Ya no es Trinidad y Tobago, los inmigrantes venezolanos y los trágicos relatos de naufragio; tampoco la invasión de los barcos piratas chinos denunciados por la Armada de Chile, o el despliegue de flotas del Comando Sur luchando contra el narcotráfico. Mientras el mundo vive nuevos confinamientos y las sociedades comienzan a habituarse al encierro, en el mar los sucesos siguen y los eventos cambiando el curso de la historia económica y de seguridad de numerosos países. Este caso no será la excepción. Irán y Corea del Sur en un marco de tensión importante se encuentran cara a cara enlazando los elementos propios del gobierno del mar.
El dominio de los mares
En la antigüedad se denominó Talasocracia y aunque el término no es utilizado con la misma frecuencia, en la actualidad sienta las bases de lo que se contextualizó como el “gobierno del mar”. Proveniente del griego es una palabra compuesta, thalassa que significa mar y kratos poder; por lo tanto “el poder de los mares”. Las grandes civilizaciones estaban convencidas del poderío que representaba el contar con canales de navegación no solo por motivos comerciales sino estratégicos. Es un punto de interconexión y vigilancia, una oportunidad de conquista de otras civilizaciones y el punto de partida para el crecimiento y el desarrollo. Por lo que se habla de recursos pesqueros, zonas para la exploración y explotación de minerales —incluyendo petróleo— establecimiento de puertos marítimos y una zona estratégica para la guerra. De hecho, el estratega naval norteamericano Almirante Alfred Thayer Mahan (1890), lo resumió bastante bien cuando hizo referencia a que “el Poder Marítimo como la base del Poder de un Estado y la existencia de una Fuerza Naval resultan indispensables para la grandeza de la nación”.
Para el Estado, geopolíticamente hablando, existe la necesidad de una estrategia marítima efectiva que permitirá fortalecer la influencia sobre otras naciones, crear acciones de defensa de la soberanía, diseñar políticas de salvaguarda, protección para ciudadanos y recursos como puerta para la modernización y el desarrollo.
Es por ello que no resulta extraño que en un momento tan determinante como el actual, con tantas crisis a la vuelta de la esquina y un mercado energético tan cambiante pero indispensable, naciones ideológica y estratégicamente encontradas creen un foco de tensión con miras a prevenir la expansión de uno y de otro o busquen enviar un mensaje de alerta y poderío.
Mar y medio ambiente marítimo
En cuanto al tema de los mares y su administración existen numerosos tratados y acuerdos internacionales como es la Convención del Derecho del Mar de 1982 la cual —palabras más, palabras menos— creaba los derechos de libertad de navegación. En su artículo 90 se hacía referencia a que todos los Estados tienen derecho a que los buques que izan su pabellón naveguen en alta mar. Esto, trae consigo otra serie de derechos que tanto Irán como Corea del Sur han alegado en sus últimas estrategias como son el derecho de visita y el derecho de persecución. En lo referente al derecho de visita, existe un apartado que permite a los navíos de guerra de cualquier Estado detener a los barcos mercantes de cualquier nacionalidad, si existen infundadas sospechas de que es un barco que se dedique a la piratería, la trata de esclavos, la realización de transmisiones no autorizadas o no tiene nacionalidad.
También, en el caso del derecho de persecución, se permite a cualquier navío de guerra de un Estado siempre y cuando existan infundadas razones de que el buque ha infringido sus leyes y reglamentos, y puede continuar esta persecución, incluso, en alta mar.
En lo que respecta a Irán, sería el ejército de élite quien capturó el buque petrolero con bandera surcoreana alegando que se violan las leyes del medio ambiente marino. Y este no es el primer buque detenido, ya en el 2018 y 2019 había detenido varios buques alegando motivos análogos, pero con un elemento en común y es que todos los eventos se sucedían cuando se daba una escalada de tensión con los Estados Unidos, especialmente cuando Washington se retiró del acuerdo sobre el programa nuclear iraní 2015. No sería casualidad que esto se gesta cuando se cumple el aniversario del asesinato del general iraní Qasem Soleimani en Bagdad, creando una triada de tensión entre Irak, Irán y Estados Unidos.
Justamente sería en 2018 cuando Trump se reunió con su homólogo Moon Jae In, para hablar acerca de expandir el comercio bilateral entre ambas naciones y fortalecer inversiones y el mercado. Es decir, que no sería de extrañar que Irán está aprovechando la incertidumbre política norteamericana para lanzar un llamado de atención.
Quizás habiendo previsto que esto podía pasar y basado en experiencias anteriores —como cuando en 2019 el buque petrolero británico “Stena Impero”, que también fue incautado y liberado dos meses después— Corea del Sur ha enviado una unidad naval antipiratería a la zona del Golfo con la finalidad de solicitar la liberación inmediata del buque incautado por Irán.
Lo que si es cierto es que, luego de los últimos acuerdos de paz firmados en el Medio Oriente y que han pretendido traer de nuevo la estabilidad de la región y no contando con la opinión favorable ni de Irán ni de Palestina —especialmente— no podemos sino preguntarnos si esta es una pieza jugada por parte de los iraníes por diversas razones: la primera, demostrar poderío a pesar de las sanciones, segundo buscar la manera de sabotear el mercado energético mientras sigue en avanzada hacia América teniendo como socio un país como Venezuela; y en tercer lugar, una forma de provocar a los países occidentales y sus aliados para evitar esa paz que se ha trabajado en los últimos meses.
Corina Cortés Oliveros es abogado con estudios en Derecho Internacional, Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. Docente universitaria, investigadora y conferencista internacional.