Estaba para el cachetazo Alberto. Incluso tenía los ojos del país encima por la apertura de sesiones ordinarias, donde no iba a tener mucho para decir ni justificar. No era muy complicado lo de ayer, era ir, marchar, criticar la corrupción y discrecionalidad oficial y, de a poquito, ir construyendo una oposición medianamente presentable para las elecciones de este año.
Pero seamos honestos y no nos mintamos a nosotros mismos: la oposición en Argentina no está muy a la altura de las circunstancias. Releyendo esta última línea, creo que lo de “muy” es como lo que dice Alberto Benegas Lynch (h), que asegura que uno es más benévolo consigo mismo. Hay que asumir que la oposición, por ahora, lamentablemente, no está a la altura de las circunstancias.
En Juntos por el Cambio siguen sin entender qué salió mal durante el Gobierno de Mauricio Macri. Es que el radicalismo, columna vertebral, al menos en lo territorial del frente, comparte todas las premisas ideológicas erróneas del kirchnerismo, desde una social democracia tan prejuiciosa como ingenua. La única dirigente de peso del espacio que no tiene esos divagues intelectuales puede que sea Patricia Bullrich. Sin embargo, sigue metida allí y forma parte de la misma propuesta política del regulador compulsivo y nefasto de Horacio Rodríguez Larreta. Claro que ella tiene un punto al asegurar que ese es el vehículo más potente para poder aspirar a ganar las elecciones. Pero ¿para qué? ¿para repetir el desastre económico 2015-2019? No, gracias. Es preferible apostar a un milagro peronista y rezarle a San Menem que está en el cielo o en la estratósfera.
Claro que los referentes liberales son los únicos que tienen el programa para revertir el rumbo y el coraje para bancar el programa de reformas. También tienen un punto sensato y compresible al negarse a una entrada torpe y contraproducente a Cambiemos. Pero reconozcamos que no hay excusa válida para que todos los que defiendan básicamente las ideas de Alberdi no estén en un mismo partido o al menos en un mismo frente. Y no estamos. Va, es peor…ni siquiera existe ese partido a nivel nacional. ¿Tendremos que elegir los liberales porteños entre dos listas diferentes, una con Javier Milei y otra con Ricardo López Murphy? Ojalá que no, porque nos recibiríamos de zurdos con honores. Hasta hace poco nos reíamos del debate del “Frente de Izquierda”, que demandó en la justicia por el nombre a la “Izquierda al frente”. Hoy, por momentos, discutimos entre nosotros con mayor virulencia a lo que hacen ellos, que al menos tienen el decoro de cuidarse las boletas en el cuarto oscuro por falta de fiscales.
En eso va la política argentina hoy: una oposición disfuncional y un oficialismo que ni siquiera es algo como para definir, más que el peor Gobierno de la historia. Se limitan, como suele decirse, a ser “oposición de la oposición”. Oposición que, como vimos ayer, también le da de comer a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner.
El cajón de Herminio versión gorila
La marcha del 27F, como todas las convocatorias antikirchneristas, fue el reflejo de esa oposición diversa que, ante la falta de mensaje claro (que se podría convertir en falta de mandato en caso de una victoria electoral) se le cuela cualquier cosa. Pero este sábado ocurrió algo más complicado que la presencia usual de los neonazis de Biondini, que no representan a nadie y sólo sirven para la aburrida y gastada visibilización kirchnerista que viene de los tiempos de 678.
En la tarde de ayer, alguno de los grupos “anti K” tuvo la pésima idea de poner supuestas bolsas mortuorias con nombres de varios “vacunados VIP”. Aunque la representación de mal gusto, a diferencia de lo que dijo Alberto Fernández, no buscaba emular la presencia de un muerto kirchnerista, es injustificable y fue absolutamente contraproducente. El presidente aseguró en sus redes sociales que eran “bolsas mortuorias con nombres de dirigentes políticos”. Es una verdad a medias, los carteles decían que ahí yacía una persona que no recibió la vacuna, porque se le habría aplicado al político, mencionado con letras más grandes.
Más allá del detalle, el Gobierno utilizó el desagradable episodio para desviar la atención. Hoy domingo, se habló más de las bolsas que de las vacunas. Seguramente mañana le sirva a Alberto esto también como para hablar de otra cosa en la apertura de sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación.
La verdad que estos errores son para lamentarlos y poco más, porque son inevitables. Son el resultado de esa oposición tan diversa en propuestas y estilos, que, si pudiera consensuar diez puntos básicos, el Gobierno no llegaría a 2023, porque se cae a pedazos ante una contrapropuesta medianamente seria, con la que pueda contar el electorado. Hoy no existe. Debería comenzar a articularse. Las elecciones legislativas son el marco ideal como para mostrar algo concreto al electorado. Si seguimos limitándonos a la corrupción kirchnerista como única bandera, evitando reformas y propuestas de fondo, estamos condenados a repetir el fracaso del macrismo en el turno anterior.