Las fuerzas partidarias, sobre todo mientras más se acercan al poder, más distantes se manejan de su alta retórica conceptual en materia de políticas públicas específicas. Hay que reconocer que en Vox (quizás hay que decir “afortunadamente”) esto podría ser hasta más concreto que en la izquierda española. En el espacio que lidera Santiago Abascal hay de todo a nivel nacional. Desde dirigentes liberales que defienden políticas económicas que se le podrían escuchar a Javier Milei, hasta referentes locales que abogan por el más infantil y ridículo proteccionismo. Todo está embanderado en un concepto nacionalista (a veces incluso católico) que entusiasma al votante promedio del espacio, que por ahora es minoritario. Al menos en relación a las dos principales fuerzas tradicionales del país.
En el último gran acto del partido, donde tuvieron lugar varias presentaciones “artísticas”, más que rechazo por la exacerbación nacionalista, sufrí de carcajadas agudas. Explicaciones “empíricas” de como España era la responsable de todos los grandes inventos de la historia y hasta niños corriendo con espadas a los “Moros”, después de escuchar la gloriosa historia española por parte de sus abuelos. Desopilante.
Hay que reconocer que toda esta liturgia, más allá que muchos podamos considerarla ridícula, evidentemente logra despertar más pasiones en muchas personas, que la propuesta de la racionalidad liberal intelectual. No podemos dejar fuera del análisis que Vox creció mientras Ciudadanos prácticamente desapareció y el Partido Libertario español no pudo consolidarse. Con esto no estoy invitando a nadie a abandonar ninguna convicción, sino haciendo un mero análisis frio y técnico de la situación, tal cual como sucedió.
Afortunadamente, cada vez que uno lo escucha a Santiago Abascal, actual cabeza del partido, recibe más sentido común que divagues conspiranoicos y absurdos nacionalistas. Al contrario, se trata de un dirigente moderado y racional, que no es casual que provenga del centroderechista Partido Popular.
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En su última elección interna, el PP escogió como referente máximo a Alberto Núñez Feijóo. Por sus históricas y recientes declaraciones, todo parece indicar que no se trata de la persona apropiada para enfrentar (mucho menos en soledad) los desafíos de la España que viene. La coalición izquierdista del PSOE y Podemos ha hecho un descalabro tal, que el próximo gobierno necesita representar un cambio de página radical, desde el primer día.
Feijóo aparece en esta etapa para proponer un perfil moderado, incluso más cercano a la centroizquierda del PSOE que a la derecha que representa VOX. Insólitamente, hasta se animó a pedir el voto de los izquierdistas duros, para que su partido no tenga que ir a negociar gobierno con Abascal.
Con otras cabezas en el PP (como la más combatiente Isabel Díaz Ayuso) y en Vox (con un titular que represente más a la liturgia conservadora y nacionalista partidaria) uno podría evaluar un voto diferente. Pero en esta situación coyuntural concreta, con un país devastado por la izquierda que se retira, con un PP representado por un tibio timorato como Feijóo y con un Vox con un razonable candidato como Abascal, el voto más lógico parece ser con el partido de la derecha.
Cabe recordar que, por lo que las encuestas indican, España se estaría debatiendo entre un gobierno en soledad del PP o una coalición de la centroderecha con Vox. Como dijimos, en esta coyuntura, el segundo escenario parece ser el más sólido para los desafíos que España tiene por delante. Si el próximo mandatario tiene que ser Feijóo, mejor que sea con Abascal siguiéndolo de cerca en el marco de una coalición razonable.