Es sabido que el campo económico no es el fuerte de Jorge Bergoglio. El papa argentino, cada vez que emitió opiniones vinculadas a ese ámbito, “hizo agua”. Su prejuicio anticapitalista y su influencia peronista ha dado como resultado que, incluso en sus encíclicas, escriba tonterías. Sin embargo, hasta el momento su prédica se limitaba al perjuicio de los países donde el sumo pontífice es más escuchado y venerado. Sin embargo, a partir de ahora, el Vaticano podría comenzar a sufrir las consecuencias directas de tener como jefe de Estado a un hombre que analiza la economía desde un izquierdismo utópico adolescente.
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Según un comunicado de la Santa Sede, Francisco decidió reorientar la política de inversiones del Vaticano, buscando que las finanzas de la iglesia sean “sostenibles”, pero también “éticas”. Por lo tanto, se esperan cierres de diversas cuentas alrededor del mundo, de la mano de la nueva prohibición de mantener vigentes las inversiones que no sean consecuentes con la Doctrina Social de la Iglesia.
“La nueva política de inversión pretende garantizar que las inversiones estén orientadas a contribuir a un mundo más justo y sostenible”, dice el parte de prensa, que parece dictado por el mismo Bergoglio. Algunas de las restricciones que comenzarán a regir para las inversiones vaticanas tienen algún sentido desde la perspectiva católica. Por ejemplo, quedan excluidos los mercados vinculados a productos de la industria pornográfica, la industria armamentista o “centros sanitarios pro aborto”. Incluso pasan a ser parte de la lista negra los laboratorios que produzcan anticonceptivos.
Sin embargo, lo que podría generar serios inconvenientes en las cuentas vaticanas es la concepción “antiespeculativa”, que según la iglesia empezará a regir a partir de ahora. A pesar de no excluir explícitamente (como en el caso de empresas que tengan alguna vinculación a las áreas antes mencionadas), a partir de ahora “deben ser evitadas” las inversiones en las siguientes áreas:
“Inversiones especulativas en materias primas, en la industria petrolera o minera, en la industria de la energía nuclear y en sociedades de producción de bebidas alcohólicas”.
En estas recomendaciones, se percibe todo el prejuicio del papa argentino. ¿Qué inversión sería en su concepción “no especulativa”? Si se realiza una inversión, es porque se especula que la misma ofrecerá algún rédito. Pero parece que, para Francisco, las inversiones del Vaticano deben estar regidas por otros principios. Claro que, de avanzar en esta dirección, las cuentas del Estado vaticano empezarán a parecerse a la de los países con los que Bergoglio comulga.
Sería interesante que el papa, en uno de sus frecuentes intercambios con periodistas, explique cómo piensa erradicar la pobreza, no solamente sin la especulación del capitalismo, sino sin energía, ya que considera como negativas casi todas las fuentes de energía necesaria para movilizar cualquier industria.
En su país de origen, el sector vitivinícola genera miles de puestos de trabajo. El vino argentino es de prestigio internacional y una buena cantidad de compatriotas del papa viven de esta industria que recomienda descapitalizar. Sin embargo, el paternalismo dirigista de Bergoglio puede más, ya que parece que no concibe la idea de un consumo responsable. ¿Cambiará también el vino de misa como las inversiones de la iglesia?