Es probable que el área de la educación sea en Argentina la madre de todas las batallas. Hasta que no se cambie radicalmente el enfoque educativo, todas las reformas generales podrían llegar a ser cosméticas y reversibles. El aula, en todos sus niveles, se ha transformado en un espacio que oscila entre el adoctrinamiento y la inutilidad de contenidos que se estudian de memoria, para luego olvidarse por completo.
No hay que recordar ni explicar lo que el kirchnerismo ha hecho en materia de educación. Sin embargo, sí vale señalar el fracaso en este ámbito por parte de Juntos por el Cambio. Cuando Esteban Bullrich fue designado ministro de Educación por Mauricio Macri, me comuniqué con él para discutir una serie de reformas de orientación liberal. Sabiendo que la coalición de gobierno no era demasiado afín a las ideas, creí que al menos se podría avanzar en ciertos aspectos. Pero el flamante ministro, al que conocía hace varios años del partido Recrear fundado por Ricardo López Murphy, me dijo que no había espacio para absolutamente nada de eso. La única pregunta que se me ocurrió en ese momento es para qué quiso ser ministro de un gobierno que no podía ni quería cambiar absolutamente nada. Como era de esperar, simplemente se dedicó a administrar un sistema fallido, que luego volvió a caer en manos del populismo kirchnerista.
- Lea también: “Los derechos no dependen de los políticos”
- Lea también: Massa polariza con Milei e ignora a Bullrich (que pierde votos propios)
Pero, por aquellos días de oscurantismo cristinista y de fracaso del macrismo, los liberales argentinos nunca dejamos de tener nuestro oasis intelectual, que, aunque alejado por completo de la política y casi sin influencia, siempre resultó estimulante y esperanzador. Sin lugar a dudas, uno de los mayores representantes (sino el más) de mayor claridad conceptual es Martín Krause. Aunque lo había leído anteriormente, tuve la suerte de conocerlo en el ámbito personal cuando fue mi profesor en la maestría de Ciencias Políticas y Economía de Eseade. A contramano de toda mi historia académica, donde hay más materias aprobadas con lo justo que notas ideales, su curso me resultó de un placer sin precedentes.
Para ilustrar lo que fue su seminario, cuando terminé la cursada decidí abstenerme de presentar el trabajo final. Quise volver a cursarla, solamente por lo constructivo y el disfrute de la experiencia. El primer día de la “reincidencia”, Krause me preguntó que hacía allí de nuevo, por lo que le contesté con una honestidad brutal delante de mis nuevos compañeros. Los que se rieron, al final de la materia me dieron la razón. Luego de cursar por segunda vez, casi resignado, sí presenté el trabajo final, como correspondía para aprobar la materia. Para ilustrar lo innovador y descontracturado de su curso, solamente basta recordar uno de los ejercicios usuales más entretenidos. Luego de presentar los argumentos teóricos desde la perspectiva de mercado, como de los autores más estatistas y dirigistas, Krause planteaba un debate. Los alumnos debíamos defender las posiciones desde ambas perspectivas, lo que resultaba un estimulante y constructivo ejercicio.
Además de su desempeño profesional docente formal en la Universidad de Buenos Aires, la misma ESEADE o el CEMA, Krause siempre se hizo tiempo para seguir enseñando hasta en las noches. Siguiendo la tradición de Ludwig von Mises, este economista liberal argentino hasta abre las puertas de su casa para sus seminarios privados. Aunque cualquier socialista prejuicioso pensaría que los mismos tienen un costo prohibitivo, la entrada para ese lugar de privilegio es una botella de vino o gaseosa, o unas empanadas, para compartir con el resto de los asistentes.
De mis años de coordinador de actividades para jóvenes en la Fundación Naumann también puedo destacar que Krause se encontró siempre entre los más generosos expositores, que tuvieron total predisposición para enseñar siempre ad honorem. Mientras que otros oradores de su mismo renombre (o menor) permanentemente pusieron sobre la mesa la cuestión de sus honorarios antes de empezar a hablar (lo que es justo e inapelable), Martín lo único que hizo en cada oportunidad es repasar su agenda por disponibilidad y nunca, que recuerde, cobró un peso. Tanto para actividades breves en Buenos Aires o como para viajes de más de 24 horas en el interior o el exterior. Los que entendemos lo básico de escuela austríaca comprendemos que su “ganancia” praxeológica pasó por la satisfacción de enseñar liberalismo a una nueva generación y que, lógicamente, nada fue gratis. Invitó y pagó él con su tiempo y dedicación.
Autor de varios libros fundamentales como En defensa de los más necesitados junto a Alberto Benegas Lynch (h), o La economía explicada a mis hijos, Krause, fiel a la tradición austríaca, no se limita al análisis económico. Todos los años desarrolla para la Fundación Libertad y Progreso el Índice de Calidad Institucional que interrelaciona, además de la libertad económica, cuestiones fundamentales como la percepción de la corrupción, la libertad de prensa, el respeto a la propiedad privada o la transparencia de las instituciones democráticas. De más está decir que son todas áreas que el profesor Krause maneja con absoluta solvencia.
Aunque el éxito del proyecto presidencial de Javier Milei lo relacionó en los medios de comunicación con la política por primera vez, bien vale destacar que Martín no tuvo reparos para apoyar los proyectos políticos afines en el pasado, aunque no hayan tenido posibilidades electorales. A diferencia de otros referentes del liberalismo argentino que tomaron distancia por miedo a “quemarse” con el joven Partido Liberal Libertario hace una década, Krause apoyó la patriada sin reparo alguno. En ningún momento especuló con la posibilidad lógica que las actividades disruptivas de un pequeño grupo de revoltosos libertarios puedan afectar su inmaculada y respetada imagen académica.
Consigo, Martín Krause trae una visión absolutamente innovadora en materia de educación. Aunque la propuesta que más se discuta por estas horas sea la de los vouchers, que se limita a la importante cuestión del financiamiento y la competencia en materia de oferta, este eventual secretario de Educación planteará cuestiones como el homeschooling, la autonomía en cuestiones de reglamento, contenidos y la necesaria descentralización del sistema. El entusiasmo que me genera semejante revolución educativa es difícil de escribir con palabras.
Puede que los argentinos no lo merezcamos. Krause está a otro nivel y todos lo miramos desde abajo, con admiración y simplemente satisfechos solamente de aprender de él. Claro que tampoco nos merecíamos la desgracia kirchnerista y tuvimos mala suerte. Por ahí ahora cambia la racha y nos toca una buena.