Mi voto será por Carlos Fernando Galán. En el punto en el que estamos, el mayor riesgo para los sectores moderados, no solo en Bogotá sino en el país, son las expectativas creadas frente a una probable victoria suya en primera vuelta. Lo ocurrido en España en las últimas elecciones generales ayuda a ilustrar esta situación. Nos toca, por lo tanto, a todos ir “all in” con él en primera vuelta.
Comienzo por advertir y reconocer dos cosas. La primera, que Galán, así como los otros tres buenos candidatos -Rodrigo Lara, Juan Daniel Oviedo y Diego Molano- puede ser buen alcalde. Es honrado, conoce la ciudad y probablemente se rodeará de gente competente en los altos cargos. Al igual que los otros tres, es básicamente un candidato “normal”, en el mejor sentido de la palabra, respecto a lo que ha sido la regla general en la presidencia y en la alcaldía, quienes, con sus más y con sus menos, han contribuido al progreso gradual de nuestro país y de nuestra ciudad.
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La segunda, reconozco que es dentro de ese grupo de cuatro buenos candidatos el que menos me gusta, pareciéndome, insisto, una buena opción. Es el que menos me gusta de los cuatro por razones políticas.
Galán es un centrista dentro del espacio de la centro-izquierda que es afín al expresidente Juan Manuel Santos. Siendo yo un centrista dentro del espacio del centro-derecha que es afín al expresidente Álvaro Uribe Vélez, no es exactamente para mí el ideal desde la perspectiva política.
Pero más allá de esto que, al final, me tiene sin cuidado, lo que no me gusta de Galán es cierto sectarismo que le vi en alguna entrevista. Le preguntaban que con quién no se aliaría y respondió que con Gustavo Bolívar y con el Centro Democrático aunque sí con sectores de la derecha. En las circunstancias actuales, eso es tan ridículo como si hubiera un candidato afín al uribismo que dijera que se aliaría con todos menos con los petristas y con los santistas. ¿En serio hay quienes siguen en eso estando en las que estamos?
El expresidente Iván Duque -y en qué circunstancias-, dio un paso muy importante para la concordia al incluir a gente de las distintas simpatías políticas moderadas en su gabinete. Salvo que uno piense que el Centro Democrático es de extrema derecha, lo cual a estas alturas solo lo creen los fanáticos de la extrema izquierda y los muy desinformados, ello es una posición sectaria incomprensible en alguien evidentemente sensato y moderado como Galán.
Pero así como tiene esos defectos políticos también tiene sus virtudes. La más importante que quiero destacar es que a diferencia de los Alejandro Gaviria o Roy Barreras que le hicieron campaña directa a Gustavo Petro, o de los Sergio Fajardo o Jorge Robledo que le hicieron campaña indirecta al promover el voto en blanco, Galán tuvo el buen criterio de votar por Rodolfo Hernández.
Sí, ya sé que Hernández no es Churchill. Y sí, tampoco es Alberto Lleras o Álvaro Gómez. Con Hernández seguramente se habrían presentado situaciones que dentro de nuestra normalidad democrática nos hubieran parecido impresentables e incluso muy graves.
Pero a diferencia del gobierno de Petro, entre otros, no se habría debilitado así la seguridad. Tampoco habría incertidumbre para la inversión (de hecho hubiera sido un gobierno bastante pro-negocios sin más impuestos y disciplinado fiscalmente). Las pequeñas y medianas empresas no tendrían incertidumbres adicionales como resultado de una reforma laboral absurda para nuestra realidad socioeconómica. La salud de los más pobres no estaría en riesgo por la obsesión del presidente de estatizarla, destruyendo lo que evidentemente funciona.
Y no pasaríamos las vergüenzas internacionales que estamos pasando, entre otras, con las posiciones de Petro frente al holocausto judío que no solo afectan nuestras relaciones exteriores con los impactos que ello trae, sino que repugnan a la gran mayoría de los colombianos.
