Si hay algo que el Frente de Todos quería dejar atrás, al menos por un tiempo, era la cuestión de Venezuela. Luego del enojo de Alberto Fernández con el representante ante la OEA, su respaldo a Maduro y el voto en contra en las Naciones Unidas, que generó la ira del kirchnerismo duro, el presidente argentino necesitaba alejarse rápidamente de la problemática.
Hebe de Bonafini y los cristinistas furiosos armaron un escándalo contra el canciller argentino y la semana pasada hasta le pidieron disculpas “en nombre del pueblo” a la dictadura chavista. Luego del tiroteo interno peronista, que duró varios días, finalmente parecía que la crisis económica doméstica había corrido la cuestión de la agenda. No. La diplomacia de Juan Guaidó expresó un efusivo agradecimiento al Gobierno argentino que tiene una finalidad clara: agrandar la grieta entre el peronismo más racional y el kirchnerismo chavista.
“La postura del gobierno de Alberto Fernández y el canciller Felipe Solá son en este momento dignos de reconocimiento: sus acciones han reafirmado que en el mundo la defensa y la lucha por los derechos humanos debe trascender cualquier grieta política”, señaló Miguel Pizarro, embajador de Guaidó ante la ONU.
Para el representante venezolano, el voto en respaldo al informe de Bachelet significa “un reconocimiento realmente importante a las víctimas y a todas las personas que han sufrido de violaciones a sus derechos y un llamado claro a buscar una solución democrática, justa y creíble a la crisis que vive Venezuela”.
En las menciones de Pizarro luego de la votación en las Naciones Unidas, el hombre de Guaidó se detuvo muy especialmente en el voto argentino y dejó en claro que no pretendía que pase inadvertido. “Me permito hacer énfasis en el voto de la Argentina porque son reconocidas las diferencias políticas e ideológicas”.
Las palabras de Pizarro, que en lo formal simulan una felicitación honesta, son para Alberto Fernández un dolor de cabeza. Si el presidente argentino decidiera volcarse por el ala más sensata de su coalición, esta circunstancia sería sinónimo de una oportunidad para despegarse del kirchnerismo. Y si así lo hiciera, la oposición lo ayudaría y colaboraría con la gobernabilidad hasta el final de su mandato. Pero hasta ahora, lamentablemente, el jefe de Estado sigue preso de sus contradicciones y sus posiciones ambiguas no hacen más que dilapidar su imagen positiva.