El drama de los matrimonios infantiles es tremendo. Ya no es una práctica exclusiva de los países africanos sino una tragedia social que también se posiciona en Latinoamérica, donde las niñas se convierten en una mercancía familiar para enfrentar tiempos difíciles.
El debate en el Congreso de Perú en este momento para erradicar el decreto Legislativo N°1384 que modificó hace cinco años el artículo 42 del Código Civil, donde se establece que los 14 años son la edad mínima con consentimiento para casarse, abre la puerta al abismo de la silenciosa cifra de uniones forzadas que sufren menores en la región.
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En el caso del país inca, el Registro Nacional de Identidad y Estado Civil (Reniec) reporta 4357 matrimonios infantiles entre 2013 y el 2022. De ellos, el 98,4 % incluyó niñas y adolescentes de 11 a 17 años con hombres adultos. Lima encabeza la lista con el mayor número al registrar 1008 casos, le sigue Piura con 783, Lambayeque con 586 y Loreto con 245.
La Junta de Portavoces de la Cámara de diputados busca acabar con los matrimonios y las uniones infantiles, tempranas y forzadas (MUITF) a través de los proyectos de Ley 1523/2021 y 3194/2022 presentados en parlamento para modificar el Código Civil. La meta es que la mayoría simple del hemiciclo compuesto por 130 curules se imponga, ello implica que los votos a favor superen a los en contra, sin importar la cantidad. Así lograrían que sólo los mayores de 18 años accedan al matrimonio.
Según El Comercio, el presidente del Congreso, Alejandro Soto, espera priorizar los proyectos pero no está fácil cuando tiene otros 69 en agenda. “Dependerá, finalmente, de la voluntad de la Mesa Directiva que el tema llegue a discutirse”, indica el medio.
El costo de la legalidad
Mientras en el parlamento peruano deciden, las niñas de la nación siguen padeciendo el impacto de un marco legal que aumenta las probabilidades de ser víctimas de la violencia y de infectarse con VIH/SIDA. Lo confirman los innumerables informes del Fondo de las Naciones para la Infancia (Unicef por siglas en inglés) donde se señala que cuando un niño se casa, sus opciones de tener una vida saludable y exitosa caen, se genera un círculo de pobreza intergeneracional en el cual, además, las niñas casadas suelen carecer de las habilidades necesarias para obtener un empleo.
Tasas escandalosas en Suramérica y Centroamérica
Perú sólo es la punta de un iceberg frente a los resultados del estudio interinstitucional de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) del año pasado. En su informe, el 22 % de las niñas o adolescentes de la región contrajo matrimonio por primera vez o mantenía una unión temprana antes de cumplir los 18 años, y la prevalencia no ha variado sustantivamente en los últimos 25 años.
Incluso, hay países con una tasa más alta como Nicaragua que alcanza 35 %, Honduras 34 % y República Dominicana 32%. Con estos porcentajes están cerca de equiparase con Somalia y Liberia que registran 36 %, Mauritania con 37 %, Etiopía con 40 % o Nigeria con 43 %.
Brasil no escapa con 26 % y México con tampoco al tener 21 % de prevalencia. En el caso de Costa Rica la cifra llega a 17%, en Argentina a 16 % y en Jamaica ronda el 8 %.
Las estadísticas reflejan que en Latinoamérica está permitido apelar al matrimonio antes de los 16 años por “motivos justificados”. Sin acciones, la Cepal pronostica que la región tendrá para el año 2030 el segundo índice más elevado de uniones infantiles, por detrás, únicamente, de África Subsahariana. Es terrible si se considera que en África hay 125 millones de niñas obligadas a casarse antes de cumplir los 18 años y para 2050 la cifra alcanzará los 310 millones.
Sin embargo, es posible evitar los 12 millones de niñas y adolescentes que se casan antes de cumplir los 18 años en el mundo, que representan una cada 3 segundos obligada a contraer matrimonio. Un estudio de la Universidad Johns Hopkins calcula que el precio de acabar con el matrimonio infantil en los 68 países que suponen el 90 % de los casos a nivel mundial cuesta 35.000 millones de dólares. Es decir, una niña obligada a casarse cuesta en torno a 600 dólares, lo que equivale a alojarse una noche en un hotel de lujo.