La serie del momento de Star+ deja mucha tela para cortar, más allá de lo divertida que resulta. Se trata de Bellas artes, una propuesta que evidencia el hartazgo de una mayoría silenciosa que no quiere saber nada con todo lo “políticamente correcto”.
Esta historia transcurre en España, donde la administración socialista hizo estragos tanto en lo político como en lo social. Oscar Martínez representa al director de un museo que tiene que lidiar con toda la porquería progre y sus consecuencias. La miniserie no deja nada atrás. Dicen presente la intervención de la política, la hipocresía de los artistas progresistas, lo impresentable de los sindicatos y lo forzado que resultan las políticas “inclusivas” vinculadas al género, la orientación sexual, la raza, etcétera.
La dupla de Mariano Cohn y Gastón Duprat ya nos tiene acostumbrados a esta sana rebeldía ante el statu quo cultural, que parece desmoronarse día a día. En otro éxito de la plataforma como ‘El Encargado’, los responsables de la producción ya se animan a tirarle a algunas vacas sagradas del progresismo, hasta con guiños a cuestiones vinculadas a la política argentina. Sin embargo, lo interesante aquí es que el protagonista, que viene a representar “al bueno”, con quien el público empatiza, es un personaje que sufre y combate la estupidez de una moda que hasta hace poco no tenía respuestas, mucho menos en el ámbito de la cultura.
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En los seis capítulos de media hora (que seguramente tengan continuación muy pronto) quedan en evidencia las ministras de Cultura que usan su posición para beneficiar a sus amigos, por encima de cualquier criterio. También dicen presente los españoles que se muestran favorables a darles un salón a un grupo de africanos para que se instalen a vivir, pero que no quisieran saber nada con llevárselos a su casa. No faltan tampoco las feministas y sus “aliades” que se enojan con una obra, por la vida de su artista creador, que lleva décadas muerto. Lógicamente, los insólitos reclamos de los ambientalistas en el ámbito de los museos también son parte de la historia.
Si Bellas Artes es un éxito, quiere decir que el público empatiza más con el protagonista “conservador” que con los energúmenos que enfrenta todos los días. Y si una plataforma que pertenece al universo de Disney considera que es un producto válido para vender, todo parece indicar que hasta las empresas que hicieron gala de aquel progresismo mal entendido, también comienzan a darse cuenta que algo está cambiando en la sociedad.