Antes del anuncio oficial del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), que confirmará una cifra más alta que la prevista por el gobierno, y que parecer ser la segunda consecutiva más alta que Venezuela, Alberto Fernández hizo otro anuncio para la risa o el olvido. Aprovechó la situación bélica en Europa del Este para anticipar lo que será su próximo desastre, con una analogía bastante bochornosa: “El viernes va a empezar otra guerra: la guerra contra la inflación”.
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Mientras que la dictadura chavista aceptó la dolarización de facto de buena parte de su economía y abandonó la fracasada retórica bélica en cuanto al aumento de los precios que venía desde los años de Hugo Chávez, Alberto Fernández decide comenzar a transitar ese delirante sendero, que no conduce a otro lado que no sea el desabastecimiento.
Aunque volvió a hacer referencia al complicado panorama que dejó la pandemia del coronavirus y, obviamente, recordó la situación excepcional que atraviesan los precios del combustible y los alimentos por el contexto actual, Fernández no dejó dudas sobre lo que hará su gobierno para frenar el aumento de precios: combatir a los que denominó “especuladores”.
El archivo nefasto del peronismo y del mismo Alberto (cuando decía todo lo contrario a lo que hace)
En 1952, ante los incrementos en productos que se vivió en Argentina, Juan Domingo Perón promulgó la ley contra el “agio y la especulación”, que duró hasta que fue derrocado en 1955. Aparte de fracasar en lo económico, la iniciativa dejó un gran número de comerciantes presos, que eran detenidos si los inspectores encontraban algún producto sin el precio a la vista. “Precio” que imponía el gobierno, claro. Los locales clausurados eran escrachados por las autoridades, al mejor estilo nazi, señalizando que el comercio en cuestión era propiedad de los “especuladores” que atentaban contra el bolsillo de los ciudadanos.
Además del historial del desastre que hizo el primer peronismo, Alberto tiene el suyo con respecto a la inflación y al control de precios. Paradójicamente, al presidente lo condena el archivo, pero porque antes decía las cosas correctas. Cuando renunció a la jefatura de Gabinete de Cristina Kirchner en julio de 2008, el actual mandatario recorría los medios de comunicación con críticas muy acertadas a la gestión de entonces.
En una oportunidad, criticó a su actual vicepresidente (y jefa política) por enviar a los militantes de La Cámpora para controlar los precios, en lugar de revertir la política del Banco Central, que emitía pesos sin ningún control ni respaldo. Sería interesante preguntarle a Fernández en qué momento cambió de opinión sobre lo básico de la política monetaria.