Recientemente, tuve la oportunidad de pasar varios días en Madrid y el retorno a Buenos Aires, como siempre, no fue sencillo. Allí, como en otras partes de Europa, la gente es más educada, se vive con más tranquilidad y se respira otro ambiente. Más allá que el porteño extrañe sus bifes de chorizo, sus pizzas o el malbec, es innegable que, en muchos aspectos, la vida en Argentina no es vida.
Con toda la mochila de unos días en la civilización a cuestas y el duro contraste, alejado del salvajismo de peronia, transcurrió la final del mundial de básquet donde el seleccionado local cayó ante el combinado español luego de una buena y emocionante campaña.
Al momento de leer la noticia sobre el juego en las redes sociales, el primer choque con el dato fue de una vergüenza instantánea. En Facebook y Twitter, tanto en España como en Argentina, se habían viralizado unos artículos donde unos supuestos seguidores de la albiceleste se descargaban a pleno insulto tras el resultado del partido.
Abrí la noticia con el bochorno al que estoy acostumbrado ante el comportamiento de muchísimos compatriotas alrededor del mundo. Recuerdos como el de un estúpido en el mundial de Rusia que le hizo decir groserías a una joven en una grabación, que se prestó inocentemente para repetir lo que el argentino le indicaba, me hacían esperar cualquier cosa.
La primera lectura no arrojó sorpresas: el “gallegos de mierda” apareció al instante, como la irracionalidad argentina a la hora de los espectáculos deportivos. Aunque nosotros hagamos los “chistes de gallegos”, donde la humorada se relaciona con la supuesta tontera de los ibéricos, la realidad nos dice otra cosa. Los que no supimos organizar un Boca-River fuimos nosotros. Paradójicamente, la final de la copa “Libertadores de América” se tuvo que hacer en Madrid, dentro del país del que nos liberamos en 1810 y nos independizamos en 1816. No sé si San Martín se ríe o se revuelve en su tumba.
Ya racionalizando un poco más la cosa, y sabiendo que la vergüenza es a lo sumo ajena o colectiva, me puse a leer los comentarios de los supuestos argentinos enojados. A priori no tenía nada que objetar a los colegas de El Español o de La Opinión de Murcia, que recogían las barbaridades encontradas en redes sociales. Ambos portales, entre otros, además de festejar el merecido triunfo deportivo, hacían énfasis en las “costumbres argentinas”, como diría Andrés Calamaro.
“Es conocido desde hace tiempo que la ofensa es un arte donde los argentinos, aunque hayan perdido hoy, son los campeones”, decía una de las columnas. Sin embargo, más que ofensa e insultos, lo que hubo fue una mala labor periodística.
Aunque un español pudo haber considerado que el tuit de Hank Solo fue emitido desde Argentina, lo cierto es que no hay ningún argentino que, salvo que viva hace décadas en España, diga “que tenés por cabeza”. A pesar del esfuerzo y de la modificación del “tienes” por el “tenés”, es claro que el comentario no era más que la broma de un español.
¡SERGIO HERNÁNDEZ, SACALE BRILLO A ESA BOLA DE CRISTAL QUE TENÉS POR CABEZA, A VER SI SE TE OCURRE CÓMO PARAR A ESTOS GALLEGOS DE SU RECONTRAPUTÍSIMA MADRE, AEROPUERTO DE MOSCAS!
— Hank Solo (@Hank_Solo) September 15, 2019
Otra de las publicaciones que motivó la serie de artículos en los portales españoles mostraba exactamente lo mismo. En este caso se repetía la intención de emular al argentino básico, pero también la españolidad salía a la superficie: difícil encontrar a una persona que viva entre La Quiaca y Ushuaia que diga que hay que “echar” huevos en vez de “ponerlos”.
¡PELOTUDOS HIJOS DE CIEN MIL CAMIONES RELLENOS DE PUTAS, QUE NOS ESTÁN GANANDO CUATRO GALLEGOS BARBUDOS, HASTA MARADONA CON EL ORTO LLENO DE COCA LE ECHARÍA MÁS HUEVOS!
— Inu [OEK] (@Inu_ADDLV) September 15, 2019
Pero más allá de lo evidente de la situación, no hacía falta investigar mucho. Algunos de los usuarios disfrazados de argentinos enojados habían subido fotos de España celebrando la copa del mundo. Otros directamente en su perfil tienen especificadas sus ciudades. Los comentarios se viralizaron entre españoles y argentinos y varios medios decidieron hacer un artículo sin chequear en lo más mínimo lo que estaban escribiendo.
No es que no haya argentinos capaces de escribir esas cosas. El tema es que eso, en este caso, no había ocurrido.
Internet y las redes sociales son excelentes herramientas para el periodismo. El mundo moderno le otorga al comunicador libertad e inmediatez. Muchos colegas trabajan online desde cualquier lugar del mundo, sin pisar redacciones y con la información y fuentes al alcance de un clic. Sin embargo, la comunicación en la época de redes sociales tiene sus desafíos. El chequeo de la información y la investigación debería ser un acto reflejo. Al publicar sin el más mínimo control de lo que se escribe, sin duda los periodistas degradan el desempeño de sus medios, pero también bastardean la comunicación moderna.
Lidiar ya con las fake news intencionales es un desafío. No sumemos más contenido basura por torpeza y pereza a la hora de hacer nuestro trabajo.