Hay textos que pueden tener errores de apreciación, sobre todo cuando un político se viste de comunicador con pretensiones de economista. Pero el artículo de hoy publicado en Página 12 por el dirigente kirchnerista Jorge Rivas se supera. No deja un solo párrafo sin una falacia.
El referente del “Socialismo para la Victoria” escribió una curiosa columna de opinión titulada “Precarización laboral en la economía neoliberal”. Lo cierto es que no pudo esperar al primer renglón como para empezar con sus comentarios inexactos, ya que en el mismo título cayó en la falacia del supuesto “neoliberalismo”. No hace falta recordar que el término fue acuñado en la década del 30 por un economista alemán, que desencantado del socialismo puro y duro de donde provenía, propuso una síntesis entre el colectivismo económico y el mercado. Pero el término fue popularizado y utilizado por la izquierda para denominar un conjunto de ideas del que nadie se hizo cargo. Ningún economista liberal se ha reconocido como “neoliberal”. Ante el fracaso estrepitoso de todos los socialismos que ocurrieron a lo largo de la historia, cada vez es menos frecuente la utilización de este recurso, que hasta hace muy poco era constante.
Tuvo que ver seguramente las “palizas” que varios voceros del populismo recibieron en los medios, cuando un economista liberal los increpaba preguntando “¿Pero qué es el neoliberalismo?”. Claro que jamás hubo respuesta clara. Pero la falacia del hombre de paja (que discute con un enemigo imaginario) sigue siendo utilizada en los medios gráficos, donde es más complicado el debate y el redactor goza de mayor impunidad.
Pero imaginemos por un momento que el “neoliberalismo” al que hace referencia Rivas tenga algo remotamente que ver con la economía de libre mercado. Lo cierto es que esto tampoco ayuda a sus pobres argumentos. Su tesis es que, por la responsabilidad del “neoliberalismo”, se intenta utilizar a la tecnología para incrementar la “precarización laboral”. Según el autor, “el capital de las grandes empresas” hace que los trabajadores pierdan “derechos” y se concentre aún más la economía en manos de los poderosos. También denuncia que en Argentina “el neoliberalismo volvió de la mano del macrismo” y que la “excesiva regulación del trabajo” no genera “crisis económicas, sociales o financieras”.
En el epílogo del artículo, que parece más digno de un estudiante adolescente enamorado de la utopía colectivista que de un hombre adulto y con experiencia política, Rivas invita a “resistir con eficacia el intento flexibilizador” y propone dar la “pelea de fondo” para vivir en una “sociedad más justa”. ¿Cómo se consigue este noble objetivo? Luchando contra en neoliberalismo, dice.
¿Los grandes capitales se concentran o hay más posibilidades para los pequeños?
Aunque los prejuicios de Rivas no lo acepten, lo cierto es que la irrupción de la tecnología, en lugar de ser una herramienta explotada por las grandes empresas, fue un sacudón en contra del statu quo. No hay que ir a los 150 mil millones de dólares de Jeff Bezos (que se hicieron desde una idea y un garage) para comprender que estamos ante una revolución virtuosa. No como las que le gustan a Rivas que no han generado más que muerte y miseria. Músicos que graban con escasos recursos, periodistas que trabajan desde la comodidad de su domicilio, personas que utilizan aplicaciones mediante la economía colaborativa para generar recursos en sus ratos libres y proyectos que logran visibilidad gracias al internet son solo algunas de las realidades que a Rivas se le pasan por alto. Él ve un mundo de trabajadores industriales sacrificados de uniformes, proletarios y capitalistas. El fetiche de estos personajes con la idea del trabajo de hace más de medio siglo les genera una excitación casi sexual.
Pero mientras que los políticos siguen soñando con regular ese mundo antiguo, los trabajadores preferimos la modernidad y la libertad. El músico que antes estaba atado a la suerte y el favor de un capitalista hoy puede grabar desde su casa, el periodista que no concebía su labor fuera de la redacción hoy escribe en su portatil de cualquier parte del mundo. Millones de personas que no pueden cumplir con un horario fijo trabajan mediante aplicaciones que permiten ofrecer servicios de calidad a un mejor precio. Pero cuando fenómenos como Uber irrumpen, favoreciendo a usuarios y trabajadores, paradójicamente los “Rivas” del mundo salen a defender al statu quo que no quiere competencia.
