Cuando Brian May se acercó al frente del escenario para entonar junto al público las estrofas de Love of my life en Detroit, luego de los primeros conciertos de la gira en Canadá, compartió un pensamiento en voz alta. Con sus 76 abriles encima, en el marco de un extenso, demandante y exigente show, exclamó notoriamente cansado: “Pensar que faltan varias semanas para que vuelva a estar en mi casa. ¿Para qué hago esto? Dinero no necesito y fama tampoco”. Pero cuando la gente oscilaba entre la incomodidad del comentario y la risa, el guitarrista británico remató diciendo algo tan evidente, como que no necesita más dinero, sino hacer música en vivo y verles las caras a sus seguidores en los conciertos. Según las estimaciones más conservadoras, el músico posee una fortuna de, como mínimo, 260 millones de dólares y no tiene que hacer nada para que siga creciendo a diario. Pero, como a tantos otros veteranos del rock, prefiere más la adrenalina del tour que la tranquilidad del hogar. Al menos de vez en cuando.
Estados Unidos es personal para el guitarrista de Queen. Promediando la década del ochenta, el nuevo mundo se volcó por artistas emergentes y dejó relegado al cuarteto británico, que terminó concentrado en la zona de confort europea. La última gira con Freddie Mercury en suelo norteamericano fue para el Hot Space Tour de 1982. Dos años más tarde, la nueva e influyente MTV decidió no transmitir el video clip de I want to break free, con los cuatro músicos travestidos, por prejuicios pacatos de otros tiempos (que incluso existían en el rock), y el divorcio entre EEUU y la reina se consumó de facto. Para 1991, cuando Hollywood Records (adquirido recientemente por Disney) relanzó el catálogo de Queen con una fuerte inversión detrás, la reina volvió a sonar con fuerza por estos lados, como no lo hacía desde los setenta. La muerte del cantante ese mismo año incrementó la exposición del grupo y la banda recuperó para siempre su lugar de clásico indiscutido en el norte. Ni hablar luego de la película Bohemian Rhapsody, que volvió a subir a Queen al podio en todo el mundo y le dio una nueva camada de jóvenes seguidores.
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Con toda esta historia detrás, y con el amor propio de un rockero egocéntrico, May anoche se sintió realizado cuando salió al mítico Madison Square Garden, donde no entraba ni siquiera una alfiler. Hoy se presentarán de nuevo, también con localidades agotadas, como viene sucediendo en este Rhapsody Tour de 23 fechas consecutivas en Estados Unidos y Canadá.
A pesar de la demanda física (los 23 conciertos se realizan en el marco de cinco semanas, con pocos días libres y varios shows consecutivos), May y su compañero Roger Taylor (74), todavía se bancan las exigencias físicas, para alegría de los fans. Ambos están acompañados por el tecladista de Queen en vivo desde 1984, Spike Edney, que con sus 71 años parece el joven de la vieja guardia.
Como hace 10 años, junto a Adam Lambert, el espectáculo es un digno show de presenciar, no solamente por lo musical sino por lo visual. Queen ha adaptado su música y sus clásicos a la tecnología y el complemento de lo que sale por los parlantes con los efectos especiales garantiza una noche inolvidable.
Luego del exitoso paso por Canadá y los sold out del Madison de Nueva York, el Rhapsody Tour seguirá por ciudades como Dallas, San Francisco, Los Angeles, Chicago y Atlanta, terminando el 12 de noviembre.
En ese momento los veteranos podrán descansar en sus hogares con su familia y tener unas fiestas en paz, lejos del grito de los fanáticos. Sin embargo, la tranquilidad no durará mucho. El 4 de febrero se embarcan en una nueva gira por Japón, que los tendrá por ciudades como Tokio, Osaka y Nagoya. Evidentemente, como dijo May, por el dinero no es…