Hace pocos días el presidente de Rusia, Vladímir Putin, viajó hasta Teherán para reunirse con su par iraní, Ebrahim Raisí, y con Recep Tayyip Erdogan, de Turquía. Según la versión oficial, conversaron sobre las tensiones en Eurasia, incluyendo la situación política en Siria.
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Pero tomando el contexto de la guerra en Ucrania, y los nexos que Moscú ya tiene con otros países como China, Venezuela e incluso con Corea del Norte, no es extraño que surjan tesis que apuntan a que Putin está fortaleciendo un bloque antioccidental contra Estados Unidos y la OTAN.
No se trata de alianzas nuevas. Por el contrario, tienen años gestándose con un objetivo bastante claro: el mantenimiento geoestratégico de fuerzas para medirse contra Occidente. “Detrás de eso hay una serie de intereses no solo a nivel económico, sino a nivel geográfico, logístico y sobre todo de tránsitos internacionales”, advirtió Corina Cortés, en entrevista con PanAm Post, quien funge como abogada con estudios en Derecho Internacional y autora de columnas publicadas en este medio.
En este sentido, Rusia ni siquiera sería el principal protagonista de todos estos fenómenos. “Al contrario, yo diría que Rusia es sencillamente la cara visible de los intereses de otra potencia asiática que es la que realmente está detrás”, dice la experta, refiriéndose a China. Cita como ejemplo la Ruta de la Seda para la expansión de políticas económicas, la introducción a nuevos mercados, el desarrollo armamentista y tecnológico. Ahí entra Moscú para formar parte de esos planes.
Intereses por encima de las diferencias
Son bien conocidas las diferencias que Putin tiene con Turquía. El país ha vendido drones a Ucrania para usar en la guerra y forma parte de la OTAN, tan aborrecida por parte del Kremlin. Sin embargo, ser aliado estratégico de Erdogan le permite al ruso mantener un canal de comunicación y medir ejes de tensión con el continente europeo, añade Cortés.
Respecto a Irán, el punto de interés de Rusia pasa por lo energético, nuclear, de logística y de tránsito internacional para intercambiar mercancía. No importa que hayan contrastes en cuanto a algunas posiciones políticas o que por el contrario, simpaticen ideológicamente. Más importante es lo que cada uno de esos países del bloque antioccidental puede aportar. Irán, Turquía, Corea del Norte, otros países euroasiáticos e incluso Venezuela en América Latina, todos son útiles de alguna manera.
“Lo que realmente suman es una zona de operaciones. Tenemos que ver el mapa del mundo donde existen países con pretensiones de potencia y de expansión, y los otros son sencillamente piezas importantes a nivel estratégico para establecer base de operaciones. Esas bases, que por lo general están cerca de zonas fronterizas con otros territorios, también tienen que ver con las facilidades de la obtención de varias materias primas”.
Además, cuando se habla de medirse contra Occidente, no solo se hace referencia a Estados Unidos, bajo un gobierno demócrata debilitado y cada vez más permisivo. También incluye a la Unión Europea y sus aliados.
De manera que en este bloque antioccidental, el fin económico prevalece.
“Más allá de armas nucleares, lo que se buscan son centros de operaciones, porque de alguna manera ellos tienen que movilizar sus mercados. Estamos hablando de una economía de guerra relacionada con venta de armas, de tanquetas. Pero también estamos hablando del desarrollo comunicacional y cada una de estas naciones tiene estos recursos”.
A continuación, la entrevista completa donde la experta analiza los planes que proyectan potencias como China y Rusia. Qué tan peligrosa será la presencia de francotiradores de estos países en Venezuela en agosto y qué tan seria se puede considerar la reciente advertencia de la Casa Blanca a Irán por la posible venta de drones a Rusia.