Dice el feminismo haber luchado por el derecho a trabajar de la mujer, para que sea libre de decidir cómo vivir. Sin embargo, cuando se trata de cualquier carrera vinculada con la belleza, a menudo son las organizaciones feministas las primeras que protestan e incluso logran prohibir el fruto de los ingresos de las mujeres.
Los concursos de belleza están en la cúspide de esta lista de contradicciones y Miss Francia es el objetivo actual de las feministas. La organización del concurso Miss Francia ha sido denunciada por las feministas locales por supuesta discriminación e incumplimiento del código laboral, indicó este lunes la organización Osez le féminisme!, promotora de esta demanda.
Tres candidatas que fueron rechazadas se sumaron a la querella. Denuncian junto al colectivo feminista haber sido rechazadas por fumar en público o haber protagonizado fotos desnudas.
Presentaron su reclamo ante el Tribunal Laboral de Bobigny, en las afueras de París, contra Endemol Productions, la empresa que organiza el concurso de belleza y su emisión televisiva, y contra la cadena TF1.
En principio, la demanda surge por las condiciones del concurso. Pero al final demuestran que su oposición es al concurso en sí. En un primer mensaje en Twitter, la asociación feminista lamentó que ese programa “de otra época” sigue pidiendo a sus candidatas que no beban ni fumen en público y que incluso no sean irónicas. Pero en su tuit más reciente señalan lo siguiente:
«Esta sociedad explota a las mujeres que ensayan y realizan cada año un espectáculo sexista, discriminatorio y lucrativo que genera millones de euros en ingresos: todo ello en total violación de la legislación laboral».
"Cette société, exploite des femmes, qui répètent et interprètent chaque année un spectacle sexiste, discriminant et lucratif générant des millions d’euros de recettes : l’ensemble en parfaite violation du droit du travail"#PasTaMiss https://t.co/x2D6kjgcXX
— Osez le féminisme ! (@osezlefeminisme) October 19, 2021
Las azafatas de la fórmula 1 y carreras de automóviles en general podrán dar testimonio de cómo el feminismo no lucha por su derecho a trabajar sino que las mismas promotoras de la revolución sexual caen en un puritanismo que las priva de llevar el sustento a sus hogares por valerse de su belleza.
El feminismo y la lucha contra la belleza
Esta contradicción no es casual, al contrario, es metodológica. La dialéctica de la contradicción es una herramienta hegeliana común en todas las corrientes posmodernas: feminismo, progresismo, etc., partiendo del hecho de que el socialismo científico de Karl Marx se llama como tal. Aunque la evidencia demuestra que no funciona, se cataloga así. No porque valida su hipótesis sino porque requiere de ingeniería social.
Así como el socialismo busca un “hombre nuevo”, ya que dicha ideología es contrario a la esencia humana, el feminismo pretende crear una “nueva mujer” y así subvertir a la transmisora de la lengua materna y por ende la tradición y las costumbres.
La lucha contra la belleza no es casual, tampoco actual. Ya desde la primera ola del feminismo las sufragistas acuchillaban cuadros en museos. El caso más destacado es el de la Venus de Rokeby, pintada por Velásquez, despedazada por Mary Richardson.
En el ensayo De Rockeby al Fascismo, el autor expone el carácter totalitario y totalizante del feminismo. Allí explica que la visión de Richardson era que si la gente estaba indignada por su propio ataque a la pintura, que era una mera representación de la belleza física, debería estar igual o más indignada por el trato del gobierno a Emmeline Pankhurst, a quien Richardson consideraba una encarnación real de la belleza moral.
Feminismo, fascismo y comunismo
La sufragista en mención era militante de la causa fascista, promotora del servicio militar obligatorio para varones (no así para mujeres, demostrando que no luchaba por la igualdad). Era tal la recurrencia de los atentados por parte de las sufragistas que se creó la ley del gato y el ratón para apresarlas y liberarlas cuando su salud flaqueaba (por huelgas de hambre).
Tal como hoy sucede con el vandalismo contra el patrimonio histórico por parte de activistas feministas, la lógica de Richardson se mantiene intacta. Destruyen alegando que la sociedad debería indignarse no por paredes sino por personas.
Y la hermana de Pankhurst, Sylvia, considerada débil por Emmeline, era espía al servicio de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, incluso se enviaba cartas firmando “saludos comunistas” a Lenin en los primeros años de la revolución comunista, a las cuales él contestaba “querida camarada”.
De modo que, aunque lo pinten de colores, consignas y flores, el feminismo, desde sus bases, no ha servido para garantizarle a la mujer la libertad sino que ha sido útil para darle al Estado más poder para controlar tanto a hombres como mujeres.