¿Por qué debe un candidato presidencial ser carismático? En la larga lista de requisitos que puede haber para ser gobernante, parece que la técnica, la preparación, la experiencia y la responsabilidad se ven superadas por el requisito de ser “querible”
Es más fácil sonreír, abrazar gente y comer en sus casas para aparentar que entiendo su situación de vida, sus sueños y expectativas, que recorrer el país con datos en mano, interpretar la realidad con cifras, hechos, historia y análisis socioeconómico técnico. Lo cierto es que más sencillo ir a ferias y mercados a sacarse fotos con locatarios y personas diversas que sentarse a preparar un programa basado en lo concreto, prepararse y conocer la realidad cuantitativa del país, manejar términos técnicos y estructurar una programa de trabajo a largo plazo y con visión de futuro.
En todas las elecciones presidenciales de casi todos los países, que utilizan la democracia como medio electoral, hay candidatos minoritarios con discursos extremos que representan a minorías políticas, pero algo pasa en un país cuando 5 de sus 8 candidatos presidenciales son de corte populista, izquierdista y, peor aún, dos de ellos, extremos. (Artés y Navarro).
Es preocupante que el nivel de los candidatos presidenciales sea tan bajo, pero más preocupante es que, pese a ello, sigan marcando relativamente bien en las encuestas.
El caso de Beatriz Sánchez, y aún el de Alejandro Guiller, preocupa porque el elemento que aún los mantiene con vida no es precisamente la técnica ni el trabajo duro que implica mantenerse informado, con una técnica impecable, que permita respaldar sus puntos de vista con datos y cifras, sino que su gran baluarte es su capital mediático.
Ambos provienen del mundo del periodismo. Ambos son caras conocidas en el medio y en laactualidad los dos compiten por llegar al sillón presidencial y su falta de prolijidad es alarmante, pues ambos son los únicos candidatos que compiten en oposición a un muy preparado y experimentado Sebastián Piñera, y de no ganar este último en primera vuelta, existe la atemorizante posibilidad de que alguno de estos periodistas asuma el poder.
Preocupante porque ambos muestran fuertes rasgos de abierta pereza intelectual. Como cualquier buen periodista, deberían estar plenamente informados, manejar cifras, antecedentes, historia, datos, hechos concretos y, a partir de un análisis responsable, ofrecer un programa de gobierno digno del país que desean gobernar. En este aspecto, Alejandro Guiller anunció que recién entregaría su programa después de la primera vuelta, lo cual es un alarmante signo de despreocupación, desprolijidad y, lisa y llanamente, flojera.
Beatriz Sánchez, por su parte, si bien tiene un bosquejo de programa, donde supuestamente todo está contemplado, se hicieron las cuentas, etc., la realidad muestra que solo está llena de eslóganes y muy poca preparación. Es cierto que un presidente no necesita ser un experto en todas las materias, pero si va a ser categórico en proponer políticas de algún tipo y las anuncia con fuerza y convicción, al menos se espera que conozca los detalles de aquello que es su caballo de batalla.
Las entrevistas nos permiten conocer no solo a la persona, también al tipo de candidato y, por ende, al tipo de presidente que podríamos tener. Beatriz Sánchez tiende a enojarse y acusa misoginia cuando es enfrentada a los datos y se le emplaza para que explique las cifras de su programa y la logística necesaria. Ella se molesta frente a la posibilidad de ser cuestionada por la técnica y confunde la exigencia razonable de la ciudadanía de saber cómo va a lograr los objetivos que plantea de manera realista y acusa un ataque a su persona por el hecho de ser mujer.
Es en ocasiones como estas en las que los candidatos son expuestos y confrontados con sus propias ideas y propuestas, pero para las cuales no manejan los datos necesarios, sino una cantidad inconmensurable de eslóganes y consignas que solo requieren ideología sin estudio.
Es válido repetir la pregunta inicial: ¿por qué debe un candidato presidencial ser carismático? ¿Acaso no es mejor tener un presidente bien preparado, experimentado y con ánimo no de imponer ,sino de llegar a acuerdos? Lo ideal es tener ambos, un presidente querible, amigable y cercano, pero que conozca su país en todos los aspectos.
El carisma sirve para pasar un rato en compañía, pero no para dirigir un país. En este caso, es preferible un presidente menos carismático y que utilice en su vocería a alguien que sí lo sea y que pueda representar bien los intereses del Gobierno de una manera agradable y sutil, de manera que las personas estén conformes con su presentación. Pero, por sobre todo, la técnica es imprescindible. Sin ella no se puede gobernar bien y punto. No existe un suplemento para esta, no existe una forma de mitigar la incompetencia ni la ineptitud. Quizás se puede disimular por un tiempo, mientras haya recursos que despilfarrar y bonos para repartir, como le ocurrió a Chávez en Venezuela, pero llegará una época en que ya no quedará nada y cualquiera que venga tendrá el mismo problema que Maduro. Sin técnica no hay buen Gobierno.
Beatriz Sánchez tiene serios problemas de técnica. No maneja cifras, quiere imponer visiones de comercio exterior sin manejar los datos necesarios para interpretar esas realidades, quiere crear literalmente un cartel del cobre con los países productores ignorando así todas las leyes de la economía. Frente a eso, el peligro de que marque aún en las encuestas se hace mayor, pues existe una posibilidad real de que uniendo fuerzas con el único objetivo de derrotar a su oponente, llegue al palacio de gobierno una especie de político que creíamos relegada a espacios de influencia menores, pero cuya visión podría convertir a Chile en la nuevo Venezuela.
Definitivamente, el carisma debiera ser lo último en la lista y jamás por sobre la competencia, al experiencia y la técnica.