Con la disolución de la Unión Soviética en 1991, Cuba perdió a su principal aliado, pero desde la caída del muro de Berlín, dos años atrás, la izquierda latinoamericana comenzaba a agruparse en un bloque ideológico que sería su tabla de salvación. Con el objetivo de “combatir el neoliberalismo” en la región, el Partido de los Trabajadores de Brasil fundó en 1990 el Foro de Sao Paulo, en honor a la ciudad donde se celebró el primer encuentro, teniendo en sus inicios a Cuba como único país gobernado por un partido miembro.
Fue así como la dictadura castrista aprovechó este espacio para extender el comunismo, sumar territorios y así encontrar otro país del cual vivir. Venezuela estaba en el radar de Fidel Castro desde 1967, cuando –sin éxito- intentó invadir a la entonces potencia petrolera con el desembarco de Machurucuto, en el estado Miranda, con guerrilleros comunista entrenados en Cuba. Tras el ascenso de Hugo Chávez al poder en 1999 no fue necesario el uso de la fuerza. El militar golpista se rindió a los pies de La Habana, convirtiéndose en su nuevo proveedor y en el artífice de su proyecto políticos regional, pero ahora disfrazado de socialismo del siglo XXI.
- Lea también: Año de retrocesos para Centroamérica: más control estatal, menos libertad
- Lea también: La resurrección de Allende y el segundo suicidio de Chile
La siguiente década sería la era dorada del Foro de Sao Paulo. Con el partido fundador, Luiz Inácio Lula da Silva llegaba al poder en 2002, sumando al gigante sudamericano que luego dejó en manos de la también socialista Dilma Rousseff. Como un efecto domino, la izquierda se expandía por el continente hasta llegar a gobernar también Uruguay, con Tabaré Vázquez y luego con José ‘Pepe’ Mujica; Bolivia con Evo Morales; Chile, con Michelle Bachelet; Nicaragua, con Daniel Ortega; Paraguay, con Fernando Lugo; Perú, con Ollanta Humala; Argentina, con Néstor Kirchner y tras su fallecimiento con su esposa Cristina Fernández de Kirchner; mientras que Venezuela quedaba en manos de Nicolás Maduro tras la muerte de Chávez.
Una oportunidad perdida
Hasta 2015 el péndulo se mantenía mayoritariamente a la izquierda. Pero la corrupción que tanto decían combatir los socialistas terminó siendo el mayor mal de sus gobiernos. La derrota del kirchnerismo en 2015 en Argentina, así como la destitución de Dilma Rousseff en 2016 y los procesos judiciales contra Lula da Silva en Brasil que se iniciaron ese mismo año marcaban la caída de la izquierda en la región. El péndulo empezaba a inclinarse a la derecha. El mapa que estaba teñido de rojo comenzó a pintarse de azul.
#Mundo 🌎 En medio de las realidades políticas que definen a cada país de la región. Comparto el Mapa político de Latinoamérica: ¿Izquierda, centro o derecha? #FelizJueves #BuenJueves #Diciembre #BuenosDiasATodos #BuenosDias #4T #JuevesDeGanarSeguidores https://t.co/49uXY6Bwsc pic.twitter.com/Ioz015rYjJ
— Jorge David Aljovín (@JorgeAljovin) December 5, 2019
Al triunfo de Mauricio Macri en Argentina le siguió el de Jair Bolsonaro en Brasil, tras la presidencia encargada de Michel Temer. Salvo por la victoria de Andrés Manuel López Obrador que le permitió al Foro de Sao Paulo sumar a México, la balanza seguía inclinándose a la derecha con los triunfos de Sebastián Piñera en Chile, Mario Abdo Benítez en Paraguay, Luis Lacalle Pou en Uruguay, Jeanine Áñez designada como presidente encargada de Bolivia tras la renuncia y el exilio de Evo Morales por haber cometido fraude en 2019, según determinó la misión electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA), y más recientemente la victoria de Guillermo Lasso en Ecuador.
Los errores de la derecha
Pero el péndulo no ha dejado de balancearse. Por diversas razones, la derecha ha perdido en poco tiempo los territorios ganados. Una de las principales razones ha sido justamente no asumirse como gobiernos de derecha y preferir surfear cobardemente por el centro, manteniendo políticas heredadas de la izquierda y coqueteando con los controles estatales y el proteccionismo. Este es el caso de Argentina y Chile.
