El terrorismo del extremismo islamista palestino ha dado un golpe trágico, pero que desmantela la necesidad de tener siempre que invocar a lo evidente: Israel, otra vez, ha sido agredido y tiene derecho a su existencia como también a la defensa y a una respuesta acorde al golpe que ha recibido. Aún recibiendo un apoyo sin precedentes, muchos continúan volcando sus complejos para defender a Israel basándose en la mitología de la ocupación en Palestina.
El sadismo de Hamás, filmado y a su vez transmitido en las redes sociales de los terroristas, fue un ataque planificado para asesinar a la mayor cantidad de civiles y para atrapar a la mayor cantidad de rehenes probablemente para presionar al gobierno de Israel para el canje de prisioneros palestinos o bien para que cese el fuego sobre Gaza. Para Hamás no ha habido civiles asesinados porque ellos no consideran que en Israel haya civiles. Noya, una de las niñas israelíes de 12 años con autismo secuestrada por Hamás, para el terrorismo es también un objetivo militar. También lo son Mayan, de 23 años, y Eliran, de 24, que estaban planificando su boda cuando la masacre de Hamás los sorprendió. Lo mismo para Erez, de 12 años, secuestrado por los terroristas o Kfir, un bebé de pocos meses que también está cautivo en Gaza. Para Hamás no hay civiles, no existen, todos son objetivos militares que deben ser destruidos.
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La Franja de Gaza es un territorio inhóspito. Es tal el grado de horror de lo que vivió Israel el sábado pasado que el propio presidente, Isaac Herzog, se refirió al 7 de octubre como el día en que más cantidad de judíos habían muerto después del Holocausto. Las horas siguientes del ataque y mientras dentro de las principales ciudades israelíes quedaban terroristas sueltos, el mundo reaccionaba con espanto. Las imágenes de Hamás fueron asimiladas a las imágenes del Estado Islámico (ISIS) cuando estaba en su apogeo y difundía videos donde cortaba la cabeza a sus prisioneros que vestían de naranja.
Sin embargo, a pesar de lo espeluznante de las imágenes del terrorismo islámico, en los países occidentales muchos no pudieron dejar de lado sus complejos a la hora de defender no sólo a Israel, sino de atacar con contundencia a un terrorismo que es en definitiva una ideología que vendrá por todos nosotros sin distinguir entre judíos, cristianos, agnósticos o musulmanes. “El mito de la ocupación es un complejo muy grande que en Occidente se mantiene”
Cuando leemos o escuchamos la expresión “territorios ocupados” allí no hay más que una referencia al eufemismo adaptado por los palestinos para referirse a su intención de aniquilar a Israel y al pueblo judío, algo que Hamás aloja en su carta fundacional en varios de sus artículos. El concepto de los territorios ocupados, además de ser una tergiversación histórica, es el concepto de la Palestina libre “desde el río (Jordán) hasta el mar (Mediterráneo)” donde se invoca a la destrucción del Estado de Israel con sus más de nueve millones de habitantes (cuyo 20 % es de origen árabe musulmán) y ser reemplazado por algo que se llame Palestina.
El mito de la ocupación suele venir acompañado de los “mapas verdes”, es decir, una composición inteligentemente presentada que intenta demostrar a una Palestina que en 1948 ha sido aniquilada por el sionismo hasta el día de hoy. Nada más lejos de la realidad. Primero porque nunca existió un estado palestino independiente, ya que siempre pertenecieron a una estructura o entidad superior. En el caso de Israel, las raíces del pueblo judío vienen arraigadas en la zona desde el siglo I, a pesar de las distintas etapas de dominio extranjero que incluyó a los romanos, a los otomanos, ingleses, entre otros.
