El billete de mayor denominación de Argentina compra unos US$6,25 en el mercado negro —el único mercado disponible para la gran mayoría. La idea del diputado argentino Carlos Kunkel, del oficialista Frente para la Victoria, de emitir un billete de AR$200 que duplique al actual de mayor denominación es sensata. Era un pedido de economistas, bancos, y de la gente para facilitar sus tareas cotidianas. Lo paradójico es que el partido gobernante haya bloqueado las anteriores iniciativas de los opositores en este sentido.
¿Será una broma de fin de ciclo? Kunkel, un exintegrante de la guerrilla Montoneros, sugirió en una radio local que el diseño del nuevo billete incluya el rostro de Hipólito Yrigoyen, uno de los dirigentes históricos de la Unión Cívica Radical (UCR), y presidente del país entre 1916-1922 y desde 1928 hasta 1930, cuando fue derrocado por José Félix Uriburu en el primer golpe de Estado de la historia del país.
La elección del expresidente argentino ofendió a los radicales. Claro, tras lanzar nuevas ediciones de billetes de 50 y 100 pesos con las islas Malvinas y la cara de Eva Perón, la figura del expresidente Néstor Kirchner parecía el siguiente paso lógico en peronizar la moneda. Pero no, para el billete que graficará al menos parte del legado inflacionario kirchnerista, Kunkel optó por un radical. Un gran sentido del humor.
Gracias.
Pero la inflación es toda de ustedes. pic.twitter.com/NotDAyUmqu— Innova la UCR (@UCRINNOVA) October 8, 2015
“Gracias. Pero la inflación es toda de ustedes”, publicó la UCR en la cuenta del equipo de comunicación en Twitter. Algo innecesario si consideramos que el Gobierno del radical Raúl Alfonsín fue responsable de la hiperinflación en Argentina a finales de la década de los 80.
Legado peronista
El actual proceso inflacionario en Argentina comenzó a gestarse en 2005, cuando Néstor Kirchner gobernaba y la economía rebotaba de una brutal crisis que había ocurrido 3 años antes. Desde entonces la inflación nunca bajó de los dos dígitos. En 2007 se ubicó en torno al 27%, para 2009 —en plena recesión— el alza fue del 14%, tres años después trepaba al 25% y en 2014 tocaba su máximo: 38,53%. Todo esto según estimaciones privadas, o de un grupo de diputados opositores, ya que desde 2007 el Indec, el organismo encargado de la elaboración de estadísticas oficiales, presenta números distorsionados.
El impacto de la inflación en la era kirchnerista destruyó la moneda y —en combinación con el control de cambios— mantuvo a lo argentinos cautivos en el peso. Y aunque los años pasan, la situación se mantiene.
En cuanto a los antecedentes del peronismo, son elocuentes por si solos. Ocho de los 10 años de las dos primeras presidencias de Juan Perón (1946-1955) tuvieron inflaciones superiores a 10%. En 1948, según datos oficiales, la inflación alcanzó 38,7%. Su segunda esposa, Isabel Martínez de Perón, abandonó el poder en 1976 tras cerrar el año anterior con 183% de inflación.
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Radicales en la delantera
Entre los prontuarios inflacionarios, sin embargo, sobresale el del fallecido Raul Alfonsín, expresidente Radical (1983-1989), que llevó la inflación anual al 3.079% en 1989. Mis padres me recuerdan que cuando nací, en aquellas épocas, por la mañana los pañales tenían un precio y por la tarde ya había aumentado. El ritmo de impresión de dinero era atroz.
El Gobierno de Alfonsín había lanzado en 1985 los australes, una moneda que reemplazaba al devaluado peso argentino. Ivan Carrino, analista económico en IG y autor del libro Cleptocracia, cuenta a PanAm Post que “en la primera tirada de australes, el billete de máxima denominación era de 100 australes. Esto duró hasta 1988”. Carrino señala que “la inflación creció tanto que para 1988 y 1989 se empezaron a emitir billetes de 1.000, 5.000 y hasta 50.000 australes. Finalmente, en 1990 se llegaron a imprimir billetes de 500.000 australes.”
“Para darte una idea, el bilete de 500.000 solo equivalía a 50 dólares,” agrega.
Quizás en honor a uno de los billetes de mayor denominación en la historia monetaria argentina el líder del partido Radical, Yrigoyen, no hubiese sido una mala elección. Aunque los niveles alcanzados con el radicalismo fueron extraordinarios, la inflación es una protagonista principal de la historia argentina desde comienzos del siglo XX.
La protagonista de la historia argentina
En un artículo de 2013, Nicolás Cachanosky, profesor de economía de la Metropolitan State University de Denver, resumía la inflación histórica desde la creación del Banco Central —principal responsable del fenómeno— hasta 2013 de esta manera:
El fracaso del Banco Central argentino (BCRA) en proteger el valor de la moneda es patente. Los 78 años de historia del BCRA ente 1935 y el 2013 resultaron en una inflación anual promedio (compuesto) del 53,8% (usar los datos oficiales del 2007 en adelante no afecta el resultado, que pasa a ser de 52,1%). Es decir, para pasar del nivel de precios de fines de 1934 al nivel de precios de fines del 2013, es necesaria una inflación del 53,8% cada año. Los altos niveles de inflación actuales se encuentra por debajo del promedio histórico del país. Esto no quiere decir que la inflación actual sea baja, muestra lo alta que ha sido la inflación bajo el control del BCRA. Cabe aclarar, que esta alta tasa de inflación no se debe a la hiperinflación de fines de la década del ochenta. La hiperinflación de fines de la década del ochenta no debe hacernos olvidar el daño que el Gobierno radical de Alfonsín ya le venía imponiendo a la moneda. En 1985, 1986, 1987, y 1988 la inflación anual fue de 672,2%, 90,1%, 131,3%, y 343%. En sólo 23 ocasiones la inflación anual fue menor al 10%. En sólo 17 fue menor al 5%. Y en sólo 11 menor a un 2%. En seis ocasiones la inflación fue negativa, es decir, deflación. Por lo tanto en sólo cinco años de 78 de administración del BCRA, Argentina tuvo una tasa de inflación entre el 0% y el 2%.
Como se puede ver, los líderes argentinos tienen una adicción a la imprenta del Banco Central. Cualquiera de ellos podría ser proclamado estandarte de la inflación, si esa es la intención que se le pretende dar al nuevo billete. De todas maneras el proyecto todavía no tomó impulso, y cuando lo haga —algo que probablemente no suceda antes de las elecciones— no faltará quien proponga la cara de Néstor Kirchner para el nuevo billete. Una moda que está pronta a caer en desuso.