El discurso de Luiz Inácio Lula da Silva en su toma de posesión el 1ro. de enero de 2023 como presidente es todo un manifiesto del pensamiento socialista y progresista que va a ser impuesto para todos los brasileños, por desgracia, durante los próximos cuatro años: contiene todas las mañas del socialismo blando para captar electorado, comprándolo con el típico mega-asistencialismo, se apoya en la clásica narrativa del victimismo, e integra la visión del supremacismo LGBT, el indigenista y el eco-animalista.
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Así, las izquierdas sudamericanas, van homogenizando sus propuestas, cuadrando los mismos conceptos, basándose no en las verdaderas necesidades de la gente, sino en políticas públicas y narrativas que les son muy útiles para manipular y controlar mental y económicamente a la población.
El maniqueísmo, donde el adversario -en este caso Jair Bolsonaro-, es el diablo, y Lula es un santo, se expresa a sus anchas en la boca de este exconvicto apresado por corrupción, y exlíder sindical, ahora presidente.
Pero vamos por partes.
El descarado apoyo del ministro presidente del Tribunal Superior Electoral, y en especial de su presidente Alexandre de Moraes, ministro también del Supremo Tribunal Federal (STF) -quien hace parte de la “dictadura de la toga”-, a la causa del Foro de Sao Paulo, de Lula, fue decisiva.
El propio Lula no tuvo empacho en decirlo así:
“La actitud valiente del Poder Judicial, en especial del Tribunal Superior Electoral, fue fundamental para hacer prevalecer la verdad de las encuestas sobre la violencia de sus detractores”.
Traducción: las encuestas son legítimas sólo cuando favorecían a Lula, y quien inclinaba la balanza a su favor era el Poder Judicial, en mucho influenciado por de Moraes, conocido perseguidor de periodistas de derecha y líderes conservadores.
Luego Lula se la cree cuando dice que ya había sido superada la pobreza y el hambre cuando él dejó el poder. Una falsedad sin fundamento que aseguró que “es el síntoma más grave de la devastación que se ha impuesto al país”, aludiendo a Bolsonaro.
Traducción geopolítica regional: los regímenes socialistas son los que sí superan la pobreza y acaban con el hambre, como seguramente Cuba, Venezuela o Nicaragua ya lo hicieron.
Lo que intenta en realidad es recobrar el control social basado en las dádivas, haciendo a la gente dependiente de los cheques del gobierno.
Eso es un pilar del socialismo blando y su eterno mega-asistencialismo: “Vamos a impulsar un programa de Bolsa Familia global, más amplio y global, para sacar de la pobreza a millones de personas con hambre”, advirtió. Como si el hambre se acabara con cheques gubernamentales. Absurdo.
No perdió oportunidad Lula tampoco para hablar de cómo él con su equipo han sido magníficos para construir un “gran edificio de derechos, soberanía y desarrollo”, pero que ha sido sistemáticamente demolido en los últimos años, según él.
¿Qué tipo de “derechos” pedían sus votantes en sus manifestaciones?
Lo podemos recordar claramente: “Aborto libre, drogas libres, adoctrinamiento LGBT desde la infancia, y redistribución de la riqueza”. Así de claro.
¿Se puede hablar del “derecho” humano a abortar o a que se permita el libre consumo de drogas? Esos no son “derechos”, pero eso es la agenda del progresismo internacional, porque el aborto es un gran negocio, también la administración de las drogas, y no se diga todo producto dirigido al supremacismo LGBT.
Pero eso no es todo. Lula hace referencia a que a la gente le brillaban los ojos de esperanza al verlo a él, que se siente un mesías, ante la supuesta “destrucción de las políticas públicas” por parte de Bolsonaro, “que promovían la ciudadanía, los derechos esenciales, la salud y la educación”.
Bolsonaro, el destructor de todo lo bueno, lo positivo que había montado Lula para la población, que supuestamente acabó con la protección del medio ambiente y con “recursos para comedores escolares, vacunas, seguridad ciudadana, protección forestal, asistencia social”. Puras mentiras.
Lula asimismo dijo que Bolsonaro “entregó el patrimonio nacional” y que “los recursos del país fueron saqueados para satisfacer la codicia de los rentistas y accionistas privados de las empresas públicas”.
Habremos de ver pronto el verdadero entreguismo de su gobierno socialista, al nuevo colonialismo rojo chino. Y también, su conocida apertura a las organizaciones no gubernamentales globalistas e injerencistas, que operan desde hace décadas sobre todo en el área del Amazonas, muchas de ellas supuestamente para defender el medio ambiente, o a los indígenas, pero cuyos objetivos reales son muy distintos.
La verdad de las cosas es que una vasta mayoría de tales organizaciones internacionales de facto trabaja como grupo de presión para impulsar al progresismo mundial, apuntalando gobiernos de izquierda que se agachan ante una agenda de nuevo orden mundial, donde el supremacismo eco-animalista y el planeta está muy por encima de la dignidad de la persona humana, y el supremacismo indigenista es usado para dividir a la población e imponer cuotas de gobierno y conseguir fondeo y privilegios.
Pero en la lógica socialista de Lula, él y su gobierno representan los auténticos valores de la democracia liberal, y no una tiranía de izquierdas claramente alineada con el Foro de Sao Paulo del cual es fundador.
Así lo dijo en su toma de posesión:
“La relevancia de las elecciones en Brasil se refiere, finalmente, a las amenazas que viene enfrentando el modelo democrático. En todo el planeta se articula una ola de extremismo autoritario que difunde el odio y la mentira a través de medios tecnológicos que no están sujetos a controles transparentes”.
Traducción: el “extremismo autoritario” para Lula no es aquel del que es parte él mismo, junto con Daniel Ortega, Miguel Díaz-Canel, Nicolás Maduro, el golpista Pedro Castillo, López Obrador militarizando México, Evo Morales perpetuándose en el poder, igual que Rafael Correa, Gabriel Boric amnistiando a los delincuentes que incendiaron Chile en las revueltas de 2019, Gustavo Petro y su “Primera Línea” y manga ancha con los grupos narcoguerrilleros, sino por el contrario, es el de los pocos gobiernos realmente democráticos.
Y cuando asegura que se difunde odio por “medios tecnológicos” no sujetos a controles, no puede sino estar haciendo referencia al Big Tech… Pero es bien sabido cuál es la ideología promovida por estas empresas, como Twitter -en tiempos de Jack Dorsey-, o Facebook (Meta) de Mark Zuckerberg, pero también YouTube, y Google: el progresismo, ese “socialismo cool” que no tiene nada de libertario, sino todo de dictatorial.
Lula no tardará en poner a Brasil en bandeja de plata para los intereses chinos y su imparable sistema de no-derechos humanos, y de comunismo-control social, al tiempo que va adecuando su discurso oficial para acercarlo a la nueva tendencia regional, inventada por Petro en su oratoria ante la ONU, que hemos llamado “narcosocialismo ecologista”, una jugada maestra de las nuevas izquierdas hispanoamericanas que busca liberar las drogas, en especial la cocaína, para con ello financiar el mega-asistencialismo social, con el pretexto -avalado por la ONU- de proteger al planeta.