Si hay un sector demasiado intervenido en la economía argentina, sin dudas es el mercado laboral. De la mano de todas las supuestas “conquistas sociales”, lejos de cumplir el sueño peronista del “pleno empleo”, lo único que se consigue es desocupación e informalidad. Durante el año pasado, el Gobierno de Alberto Fernández decidió continuar y agravar las distorsiones, con tal de evitar los problemas que su mismo modelo económico genera. Entre otras cosas, el Estado ahora prohíbe a los empleadores echar personal, salvo que estén dispuesto a pagar una doble indemnización. Muchas de las empresas que dejan el país y los miles comercios que cierran a diario representan la contracara de este populismo económico contraproducente.
Durante los largos meses de la cuarentena por el COVID-19, el golpeado sector privado pudo al menos encontrar algunas soluciones de la mano de la tecnología e internet. El home office se incrementó considerablemente y los buenos resultados pudieron desterrar algunos prejuicios. Pero si lo que funcionaba dentro del formato tenía que ver con la productividad de los acuerdos libres y voluntarios, ahora también el trabajo a distancia se verá complicado por la burda y bruta intervención del Estado.
En la jornada de hoy, de la mano del Decreto 27/2021, el Ministerio de Trabajo oficializó este mamarracho, que ya venía aprobado del Congreso. Cabe destacar que esta barbarie tuvo votos de la oposición, de varios legisladores macristas, que entienden de economía lo menos que sus colegas kirchneristas.
Dentro de las tantas intervenciones que genera la normativa, el sector empresario criticó lo que se denominó como el “derecho a la desconexión digital”. Es decir, que fuera del horario establecido, el empleado tiene derecho a ignorar los mensajes de su jefe o de la empresa. Todos los que trabajamos desde casa sabemos que hay momentos del “horario laboral” que no hay trabajo o que hacemos otras cosas. Estos baches inevitables de la situación de trabajar desde casa se compensan con horas extras en algún otro momento del día, como para cumplir con los objetivos. Pero con la nueva conquista laboral, dejar de responder, aunque sea una pregunta por WhatsApp, es un “derecho”.
Otra cuestión que criticó el sector empresarial es la referencia de la “reversibilidad”. Esto significa que si un empleado decide ir a desempeñarse desde su casa o un bar, ya que su empleo lo permite, su empleador debe guardarle su oficina, escritorio y todo lo que tenía a disposición en el lugar de trabajo tradicional. Si el trabajador vuelve o no, es indistinto. Si un día se pelea con su mujer y quiere ir a su vieja oficina, todo debe esperarlo como lo dejó antes de la maravilla joya legislativa de la ley del teletrabajo.
De la misma manera que ocurrió con la reciente ley de regulación de alquileres, esta normativa lo único que conseguirá es lo contrario a lo que supuestamente se busca. Con esta normativa en vigencia, Argentina tendrá más trabas para la creación de empleo formal y un incremento en el mercado negro. Los que más se perjudican son los que más necesitarían un contrato laxo para trabajar desde el domicilio, ya que no disponen de posibilidades full time por las complicaciones de la vida misma, que no tienen los políticos que promueven estas estupideces.