Entonces no, no daba igual. Esto es lo que al final, dentro del contexto de la segunda vuelta de 2022, representó y demostró el voto en blanco, y lo que sería votar en blanco en segunda vuelta en estas elecciones por cualquiera de los otros candidatos enfrentado a Bolívar. Absurdo en jefes políticos y opinadores que influyen en miles de personas. Por supuesto sin olvidar a los radicales que por ideología promovieron el voto por Petro o de los politiqueros que sin sentido de Estado lo apoyaron.
Dicho esto, uno podría pensar, y de hecho yo lo pensé así hasta hace poco, que estando ya al menos Galán en segunda vuelta, uno podría votar por el de su preferencia o incluso de pronto tratar de sacar a Bolívar en primera vuelta promoviendo el voto útil por el que de los otros tres buenos candidatos tuviera más posibilidades de quedar segundo. De esta forma, la ciudad (y el país) no solo se libraría en la primera vuelta de Bolívar-Petro, sino que tendríamos la posibilidad de una campaña en la que pudiésemos evaluar con más calma a los candidatos y sus propuestas. La verdad es que en esta campaña la mayoría de los ciudadanos solo está pendiente de las encuestas y el voto útil, en donde Galán comenzó a salirse del lote al ser el de mayor reconocimiento. Esto no solo por ser hijo del gran Luis Carlos Galán, sino por ser la tercera vez que se presenta para la alcaldía, además de haberse presentado al senado el año pasado.
Pero en el punto en el que estamos ello a mi modo de ver ya no es responsable. El desastroso gobierno de Petro aceleró una mentalidad de voto útil para la primera vuelta, generando expectativas que ahora los moderados de todas las tendencias políticas no podemos ignorar. Así, al Galán estar rozando el 40 %, si Bolívar logra pasar a la segunda vuelta la sensación de victoria de la extrema izquierda petrista y de decepción de los moderados de la centro-izquierda y el centro-derecha sería inocultable.
Esa tristeza podría tener efectos políticos y electorales inciertos. Recientes eventos en España así lo ilustran. Hace unos meses escribí que el manejo de las expectativas era la principal lección para Colombia de las elecciones generales en España.
Alberto Núñez Feijoo, un centrista dentro del espacio del centro-derecha español, ganó las elecciones con el Partido Popular (PP) obteniendo la mayoría de los votos y escaños, lo que normalmente le permitiría ser el nuevo presidente del Gobierno. Sin embargo, a pesar de la victoria, la sensación en la opinión pública -incentivada por el PSOE y sus aliados- era que Pedro Sánchez del PSOE había ganado y Feijoó había perdido. Esta reacción se debió en buena medida a las altas expectativas sobre Feijoó, como resultado de la victoria arrolladora que preveían las encuestas, en conjunto con sus exitosos resultados regionales previos y sus destacadas calidades y trayectoria.
Teniendo en cuenta lo anterior, y dada la volatilidad del electorado bogotano, mejor no correr riesgos y además ahorrarnos el estrés, la incertidumbre y la polarización de la segunda vuelta.
Si Bolívar llegase a ganar, Petro se fortalecería enormemente. El rebote de las expectativas lo fortalecería en el relato con independencia de los resultados en el resto del país. Además, se quedarían con toda la burocracia no solo nacional sino de Bogotá. El oxígeno para la oposición y los sectores independientes escasearía así a niveles alarmantes.
Ello le daría, por lo menos, gasolina para aprobar y avanzar con sus reformas bajo características más radicales que moderadas, que es lo contrario a ahora en donde lo probable es que pasen más moderadas en comparación con las radicales que quiere el gobierno, si pasan.
La incertidumbre para el país sería enorme. Con el control de Bogotá, Petro no tendría el sol bajo sus espaldas en lo que queda de cuatrienio. El daño que podría hacer sería entonces más cercano al previsible durante su campaña al mitigado durante su gobierno, como resultado de la caída en su popularidad por haberse metido con la salud, reforzada por los escándalos y la inseguridad.
¿Y si Bolívar pasa a segunda vuelta? Pues a trabajar para que no la gane. Pero mejor dejar de lado nuestras preferencias políticas y pensar en el futuro del país, que es el de todos, votando por Galán para que gane en primera vuelta.