Cuando el apoyo al Gobierno de Alberto Fernández rondaba el 80 % al inicio de la cuarentena por el coronavirus, el kirchnerismo asumió que era momento para ir por todo, una vez más. Claro que la imagen del presidente se hizo pedazos al poco tiempo, pero igualmente varias de las iniciativas que propuso el espacio de Cristina Fernández siguen en discusión.
El “impuesto a la riqueza”, que busca cobrarle por única vez un aporte excepcional a los dueños de los grandes patrimonios de Argentina, es una de las luchas de la reencarnación kirchnerista que comparte el poder con el peronismo tradicional dentro del Frente de Todos.
Cuando los legisladores K propusieron la iniciativa, que vendieron como un “aporte solidario” para el complicado momento de la pandemia, la Administración Federal de Ingresos Públicos aseguró que 10 000 contribuyentes serían los alcanzados por el nuevo manoteo fiscal. El asunto es que el cálculo no se actualizó y luego de las últimas devaluaciones, los que tendrían que hacer el “aporte” serían el doble de los argentinos de lo que se había indicado. Es decir, por estas horas hay el doble de indignación que hasta hace unos meses.
Con recursos en el exterior cercanos a los tres millones de dólares, los argentinos ya deberían hacer una “contribución” que puede ir entre un 2 y 4 % de su “riqueza”. “Esto va a terminar en un lío judicial que no tiene sentido. Había muchas formas de ir detrás de los fondos que pretenden recaudar con este nuevo impuesto, pero optaron por la más conflictiva”, aseguran desde los sectores empresarios que, lógicamente, se niegan a pagar el impuesto.
Más allá de lo peligroso y contraproducente de la medida, existen varias cuestiones técnicas que la hacen más inviable aún. Por ejemplo, un patrimonio de 199 999 999 pesos (poco más de 1 000 200 000 dólares) no paga el nuevo impuesto. Pero si el cálculo alcanza los 200 millones, es decir, 0,006 centavos de dólar más, el contribuyente debe abonar 4 millones de pesos (casi 25 000 dolares). Además, el proyecto no contempla las deudas que pueden llegar a tener las personas al momento de aplicarlo.
La iniciativa será discutida en el Congreso pero, de a poco, las voces en contra del proyecto se van multiplicando. En las últimas horas, el Foro de Convergencia Empresarial ya dijo que la medida es “confiscatoria” y que genera “gran preocupación”.
“Esta ley incrementa los problemas que impiden la reactivación económica, afectando profundamente al sector productivo. El sesgo con el que se ha diseñado este proyecto descapitaliza a empresas que invierten, producen y sostienen el empleo en un contexto de emergencia social, sanitaria y económica”, resaltaron desde la Unión Industrial Argentina afín al Gobierno.
La tibia oposición ya se anima a discutirlo
El kirchnerismo planteó la iniciativa en el terreno en el que se siente más cómodo: la lucha de clases, los privilegios de unos pocos y los derechos de los más necesitados. Cuando la ley comenzó a discutirse en los medios de comunicación, la bancada opositora se sentía incómoda y terminaba avalando las falsas premisas del peronismo. Pero ante el cambio de humor general con respecto a la gestión del Frente de Todos, paulatinamente los legisladores opositores comienzan a manifestarse en contra.
“Este impuesto a las riquezas es coercitivo y atenta contra la inversión”, señaló anoche Mario Negri, jefe del interbloque de Juntos por el Cambio. El legislador, que meses después tuvo la lucidez asombrosa de relacionar en la misma oración “impuesto” y “coercitivo”, aseguró que, de aprobarse la iniciativa, la batalla seguiría en la justicia.
Si hay algo que no hace el espacio político de la vicepresidente es retroceder. La costumbre de “ir por todo” le ha dado victorias al kirchnerismo pero también derrotas dolorosas como la 125. Hacer de esta cuestión la nueva madre de todas las batallas es un riesgo importante. El cachetazo de un resultado adverso, en el Congreso o en la justicia, puede ser demoledor.