De la mano de Cristina Kirchner, Alberto Fernández sentó nuevamente a la Argentina en la mesa del bloque izquierdista, en la que ahora Chile también ocupará un espacio tras la victoria de Gabriel Boric en las elecciones de este domingo. Pero el virus del comunismo sigue mutando. El Foro de Sao Paulo que recibió un impulso con Chávez desde Venezuela bajo la figura del socialismo del siglo XXI ahora se ha reagrupado en el Grupo de Puebla bajo un enfoque más “progresista” que se basa en seducir colectivos feministas, indigenistas, antirracistas, LGBT –despreciados y perseguidos históricamente por el comunismo– para así alcanzar su objetivo final de aumentar el control estatal y perpetuarse en el poder a cambio de algunas concesiones a estas minorías.
Me da mucha tristeza por los amigos en Chile 🇨🇱 y muchos me preguntan ¿que hacemos ahora?
Mi respuesta: Luchen por Colombia 🇨🇴 y Brasil 🇧🇷 en 2022, últimos bastiones de libertad, democracia y seguridad en Sud América.#Chile #ChileElige #chilevote pic.twitter.com/bFvXDePgG4
— Joseph M. Humire (@jmhumire) December 19, 2021
Y este parece ser otro de los desaciertos de la derecha. No haber logrado cautivar a estos grupos con políticas verdaderamente incluyentes y haber subestimado a una izquierda que ha sabido infiltrarse en la educación y adoctrinar a las nuevas generaciones que hoy eligen presidentes. Esto es lo que acaba de ocurrir en Chile. La consolidación de una agenda que se gestó durante el estallido social de octubre de 2019 y –planteando desde otra perspectiva la lucha de clases, las reivindicaciones sociales y la utopía de la igualdad– captó el voto joven para asegurarse la victoria.
Se trata del mismo libreto que se ha intentado aplicar en Colombia, movilizando a los jóvenes en las protestas que se iniciaron en abril de este año para capitalizar el descontento contra un gobierno uribista (lo más cercano a la derecha), pero que ha implementado políticas centristas que pasan factura de lado y lado.
La lucha por el invicto de Colombia
Colombia es el único país de la región que el Foro de Sao Paulo no ha logrado conquistar. Por ello la importancia simbólica y geopolítica que representa. Pero no por eso la izquierda ha desistido de su objetivo. Al contario, en los últimos años ha ganado terreno sin ningún escrúpulo en los distintos niveles de la educación. Es así como la Federación Colombiana de Educadores (Fecode) formó parte del comité del Paro Nacional e incluso uno de sus directivos, Nelson Alarcón, pidió con total desparpajo “robustecer el movimiento” para “seguir mucho más allá, para derrotar al Centro Democrático, para derrotar la ultraderecha y llegar al poder en el 2022”.
La elección de un candidato unitario que tenga posibilidades reales de evitar que Colombia se pinte por primera vez de rojo es vital. Mientras la extrema izquierda avanza con la candidatura del exguerrillero y actual senador Gustavo Petro, consolidado como indiscutible abanderado de la coalición del Pacto Histórico con 82,4 % de preferencia en la interna, la derecha aún luce acéfala, con opciones diversas y votos dispersos y, además, sin una identificación ideológica realmente clara que se muestre como antagónica al proyecto comunista de Petro.
Si bien la gestión del presidente Iván Duque ha tenido importantes aciertos, la tibieza en otros aspectos, que lo acercan más a la centroderecha de Macri y Piñera, despierta el temor de que la nación neogranadina pueda seguir los pasos de Argentina y Chile en las elecciones presidenciales de 2022.
La defensa de Brasil
Otro país que enfrentará el próximo año su mayor prueba es Brasil. En el caso del gigante sudamericano las condiciones son otras. La amenaza de la izquierda será aún más agresiva en la cuna del Foro de Sao Paulo, donde Luiz Inácio Lula da Silva buscará arrebatarle el poder al presidente Jair Bolsonaro, quien ya se sumó al Partido Liberal para optar por la reelección.
Colombia y Brasil son los dos bastiones de la libertad que el marxismo posmoderno buscará sumar en 2022 a sus planes en la región, lo cual representaría un dominio casi total de la izquierda en Latinoamérica y una tragedia para la democracia. Defender y preservar estos espacios será vital para volver a inclinar el péndulo a la derecha en 2023, cuando Argentina celebrará elecciones presidenciales con un kirchnerismo disminuido y con escasas posibilidades de triunfo. Sería la nueva oportunidad para la derecha dejar a un lado la tibieza, la cobardía, y demostrar el eficaz funcionamiento de una verdadera economía de libre mercado con una intervención mínima del Estado que, a fin de cuentas, es la única receta para combatir la corrupción.