Ya no son comentarios aislados ni hipótesis. La disputa por el dominio de la Luna entre China y Estados Unidos es oficial. El toma y dame público entre ambas potencias detonó a raíz de las declaraciones de Bill Nelson, director de la NASA, sobre las intenciones del Dragón Rojo de “apoderarse” del satélite natural de la Tierra.
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Ese objetivo vendría de la mano de la construcción de la base lunar que China planea en el mediano plazo en alianza con Rusia, y que forma parte de un plan más amplio para la conquista del espacio. Si quedan dudas del expansionismo del gigante asiático en este sentido, solo hay que recordar que a finales del año pasado se anunció que la construcción de dichas instalaciones se iba a acelerar. De estar prevista su culminación para el año 2035, ahora los planes apuntan a 2027. Es decir, con las palabras de Nelson, la NASA advierte oficialmente sobre las intenciones de China.
“Debemos estar muy preocupados de que China vaya a aterrizar en la Luna para decir, ‘ahora es nuestra y tú quédate fuera’”, dijo al portal alemán Bild. No solo eso, confirmó lo que tanto remarcaron fuentes especializadas en el tema sobre una nueva carrera espacial, solo que esta vez no sería contra la extinta Unión Soviética, sino contra el país dirigido por Xi Jinping.
Agua para el gigante asiático
Las ansias de China no abarcan únicamente suelo lunar y predominio en el espacio aéreo. Pekín también busca agua. En enero de este año fue noticia cuando el gigante asiático halló evidencias que sugieren la existencia del líquido en la Luna.
El descubrimiento fue importante porque en ese país falta agua. Sus reservas están contaminadas y China posee el 20 % de la población, pero solo 7 % del agua dulce del planeta. Tanta gente y tantas industrias necesitan el recurso para sobrevivir, para producir, y Xi Jinping lo desea para lograr el ascenso geopolítico que planea para la nación comunista.
La conexión entre la carrera espacial y el descubrimiento de agua lo hizo el mismísimo embajador chino ante la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Deng Xijun, cuando escribió en Twitter que haber detectado la presencia de agua permitiría «la construcción de estaciones lunares tripuladas en las próximas décadas». Así que solo hay que conectar las piezas para entender hacia donde quiere ir China, teniendo como nueva evidencia las declaraciones del jefe de la NASA.
Otro tema que puso sobre la mesa con sus declaraciones fue la gigantesca estación espacial Tiangong de tres módulos y 66 toneladas métricas. “Bueno, ¿qué crees que está pasando en la estación espacial china? Allí aprenden a destruir los satélites de otros”, fueron las palabras del funcionario estadounidense.
“El programa espacial de China es un programa espacial militar”.
China respondió y lo negó
Que China quiera apoderarse de la Luna no solo le serviría para conseguir recursos, sino también para pisotear tecnológicamente y moralmente a Estados Unidos, su gran rival.
Son muchos proyectos espaciales que Xi Jinping se esmera por mostrar como iniciativas «pacíficas» ¿Pero realmente lo son? El espionaje asiático a través de institutos educativos en otros países por medio de aplicaciones móviles o el endeudamiento que promueve en otras naciones para aprovecharse de sus gobiernos y de sus recursos pueden ser indicios de que no. No se puede confiar en las aseveraciones del Partido Comunista Chino.
Ni siquiera en las recientes palabras del portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian, quien afirmó que “algunos funcionarios estadounidenses han hablado de manera irresponsable para tergiversar los esfuerzos espaciales normales y legítimos de China. Rechazamos firmemente tales comentarios”.
Lijian también acusó a EE. UU. de haber “definido el espacio como un dominio de guerra” y de “aprobar leyes para prohibir todas las formas de cooperación e intercambio espacial con China”.
Con el toma y dame en su máximo esplendor, desde que comenzaron a tensarse estas relaciones surge la incógnita de cómo sería la dinámica geopolítica cuando el espacio y sus recursos se conviertan en áreas de disputa. ¿Se aproxima el mundo a nuevos tratados más allá de los límites terrestres?