La cartografía palestina no suele mencionar tampoco que en 1922 el mapa de Israel fue desmembrado hacia el este para crear el Reino de Transjordania en lo que es hoy Jordania. Tampoco mencionan las recomendaciones de la corona británica durante esos años que, a través de distintas comisiones, alertaba de una hostilidad muy grande entre árabes y judíos que venía de mucho antes del nacimiento del Estado moderno de Israel. No sólo los pogromos árabes durante finales del siglo XIX, sino también casos como en 1929, en Hebrón, cuando 65 judíos fueron masacrados por una turba palestina. Estamos hablando de casi dos décadas antes de que naciera el moderno Israel.
En 1947 el plan de partición de la ONU le dio la posibilidad a los judíos y los árabes de tener su estado, algo sólo aprovechado por el primero. A partir de la ocupación militar de Egipto en la Franja de Gaza y del Reino de Transjordania en Judea y Samaria (Cisjordania incluido Jerusalén Este), los hermanos árabes de los palestinos se hicieron con el control del territorio que hoy le reclaman a Israel. En esos 19 años que pasaron entre la ocupación árabe y la victoria israelí en la guerra de los Seis Días en 1967, nunca nació ningún estado palestino porque los árabes tampoco quisieron.
Al terminar la mitológica cartografía que intentaría demostrar un Estado judío que fagocitó al histórico estado palestino, la composición presenta un mapa final que ahonda en la actualidad. En ese mapa, donde se señala a la izquierda la Franja de Gaza y a su derecha Cisjordania, omiten la firma de los Acuerdos de Oslo entre el Estado de Israel y la OLP liderada por Arafat en 1993 y 1995.
Si tomamos el nacimiento de la causa nacionalista palestina en 1965 cuando nació la OLP, en esos 30 años fue Israel quien les ha cedido más territorios a los palestinos para su autonomía que el que les dieron sus hermanos árabes. Incluso hay casos paradójicos como el de Hebrón, ciudad históricamente judía donde fuera coronado el rey David, donde yacen los Patriarcas y hoy está bajo el control de la Autoridad Palestina. Es decir, si los palestinos hoy tienen algo que se asemeja a un estado, es gracias a Israel.
En Israel tampoco hay un apartheid y sistema de segregación racial que discrimine entre árabes, cristianos y judíos. El ejemplo de su capital, Jerusalén, es preciso para entender cómo funcionó la ciudad apenas fue capturada por la Legión de Transjordania (Jordania) en 1948: sinagogas quemadas, judíos expulsados y sitios sagrados del judaísmo usados como baños públicos. En 1967 todo cambió cuando Israel volvió a tomar el control de Judea y Samaria, reconvirtiendo a la capital en una ciudad donde hoy las tres religiones monoteístas conviven de la mejor forma posible.
Tampoco hay que omitir que, en los territorios bajo control palestino, tanto en la Franja de Gaza (gobernada por Hamás) como en Judea y Samaria (gobernada por la Autoridad Palestina) son zonas libres de judíos. En el caso de Gaza, Israel se ha retirado de allí en el año 2005 quitando no sólo la presencia de las fuerzas militares, sino también obligando a salir de allí a las comunidades judías que resistían en sus hogares. La idea original, conforme los Acuerdos de Oslo, de una Franja de Gaza gobernada por la Autoridad Palestina y Al-Fatah, su brazo armado, quedó hecha trizas cuando Hamás tomó el poder en 2006 y expulsó a las fuerzas de Mahmoud Abbás.
El sábado 7 de octubre la causa palestina quedó ineludiblemente anexada al destino de Hamás. A esto debemos sumar que en Alemania proliferaron las agresiones antisemitas y marcaron con la estrella de David las casas judías. En Francia, el gobierno de Emmanuel Macron prohibió cualquier manifestación o convocatoria a favor de Hamás. En España, ante la pasividad del gobierno de Pedro Sánchez y la complicidad de sus aliados como Podemos e Izquierda Unida, el centro de Madrid se llenó de pancartas antisemitas durante el domingo 15 de octubre. Querer justificar el ataque a Israel utilizando las ideas y los conceptos del terrorismo no hace ningún favor a la causa palestina.
Luciano Mondino: Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales UCALP / Máster en Política Internacional UCM. Escribe en The Times of Israel