Subsistir: ésa es la palabra clave para los venezolanos en medio de un país saqueado y una economía destruida a lo largo de dos décadas. Y por si fuera poco, los efectos de la pandemia han golpeado aún más los bolsillos y la calidad de vida.
Fabricación y venta de dulces, juguetes o artículos de limpieza son algunas vías de escape que han encarado algunos para mantenerse, refleja un reportaje de Reuters.
Los testimonios
Ellos describen cómo los ciudadanos se valen del ingenio para no perderse en la crisis, agravada por una pandemia que ha empobrecido a la clase media en todo el mundo.
José Ibarra, un profesor universitario con un salario que no supera los 4 dólares al mes, aunque durante parte de la cuarentena dio clases online, buscó aumentar sus ingresos con la venta de artículos de limpieza. Sus primeros clientes fueron colegas, profesores universitarios, y luego “con el boca a boca” consiguió más compradores en zonas del oeste y sur de Caracas. La distribución la hace con ayuda de su sobrino, y cuando éste no puede, Ibarra utiliza el transporte público.
Julia Vizcaya recurrió a la cocina para subsistir en el confinamiento. Desde hace unos cuatro meses elabora y vende helados caseros. Aún es empleada de un hotel, al que no va por la pandemia, y recibe un salario mínimo mensual equivalente a 2 dólares, por lo que subsiste con las entregas de helados de frutas y yogurt que comercializa en redes sociales. “Los ingresos gracias a los helados han sido un desahogo”, contó Vizcaya a Reuters, agregando que en ocasiones, cuando falla el suministro de gasolina en la ciudad, despacha los productos a pie.
Por su parte, la firma local Anova Policy Research estima que en la última década la crisis convirtió en pobres a 9 de cada 10 familias de clase media. “Venezuela llegó a ser el hogar de la más grande, sólida, y próspera clase media de la región, de la cual hoy no queda casi nada”, señala.
Los orígenes
La dictadura y sus malas políticas económicas se llevan el premio como artífices de la crisis, situación que era impensable cuando Hugo Chávez llegó al poder, en tiempos en que el país recibía miles de millones de dólares gracias al petróleo.
Ningún venezolano veía venir tal crisis, con falta de servicios básicos, un sistema de salud quebrado, inversión privada inexistente y un salario mínimo que raya en lo absurdo.
Uno de los motivos que originó la debacle fue la pulverización de la industria privada. Importantes empresas se fueron del país por la hiperinflación, la escasez de materia prima, las expropiaciones y la inseguridad económica reinante.
El Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio) estima que para finales de año Venezuela tendrá una caída del consumo mayor al 65%. Además, de marzo del 2013 a septiembre del 2020 la inflación acumulada asciende a a un 29.000 MM %.
#14oct Rueda de Prensa
? Balance del sector comercio y los servicios
Día Nacional del Comercio y los Servicios 2020 #Consecomercio#ComercianteAmigo #Gremio #CompromisoGremial #ComerciantesyConsumidoresUnidosxVzla pic.twitter.com/lftwuzlT8v— Consecomercio (@consecomercio) October 14, 2020
Entre las empresas que dijeron adiós a Venezuela se encuentran, entre otras, Kellogg’s, General Motors, Kimberly-Clark, Bridgestone, Cemex, y Metalsa.
Solo con el cierre de Kellogg’s se perdieron alrededor de 400 empleos, reseño en ese momento BBC. Y la salida de Kimberly-Clark en 2016 se tradujo en 971 trabajadores despedidos. El fabricante de productos de consumo cerró operaciones debido a la inflación, la falta de insumos básicos para la producción, y que las ventas en Venezuela ya eran “insignificantes”.
El año pasado el FMI ya advertía que para el 2020 la tasa de desempleo podría llegar al 50,5 %, la más alta en la historia de la región y la mayor en el mundo.
Adiós al poder adquisitivo
El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (CENDA) informó que en agosto de 2020 el precio de la Canasta Alimentaria Familiar se ubicó en 91 834 057,99 bolívares.
Es decir, el venezolano requiere 229,58 salarios mínimos (400 000 bolívares) para poder adquirir la canasta alimentaria, referida a una familia de cinco miembros. Traducido en dólares, hoy el venezolano cuenta con un salario mínimo de 1,1 dólar, pero necesita casi 230 dólares para comer y vivir.
El resultado se traduce en hambre. Un informe de la ONU publicado en febrero advertía que casi un tercio de la población venezolana -es decir, 32,3%- padece inseguridad alimentaria y necesita ayuda.
Ante la pandemia, las alarmas siguen encendidas. La organización humanitaria británica Oxfam publicó una alerta sobre “el virus del hambre”, en la que Venezuela figura como uno de los diez “puntos críticos” principales
La estimación es de 9,3 millones de hambrientos, cifra solo superada por Yemen, República Democrática del Congo y Afganistán, resalta la ONG británica.
Pulverización del bolívar
El broche de oro a esta crisis lo pone la devaluación de la moneda venezolana. Tanto el régimen de Chávez como el de Maduro han hecho la pantomima de eliminar ceros a las denominaciones para hacer creer que el bolívar aún tiene valor.
En 2018 Maduro quitó cinco ceros al bolívar y su excusa fue una “reconversión económica”. Para ese momento dijo que se trataba de “un nuevo sistema monetario para estabilizar y cambiar la vida monetaria y financiera del país de manera radical”.
Dos años más tarde, la moneda, completamente sin valor, vuelve a tener tantos ceros como antes. De hecho, la dictadura venezolana contempla emitir un billete de 100 000 bolívares que solo equivale a 23 centavos de dólar.
Los venezolanos ya han dejado de mirar el bolívar, para apreciar en cambio el tan anhelado dólar que prácticamente se ha convertido en la moneda de más uso en todo el país.