Entre bomberos no se pisaron la manguera. Luego de una sesión parlamentaria en la Cámara de Diputados, donde no quedó bien en claro quién ganó y quién perdió, afloraron claramente algunas verdades que muestran que en Argentina existe una corporación política pura y dura. Aunque muchas personas se enojen, lo cierto es que los de Juntos por el Cambio no resultaron ser tan opositores y los legisladores de Alberto Fernández, a pesar de su discurso progresista, demostraron que de “revolucionarios” no tienen un pelo.
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La aprobación del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el programa de plazos que lo acompaña, salió de la mano de una alianza transversal inédita pero predecible: lo votaron todos los de Cambiemos (excepto Ricardo López Murphy) y los legisladores oficialistas alineados con el Poder Ejecutivo. Aunque en campaña desde el macrismo se quiso convencer a los votantes de que ellos eran “la única oposición al kirchnerismo real”, lo cierto es que los que protestaron y propusieron una solución alternativa fueron José Luis Espert y Javier Milei.
Aunque se dijeron de todo desde las bancas (para después terminar votando lo mismo), lo cierto es que los legisladores “oficialistas” y “opositores” no podían ir más lejos de una batalla retórica. Que el crédito en cuestión lo pidió Mauricio Macri, y que el FMI actuó políticamente con un desembolso sin precedentes, es incuestionable. El tema es que la crítica a JxC no puede ir a fondo, ya que a pesar del cuentito de la fuga de capitales, es claro que el desajuste que heredó el macrismo es responsabilidad total del kirchnerismo en su proceso anterior.
¿Qué decidieron entonces de ambos lados de la grieta para evitar el default? Patear la pelota para adelante, esconder la mugre debajo de la alfombra y cargar al próximo gobierno (mejor dicho, a los contribuyentes y al sector privado durante el próximo gobierno) con la cuenta.
Claro que la deuda había que pagarla, pero de una vez por todas hay que terminar con el círculo vicioso de déficit fiscal, inflación y endeudamiento. El falso dilema del voto positivo o el default se desarma solamente con un acuerdo distinto, donde el Estado nacional ponga sus cuentas en orden y abandone la elefantiásica estructura creciente.
Claro que en la mesa de negociación entre el gobierno y el FMI nadie defendió los intereses de los argentinos: el acreedor, con el culo sucio luego de un desembolso absolutamente irregular, lo único que necesitaba era llevarse un compromiso de pago. Total, serán otros burócratas del Fondo los que tengan que ocuparse dentro de unos años de cobrar. Los que le prestaron a Macri ya ni siquiera están en funciones. ¿Del otro lado? La corporación peronista, que entrega a la madre antes de cerrar una dependencia pública inútil y contraproducente. Nada bueno podía salir de esa negociación.
Todo parece indicar que el proyecto saldrá sin inconvenientes del Senado, ya que las provincias se las verían fea (muy fea) con un escenario de default. Pero, a pesar de la positiva reacción de los mercados, la única noticia del día es que se le aumentó la morfina y se mantiene con respirador artificial a un enfermo terminal: el modelo económico y la estructura burocrática argentina. Lamentablemente, parece que sin una grave crisis no habrá posibilidad para las reformas que el país desesperadamente necesita. La decadencia continúa.