“El neoliberalismo macrista”
Sería interesante preguntarle a Rivas, o a su jefa política, Cristina Kirchner, cuales son los aspectos liberales de la política económica implementada por Mauricio Macri. Aunque en sus discursos el presidente se muestra en favor de una economía civilizada y unas cuentas públicas en orden, lo cierto es que sus políticas públicas fueron en otra dirección. El déficit fiscal que dejaron los personajes como Rivas y Kirchner es una realidad, no una cuestión ideológica, como tampoco es la necesidad de su saneamiento. Pero la gestión de Cambiemos optó por “ajustar” al sector privado en pos de los privilegios del sector público. Mientras la burocracia gubernamental sufrió retoques de índole cosmética, las reducciones de subsidios cayeron con muy poca anestesia para los usuarios de servicios públicos. Uno no puede pedirle al gobierno que mantenga las tarifas subsidiadas del kirchnerismo, claro. Pero resulta cuestionable que los privados hagan todos los deberes, mientras que el Estado sigue de fiesta. Aunque era absolutamente necesario idear un plan para reducir al sector gubernamental, Cambiemos consideró que no estaban dadas las condiciones para hacerlo. Entonces se dedicó a crear y subir impuestos. El macrismo incluso ha reinstaurado hasta los pocos impuestos que se había animado reducir, como las retenciones agropecuarias.
Una muestra del capitalismo salvaje de Macri es el desempeño de Argentina en el ranking de libertad económica. Con el kirchnerismo se perdieron 150 lugares en la lista (del 20 al 170). El “neoliberalismo” salvaje de Macri había hecho que el país recupere solamente 26 posiciones, pero ya volvió a perder 4 en los últimos meses.
La única diferencia de modelo con el kirchnerismo es la defensa retórica de esos impuestos. Mientras que el gobierno anterior decía que era por el bien de todos, los que están ahora dicen que lo hacen por necesidad, aunque no concuerden “filosóficamente” con las medidas. Pero al final del día Argentina sigue siendo uno de los países con mayor presión impositiva del mundo, el Estado sigue con sus beneficios y el sector privado cada vez es más flaco y se siguen perdiendo de a miles las fuentes de trabajo.
¿Quién genera las crisis económicas?
En su argumento, bien dice que las regulaciones laborales no crean las “crisis económicas, sociales y financieras”. Claro, pero sí son un impedimento para salir a flote. Todas las crisis económicas argentinas, que tuvieron graves consecuencias sociales y financieras, fueron por la explosión de un gasto público insolventable. La última en diciembre de 2001 fue la más clara y reciente. Durante la década de las reformas “neoliberales”, resulta que el Estado (a pesar de haber privatizado sus empresas) continúo en rojo constante. Cuando el FMI soltó la mano vino el estallido. ¿Fue por la convertibilidad (que no es liberal por definición)? ¿Fue por la privatización de las empresas públicas? No, fue porque en Argentina el Estado jamás perdió sus privilegios. La cuenta la pagó la gente, con medio país por debajo de la línea de pobreza tras la crisis. Cabe destacar que no hemos hecho mención a los desastres inflacionarios del banco central (que en Argentina ha sido una verdadera máquina de crear pobres), que se dedicó históricamente a imprimir billetes para la clase política en detrimento de los ciudadanos.
Si Rivas pretende continuar con el modelo de los “derechos laborales”, Argentina permanecerá en la triste decadencia que se refleja en las largas filas de postulantes para escasos empleos disponibles. La salida es en la otra dirección y muy pronto empezará a mostrar resultados en Brasil. Pero aunque parezca increíble, Rivas sigue enamorado del modelo venezolano. Cómo dice Ricardo López Murphy, “el problema en Argentina debe ser el agua”, ya que no hay otra explicación.