La muerte de Paola Estefanía Tacacho no tendría que haber sucedido nunca. Sin embargo, pasó. La joven dejó este mundo a sus tempranos 32 años y las instituciones que tenían que cuidarla le dieron la espalda. Su asesino debió haber sido desarticulado hace mucho tiempo. Ella no hizo una denuncia por acoso u hostigamiento. Ni dos, ni tres, ni cuatro ni diez. La víctima mortal denunció a Mauricio Pareda Parejas trece veces durante los últimos cinco años. ¡Trece! Su exalumno de inglés se dedicó a arruinarle la vida, luego de haberlo tenido en su curso terciario en 2014.
La pesadilla empezó con una discusión sobre una calificación de 8,50 en un examen. Luego se convirtió en acoso y obsesión. Este fin de semana todo terminó con seis puñaladas en plena calle y el posterior suicidio del atacante. Luego de acuchillar a su víctima en la vía pública, el atacante se vio rodeado por un grupo de vecinos que pensó que se trataba de un ladrón.
Sin escapatoria, el psicópata se apuñaló a sí mismo en el pecho. Los testigos que tuvieron la desgracia de ver los acontecimientos en la provincia argentina de Tucumán aseguran que el suicida se “revolvió” el arma blanca en sus entrañas para causarse la muerte al instante.
La familia de Paola asegura que la Justicia provincial “no hizo nunca nada con todas las denuncias que realizó”. Su madre y sus primas también habían acudido a la policía, ya que ellas también eran acosadas mediante las redes sociales. Las medidas oficiales se limitaron a un dictamen de restricción perimetral, que el asesino jamás respetó. En la provincia norteña se habla de ciertas conexiones políticas, que podrían haberle dado impunidad a Pareda Parejas para continuar hostigando tranquilamente a la mujer que terminó matando.
El Estado argentino: el cómplice inútil
Como dice el dicho: “El que abarca mucho, poco aprieta”. Los recursos que gasta el Estado en estupideces, además de hundir al país en un desastre deficitario e inflacionario, le impiden poner la energía donde corresponde.
La muerte de Paola, tan indignante como previsible, es un ejemplo del Estado fallido argentino. Lo peor es que el presupuesto anual en políticas “de género” representa 3,4 % del PBI. Es decir, 1,3 billones de pesos, con un incremento en la partida de más del 1300 % en los últimos dos años. ¿Y los otros gastos? Infraestructura utiliza el 2,2 %, mientras que Salud Pública usa el 0,5 %. Seguridad —justamente lo que necesitaba la víctima— se lleva el 4,8%. Ese monto representa apenas un punto más que lo designado a las mencionadas e inútiles “políticas de género”.
Mientras que las organizaciones paraestatales siguen profundizando distorsiones penales, llevando el cupo femenino obligatorio a todos los ámbitos e insistiendo con el delirio que a las “víctimas del femicidio las matan por ser mujeres”, las personas que deberían ser cuidadas, sin importar su género, siguen cayendo como moscas. Ya sea por la inseguridad reinante o por ataques anunciados como el de este enfermo mental.
Pareda Parejas no mató a Tacacho “por ser mujer”. Fue a increparla a ella, armado, y seguramente en el camino se encontró con cientos de mujeres más. Claro que la condición femenina de la víctima tuvo que ver con la obsesión del homicida (el día que tenga que escribir “femicida” en un medio como palabra mía, me retiro del periodismo), pero el enfoque de la izquierda es absolutamente equivocado.
Consignas como “vivas nos queremos” o “ni una menos” pretenden instalar la idea, con cierto éxito, que los hombres las agredimos como los nazis a los judíos o miembros del KKK a los negros, tan solo por el hecho de “ser” mujeres. Alguien tiene que decir algo en contra de esta locura.
Claro que los hombres tenemos otra contextura y más posibilidades de usar la fuerza contra las mujeres por características físicas y biológicas obvias. Pero a la excepcionalidad de los violentos, que deben ser desarticulados por todos los medios lo antes posible, se oponen situaciones opuestas.
¿Cuándo el feminismo dijo una palabra ante los caballeros que decidieron dar la vida para proteger a una mujer indefensa en un ataque, aunque se trate de una desconocida? Claro que la mayoría no somos héroes, pero tampoco asesinos. Es más, donde la estadística sí muestra algo concreto, en el caso que interesen las mujeres como un “colectivo”, es en los casos de robos violentos seguidos de muerte. A pesar de la cabeza arruinada de los ladrones que ingresan a las casas con armas de fuego, algo les impide ultimar a las chicas, señoras o abuelas de la misma manera que lo hacen con un varón. Y eso sí es dato.
Ya es momento que alguien se dé cuenta y tome nota que mientras el Estado hace estupideces, las víctimas inocentes se multiplican día a día.
Además del asesino, a Paola no la mató “la justicia patriarcal”. La mató la burocracia, el estatismo inútil y la corrupción política. Esa que se incrementa y fortalece de la mano del Estado cada vez más grande y bobo que el feminismo fomenta.
Si el protegido hubiera sido “protegida”, alguien como la hija de un político o personaje influyente, que en lugar de acuchillar a alguien hubiese atropellado a una persona en estado de ebriedad, la impunidad política hubiera hecho lo mismo. Protección al amigo del poder.
Ante estas desgracias podemos ver los problemas como son y buscar soluciones concretas…o seguir jugando a la ideología de género estúpida y contraproducente.