Por Rafael Valera
«Desde hoy, colgado de mi cuello,
en una cinta de crin,
cuelga el reloj de las horas.
Desde hoy cesará el curso de los astros,
sol, sombras y canto de los gallos,
y cuanto me anuncia siempre el tiempo
estará ahora mundo, sordo y ciego:
ahora calla para mí toda la naturaleza,
en el tictac de la ley y de la hora».
Friedrich Nietzsche – La gaya ciencia
El hombre ha dejado su joroba, pero ahora, con un mundo dominado por una condescendencia inagotable hacia el desmesurado fanatismo y la tibieza, está en riesgo el juicio de la consciencia y su orientación respecto al tiempo. Sea una causal de la otra, no es nuestro debate en esta ocasión. Particularmente, es la evolución de la medición del tiempo natural al mecánico, y su curiosísima relación con el conflicto en Venezuela.
Tras cambiar las constelaciones y las clepsidras por relojes mecánicos, el hombre abandonó el cielo, las costas y la consciencia del tiempo; el venezolano, paralelamente, vive un constante hostigamiento para que abandone la reflexión, para que deje de escuchar a su consciencia —y a las voces conscientes—, y se entregue al tictac que les marca el reloj de las clases política-mediáticas del país, como un Ulises embrujado con las sirenas.
Es natural extrapolar la imagen del reloj a la fútil gira de diálogos escandinavos por Noruega y Suecia. Este es un ejemplo vivísimo de que la clase política siempre retrasa la hora final del régimen, porque cuando todos sentimos que llega el momento de acabar con la tragedia aparecen ciertos banalizadores de oficio con su Rolex revolucionario a paralizar el tiempo y congelar los ánimos.
En este caso, ¿qué es lo que quieren que se permita sin crítica alguna? Bien, pues dejemos reposar, ahora, al tiempo, y enfoquémonos en desarrollar ciertos mensajes y preguntas, atados al actuar de la clase política venezolana dialogando en Escandinavia, que nos ayudarán a profundizar la imagen más tarde.
Entre los mensajes, el primero que podemos ver es que la Internacional Socialista hace presencia a través del Partido Socialdemócrata Sueco, Voluntad Popular y el PSOE, apuntando a una desescalada del conflicto vía negociaciones y sanciones a la dictadura (que han comprobado ya su desgaste y futilidad). El segundo es la obvia prolongación de la narcodictadura ante el refreshing de Suecia que dará un tiempo indefinido al conflicto, aprovechando para juntarse la reanudación de las actividades del Parlamento Europeo. El tercero y quizá el más evidente, es que los apoyos del Presidente Trump y el Presidente Bolsonaro son y serán los termómetros del accionar de la élite política venezolana —véase que sin ellos, tuvo la MUD que recurrir a países ajenos a la realidad del continente para replantearse la estrategia. El cuarto es que el anuncio de la visita de Michelle Bachelet a Venezuela y el reconocimiento de esta a Maduro como presidente, indica que se estaría avecinando un nuevo proceso electoral donde, siguiendo la estrategia del 30 de abril, se prescinda de Maduro y se dé paso al virtual gobierno MUD-PSUV que se ha venido proponiendo.
Las preguntas que surgen ante esta avanzada son varias: ¿acaso quieren prolongar el conflicto hasta 2020, jugando a un hipotético caso donde el Presidente Trump pierda su reelección, viéndose afectada por una Venezuela aun en conflicto? ¿Qué puntos vienen en el virtual acuerdo? ¿Intentan cansar psicológicamente a los venezolanos para llevarlos a aceptar cualquier trato, por más mortal que sea?
Pero la más preocupante pregunta de todas es: ¿tendrá el potencial pacto MUD-PSUV puntos tan cuestionables que están ambos buscando el apoyo de la Unión Europea, con ayuda de la izquierda continental, para obtener algún tipo de legitimidad sin importar sacrificar a los aliados determinantes?
Sea o no un jalón a las botas del pantalón de la Unión Europea para encontrar resguardo y aval, eso está por verse. Pero venga por el Este o por el Oeste, el camino en este caso, no lleva a Roma: lleva al matadero. Porque si no se trata de un sacrificio de aliados y de desechar muertes solo para satisfacer megalomanías que ciertos ególatras políticos tienen, entonces se trata de postergar la caducidad a la narcodictadura, quien debe ya haber encontrado vías alternas de financiamiento para mantener la Revolución.
Ahí es donde se “esconde” lo más perverso, pues, quienes tienen esto claro (los dialogantes), se mantienen con su cara más lavada perjurando que van bien, dialogando con los mafiosos castristas, amplificando el mismo tictac de su perverso reloj infinito.
Y es aquí donde recobramos la imagen que habíamos dejado abierta para dejar que absorbiera toda esta realidad y así terminar de contornarla.
Además, oscilando el sonido de su reloj, pretenden hipnotizar a la población con eslóganes pegajosos y discursos elocuentes, para hacer que la gente se paralice mientras los acuerdos de coexistencia avanzan con el tiempo, sus diamantes dejan embrujado con marchas electoralistas que terminan siendo embrujo para saciar la sed de estar haciendo “algo” que, al final, termina siempre en la nada. Pero los no hipnotizados escandalizan al resto para evitar que vayan al matadero y entre la perturbación y las confusiones surgen un sinfín de acciones y reacciones que desajustan el “vamos bien” de los negociadores.
Venezuela en Escandinavia, en su realidad paralela, es inagotable, sus atormentadas madres imperturbables, sus raquíticos hijos invencibles —su ayuda humanitaria, eterna e incuestionable—. Venezuela en Escandinavia tiene todo el tiempo del mundo, porque allá, el tiempo está congelado.
Pero nuestro tiempo no está allá. Nuestro tiempo es el de la gente, no el que necesitan los criminales y mafiosos del régimen ni los dilatadores del tiempo que voraces pretenden “cambiar todo para no cambiar nada”.
Pero la realidad no está allá y el verdadero tiempo es el de la gente. No existe tiempo para darse el postín de conversar con mafiosos, y hay que desmontar esta farsa cuanto antes: porque lo que más le han robado a Venezuela, no ha sido el petróleo, ha sido el tiempo de ser grande.
Rafael Valera es el director de comunicaciones en Rumbo Libertad, movimiento conservador de Venezuela. Puedes seguirlo en Twitter: @rafaelvalerac