exclusivamente alrededor de una persona, todo se puede desmoronar como un castillo de naipes. A pesar de haber sido más “ortodoxo” que Chávez y Maduro (ambos procesos políticos ya llevan algo más de dos décadas), la invasión atolondrada y sangrienta a Ucrania hizo que la potencia del Este se desmorone, como si fuera Argentina luego de una de sus grandes crisis. Luego de la profunda caída del rublo y del cierre de las operaciones bursátiles, Rusia cayó en el desesperado “corralito”. El que tenga más de 10 mil dólares en el sistema bancario ruso, y quiera hacerse de sus divisas en forma física, lo que exceda ese monto deberá ser en la moneda local. ¿La excusa del gobierno? Al estilo peronista: “El 90 % de los rusos tiene menos que eso”, dijeron las autoridades locales.
El panorama en Argentina es claro: la decadencia continuará indefectiblemente hasta el cambio de gobierno. Ahí habrá que ver si lo que se viene es una renovación peronista (que puede ser para mejor, pero también para peor) y cuál sería el desempeño de una gestión opositora. Cabe destacar que desde 1955, el “no peronismo” no ha hecho otra cosa que acumular fracasos.
Para Rusia la elección de su futuro poco tiene que ver con la economía. O se sacan al Nerón postsoviético de encima, o someterán al mundo a una tragedia aún mayor. Pero la mayor de las cuentas la pagarán los mismos rusos en el mediano y largo plazo. La salida “limpia” ya no existe. Solamente se debaten entre la gravedad del daño que generarán a los demás y a ellos mismos.
La que, lamentablemente, parece tener una oportunidad de oro es la dictadura chavista. El conflicto ruso les vino como anillo al dedo y hasta tienen a Washington dispuesto a negociar. Aunque lo ideal sería que Maduro, Cabello y compañía negocien una salida decorosa (la justicia parece estar fuera del menú), las urgencias que impone Europa del Este pueden llegar a conseguirles el ticket dorado de Willy Wonka, que podría asegurarles el final de las sanciones y el comercio petrolero con Estados Unidos. El que mira todo y no lo puede creer es Juan Guaidó, que se quedó advirtiendo en soledad que, si le aflojan la cuerda del cuello a Maduro, lo único que conseguirán es consolidar a la democracia. Es obvio, pero la realpolitik global que lo tuvo como una estrella hace unos años, hoy tiene una agenda diferente.